Estas fueron las palabras del dictador para declararle la guerra a los venezolanos: “Aspiro a que el mundo escuche después de 90 días de violencia, de destrucción y de muerte: Si Venezuela fuera sumida en el caos y la violencia, y fuera destruida la revolución bolivariana, nosotros iríamos al combate. Jamás nos rendiríamos y lo que no se pudo con los votos lo haríamos con las armas. Liberaríamos nuestra patria con las armas”.
Ahora bien, saltan obligatoriamente ante esta declaratoria las siguientes preguntas: ¿Tenemos patria? ¿Liberarla de qué? ¿De la miseria, del hambre y del abandono en que la han sumido en estos 18 años? ¿De la voraz inflación que se traga el salario de los que aún trabajan? ¿De la ruina económica a la que nos han llevado? ¿Del deplorable estado sanitario? ¿De los crímenes que los militares no han podido contener? ¿Del narcotráfico que están acusados de patrocinar? ¿De la cultura de la muerte que ha implantado el castrocomunismo en el país? ¿De la corrupción que no deja hueso sano en el gobierno? ¿De la planta insolente cubana que asfixia a nuestras instituciones?
Después de esta declaratoria de guerra al pueblo ha cobrado fuerza la frase: “Si quieres la paz prepárate para la guerra”. En la calle se afirma con insistencia que la neodictadura de Maduro no saldrá por las buenas (en respeto a la Constitución) por sus presuntas implicaciones con el tráfico nacional e internacional de drogas y por la corrupción que invade al Gobierno nacional. Evidentemente el proyecto que fracasó con las armas en el ’92 y alcanzó el poder con los votos en el ’98 nunca fue democrático aunque se proclamase como tal. Efectivamente muerto el comandante Chávez desapareció el apoyo popular que creían eterno y se destapó la verdadera cara del régimen.
En democracia lo que no se puede con votos no se puede. Es la democracia del voto la que funciona. La democracia es el gobierno del pueblo que respeta y se respeta. Caso contrario no es democracia y se llama dictadura o tiranía. Las tiranías nunca respetan al pueblo. Por esto Nicolás Maduro hizo la declaratoria de guerra. Reza el dicho popular: “Guerra avisada no mata soldado y si lo mata es por descuidado”. Varios descuidos ha tenido el pueblo que han producido sus bajas. La lucha del pueblo ayer, ahora y siempre será por la libertad. Por la que no se tiene para conquistarla y por la que se tiene para preservarla. Venezuela no es Cuba.
A la oposición democrática sus extremistas, que también los tienen, le critican por qué no hacen las cosas por las malas y sus dirigentes, en su mayoría hombres y mujeres de bien, hombres y mujeres en buena ley, que han obrado de buena fe, asumen los costos políticos de su accionar, en el entendido que mañana cuando deban gobernar tienen que ser ciudadanos y autoridades ejemplares, sin máculas ni tachas que les puedan reprochar.
El humorista y escritor Laureano Márquez opina que Maduro prefiere ver el país destruido antes de ceder su insostenible posición. Las sentencias 469-470 del TSJ contra el Ministerio Público lo confirman. El despropósito de enjuiciar a la fiscal Ortega Díaz es también un inocultable indicio. No hay remedio con Maduro en Miraflores. Destruye el país todos los días para sus propósitos. El pueblo no se lo permitirá. Rebelión contra la tiranía que nos oprime. Las incesantes lluvias siempre traen consigo daños en vidas y bienes que lamentar. Pero después de la tempestad viene la calma, después de la guerra viene la paz, del odio viene el amor. Un amor que es más fuerte y empecinado que el odio y que nunca se rinde ante este último. Fe es la convicción de lo que no se ve y certidumbre de lo que se espera. Fuerza y fe Venezuela. Amor, justicia y paz nos esperan. Dios bendiga a Venezuela. ¡Que viva Venezuela!
