A mi hija Danny, mi nieto Jacob (JJ) y a mi yerno Caleb
«La educación empieza…
…cuando alguien en casa pregunta ‘¿y si…?’.»
Isaac Asimov
(Escritor y divulgador científico, Premio Hugo)
«Toda niña que pregunta ‘¿por qué?’
…tiene una estrella esperando ser descubierta.»
Valentina Tereshkova
(Primera mujer en el espacio, Héroe de la Unión Soviética)
«La ciencia no es fría si se explica con ternura:
…en familia, hasta el átomo parece poesía.»
Ada Lovelace
(Pionera de la programación, inspiración para la informática moderna)
«El conocimiento que se comparte en casa no se olvida,
…se vuelve parte del ADN emocional.»
Octavio Paz
(Premio Nobel de Literatura, 1990)
«Aprender en familia es como explorar galaxias juntos:
…cada descubrimiento fortalece la conexión.»
Katherine Johnson
(Matemática de la NASA, Medalla Presidencial de la Libertad)
«La ciencia florece en los hogares…
…donde se cultiva el asombro como una tradición familiar.»
Marie Curie
(Premio Nobel de Física, 1903; Nobel de Química, 1911)
- Nepotes Nostrum
El cuento de mi nieto es como un relato de la Twilight Zone. Todo empezó uno de esos días donde mi hija me puso al corriente que sería abuelo, créalo o no. Lo cierto es que no me gustó la idea, pero tampoco tenía alguna vela en ese entierro, y es que, para mí, el encargo en ciernes, era una crónica de Gabo, crónica de una muerte anunciada. Tengo la sensación que la mayoría de los abuelos de la generación Baby Boomer, sentían parecido. Es decir, queríamos nietos, pero elegimos que fueran creados por obra y gracia del espíritu santo, aunque ya sabíamos cómo reza el dicho, “poco dura la alegría en la casa del pobre”.
Aunque suene ridículo, los padres somos medio trogloditas en eso de ver a su hija procrear con un desconocido para uno, pero muy bien reconocido por ella. Siempre o casi, para cuando uno se entera del asunto en marras, el mandado está hecho o ya tienen tiempo en el pleno ejercicio de los derechos reproductivos y corporales de nuestras herederas.
Daniella estaba casada y viviendo en España, para cuando recibí la noticia, había un clima de júbilo y llantos entre los familiares y amistades que vivían en Madrid, cercanos a la pareja que principiaba en serio, a convertirse en un triunvirato. Para ese instante, Danny tenía meses de embarazo y yo me lo tomé con una calma tensa pues, sentí que mi bebita ya no era la niñita que consentía en mis brazos de padre retribuido. Era ya una mujer hecha y derecha, que me estaba procurando lo que un padre no cree que le sucederá hasta que le ocurre, ser un abuelo que no sabe cómo hacerle, con tanto amor-tiguador.
Por supuesto, en mi mente había una emoción-desconcierto como si estuviera en una montaña rusa, o dentro de un caleidoscopio, alebrestado y faccioso. Sin embargo, había una tarea aplazada, y debía atenderla como si despejara la igualdad o hallara la salida de un laberinto. Así que, ese entresijo, surgió un día aciago, en medio de una crisis de los sesenta, y mamaíta, la pobre, por su mal de demencia senil, <más perdida que el hijo de Lindbergh>.
Con esa atmósfera encima, y ahíto de no entender nada. Recordé que Dios podía por su condición de ubicuidad, oír mi propuesta, y a pesar de yo ser agnóstico comprobado, asumí que me debía un encuentro con el Señor. La única forma que se me ocurrió, fue salir a esa reunión, desde el ventanal a medio abrir de la alcoba. La frustración del momento, me hizo gritar, por el único resquicio entre el vislumbrado balcón-ventana y el rojo cortinaje.
– ¡Dios, si tú de veras existes, haz que mi nieto nazca el mismo día que yo!, le grité, como si el altísimo debiera una aclaratoria, luego de tanto apuro y comer miércoles a manos llenas por las cuitas de atender un enfermo cognitivo. A la sazón supimos del Síndrome del Cuidador donde se aclaran los hechos del curador de pacientes cognitivos, que en muchos casos perecen, antes que el paciente mismo, de tanto estrés.
Estuve cerca de ser de los palmados, pero creo que mamá con su gran amor por mí, y sin querer abandonarme, se murió antes que a mí pudiera pasarme, y para cuidarme como lo hizo, desde el día que me parió, todo ello pasando ante mi asombro, un suceso que jamás podré olvidar, (y que nunca quisiera hacerlo), a pesar del espanto y el pavor que sentí, al verla irse del mundo de los vivos, muda, frágil, noble como lo fue siempre. Pausa para llorar a mamita Carmen Teresa Carreño de F con todo el sentimiento encajado en el pecho...
