Menguada y mezquina memoria tiene el venezolano actual por su antepasado hispano. España nos dio lengua, religión, cultura, música y construyó nuestro mapa geográfico con la fundación de nuestras principales ciudades, no obstante los nuevos liderazgos reniegan de su legado en nombre de indígenas confinados en los guetos de la pobreza populista.
Cosa distinta sucede en Carora, ciudad fundada en 1569 y que honra su pasado español y lo festeja honrando lambien su fusión con el indio y el negro y por ello cultiva el Tamunangue como un bien cultural que es bandera de su idiosincrasia.
Esta mediana ciudad del árido profundo fue migrando de su aislamiento de verano solitario hasta convertirse en una referencia de producción agropecuaria en el Siglo XX, gracias precisamente a un compromiso telúrico alimentado tempranamente por la fe católica de las familias fundadoras, las cuales saltaron de la cría del chivo a la vaca y de los matorrales al potrero y el tablón de caña.
Mediante un esfuerzo conjunto de historiadores locales, empresas y gremios, en Carora se adelanta un proyecto para rescatar y enaltecer esta memoria ciudadana que a jalones del trabajo y la fe transformó un territorio de tunas y sed en una de las principales cuencas ganaderas del país y en sembradíos de caña que actualmente sostienen uno de los cinco centrales azucareros con los que cuenta Venezuela. Para adelantar este proyecto se realizó una reunión de estas vanguardias caroreñas con el objeto de constituir equipos de trabajo que organicen la información disponible y con ella hagan nuevo registro histórico de esa Carora pujante e irreductible.
Esta reunión estuvo presidida por Luis José Oropeza y Rigoberto Oropeza, con la presencia de intelectuales e historiadores de reconocida capacidad cultural y compromiso profundo con la ciudad, un compromiso telúrico que tiene más de cuatrocientos cincuenta años cabalgando por las románticas llanuras del estío caroreño.
En varias oportunidades de este encuentro se recordó el nombre de José Herrera Oropeza, fundador de El Diario de Carora en 1919. Este insigne caroreño se inició como articulista de El Impulso, cuando este periódico estaba en Carora, y luego decidió fundar uno propio. Jose Herrera Oropeza fue un intelectual de vocación integradora que dio gran fuerza a la modernidad en su pueblo natal. Recordemos unos párrafos del primer editorial de El Diario: ”Sabemos que ya está un nuevo despertar, el concepto, de que la labor principal de un periodista era la de encontrar y dirigir la opinión, la de instruir a las masas. Hoy está en auge el criterio que juzga que la labor del periodista debe reducirse a tres cosas fundamentalmente: informar, informar e informar. Creemos razonar la última, la modernista opinión para los centros de intensa cultura y población, pero para el medio en que actuamos, no juzgamos adecuado ninguno de los conceptos extremistas. El periódico debe ser, en ver me ser en nuestras incipientes poblaciones, a la vez que ser una perenne fuente de información de todo lo ocurrido en el mundo para satisfacer la ávida curiosidad del público, ejercer también su antigua misión moralizadora y correctiva, impulsando y alentando cuanta limpia Inclinación progresista y educativa se manifieste consecuente con este criterio, nuestro diario procurará tener siempre una información rápida y variada. Información mundial, información de la República, y preferentemente una información segura y real, de todo lo que ocurra en este Estado: aspiramos a que su columna sea un eco vivo y palpitante de todo lo acaecido en esta importante entidad federal, que lleva el pulcro nombre glorioso de aquel egregio paladín de la guerra magna que se llamó Jacinto Lara. Somos constantes propulsores en las industrias nacionales, cuya producción debe intensificarse en esta hora en que la corriente comercial del mundo adquirirá un rápido e inusitado movimiento y se le abrirán nuevos y amplios cauces. La tolerancia, sobre todo acto, opinión o creencia, será la norma invariable de nuestra conducta, trabajaremos, como obreros humildes, en la realización de aquel bello sueño del Libertador, que en circunstancias adversas hicieron irrealizable en Panamá, la unión o liga federativa de la América; la unión o la liga federativa dé la América; el trabajo de nuestras pobres mujeres, que viven en agobio por la esterilidad de sus esfuerzos; el progreso en cualesquiera de sus altas manifestaciones; la defensa de nuestras clases desvalidas, obligado objeto de explotaciones sórdidas, la educación y la instrucción, factores indispensables para nuestra acabada evolución política y social, en resumen, todo cuanto implique bien, todo cuanto tienda a un mejoramiento individual o colectivo, encontrarán siempre en nosotros muy eficaces sustentadores, esforzados paladines que no buscan en la lucha lucro o provecho, sino la pura satisfacción de cumplir con el deber y de contribuir, aunque sólo sea con un grano de arena, al levantamiento del edificio de una patria viril y próspera”.
Y en verdad El Diario de Carora siempre fue un gran aliado del empeño de los productores por abrir industrias y mejorar la ganadería y agricultura local. De sus páginas tomaremos mucho material para documentar el proyecto Carora. Una Historia de Trabajo y Fe. Dios con nosotros.
Jorge Euclides Ramírez