A los cuatro meses, el 1ro. de febrero, hace tres años, (día de mi aniversario) llegó la ofrenda del edén y las estrellas. El prodigio se había transmitido. Nació Jacob, el nieto, y la revelación que el cielo aprobó, para aliviarme. Y así, entendí por qué se dice que cuando se cierra una puerta, se abre una ventana. A estas alturas sigo siendo agnóstico, pero lo que sí sé es que, en asuntos del cielo y el embrujo, de que vuelan, vuelan…
- Nepos sapiens
Jacob, nació con un ingénito ángelus, feliz. Hemos especulado de dónde proviene esa gracia tan natural y favorita, que pareciere emana de tutilimundi. En suma, heredó todo lo mejor de sus padres y de sus ancestros de boato. También ganó el genio brioso y la buena talla de sus abuelos maternos por parte de su mamá la finada Luchy quien murió prematura por una dolencia cardíaca. Un infortunio que pesó en el entorno de sus allegados de sangre.
En su primer año, era gordito y galán. Su sonrisa tan sensacional, no había quien resistiera. Su primera maestra, Laura Pastor, madrileña joven y maja, quien lo festejaba con amor de madre, fue un patrón del sex-appeal de Jacob y su encanto, abierto, sincero y dulce.
En su segundo año, todo ocurrió tan veloz que, el año inicial huyó ante las nuevas épocas, donde salieron los primeros pasitos de borrachín, y esos griticos más encantadores del mundo, ansiando decir a la mala mami, y, para fundir al abuelo más pintado del planeta. Su ángel fue subiendo como su talla, la que parecía no parar, al punto que sus amiguitos de generación, se veían más bajos que él. El niño, de gordito pasó a ser atlético, y a actor capital de su escuelita infantil Pío-Pío.
Ya cumplido los tres años, se estiró como vara de puyar loco, y la escuelita infantil pasó a retiro y entró alegre a su nueva escuela Gabriel y Galán, siempre bajo las alas de sus padres, diligentes y amorosos. Ahora ingresa a una etapa de crecimiento determinante para su futuro, uno que evalúo, sin duda, será fenomenal, y una esperanza para todos nosotros.
- Nepos Primogenitus
En latín, el nombre Jacob se traduce como Iacobus, Iacob, o Jacobus. Estas formas vienen del griego Iakōbos y del hebreo Yaʿăqōḇ, que significa “suplantador” o “el que toma por el talón”. Jacob es una figura central en el Antiguo Testamento, hijo de Isaac y nieto de Abraham, es considerado uno de los tres grandes patriarcas del pueblo de Israel.
Su vida está marcada por episodios de astucia, como cuando obtuvo la bendición de su padre engañando a su hermano Esaú, y por profundas experiencias espirituales, como su lucha con el ángel que le valió el alias de Israel, “el que lucha con Dios”. Según el Génesis 32:22–30, Jacob luchó con un “varón” durante toda la noche en el vado de Jaboc, y al final del choque, el texto indica que Jacob “luchó con Dios y con los hombres, y venció”, y que el lugar fue llamado Peniel, porque dijo: “Vi a Dios cara a cara”.
A través de sus doce hijos, Jacob se convierte en el padre de las doce tribus de Israel, estableciendo así el linaje del pueblo elegido. Su historia refleja temas de redención, transformación y el cumplimiento de promesas divinas, mostrando cómo Dios puede usar incluso a personas imperfectas para llevar a cabo su plan.
- Epílogo: El Heredero del Futuro
Jacob (JJ), no es solo ese nieto que llegó en el momento justo, sino el símbolo de una nueva etapa en nuestra historia familiar. Su nacimiento, coincidiendo con el aniversario de su abuelo, marcó un antes y un después, en la forma en que entendemos los ciclos de la vida, el legado emocional y la continuidad de los afectos.
Desde sus iniciales días, ha confirmado una gracia innata, un temple luminoso y una capacidad de liar con quienes lo rodean, que va más allá de su edad. Su crecimiento ha sido prueba de lo que ocurre cuando el amor, la educación y el entorno familiar se alinean para formar una base sólida. Cada paso que da, cada palabra que aprende, cada gesto que ofrece, confirma que estamos ante un niño especial, con un futuro prometedor.
Si todo sigue como va, con el apoyo de sus padres, el cariño de sus abuelos, y el medio que lo alaba e incita, Jacob será más que un heredero de sangre: será heredero de valores, de sueños compartidos, de tradiciones que se entretejen entre generaciones. Su camino apenas comienza, pero ya deja huella de cometa.
Este relato, que empezó como una crónica íntima, se convierte ahora en prueba de expectativa. Porque cuando la familia se convierte en el primer universo que un niño explora, el futuro no solo se construye: se honra…
Marcantonio Faillace Carreño