Del Guaire al Turbio – Sólo Mozart

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Siempre me gustó la música que los mismos músicos no encuentran cómo llamar, generalmente se dice clásica, pero ellos alegan que eso la limita a un período. Hay quienes prefieren denominarla académica, sin embargo, tampoco convence mucho. En fin, el asunto es diferenciarla de la popular o la folclórica, entonces, para abreviar y hacerme entender, me quedo con la forma más común de hacer la distinción: música clásica.

No es que no me agrade la popular, por supuesto que sí, aunque soy más selectiva, me gusta el bolero, el tango, el mariachi, pero no cantados por cualquiera y, en general, los intérpretes más exitosos no me entusiasman mucho. Hago una excepción: Rafael, ¡ese tipo sí que sabe cantar! Además, en cada interpretación, se da entero y eso sí que lo aprecio en todo artista: su entrega total.

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Muy poca es mi formación musical, sólo la que me dieron en la escuela en San José de Costa Rica, donde la música es materia obligatoria tanto en primaria como en secundaria. También es muy poca mi capacidad para ésta. Allí en San José, mamá me puso en clases de piano. Aunque me ilusionaba, muy pronto me di cuenta de que no servía. Con nosotros vivía una prima hermana de papá de formación muy elemental, pero ella en el piano de juguete de mi hermana menor, sacaba canciones. Para mí era magia y lo sigue siendo. Yo retengo la música en el cerebro, sé como es y me doy cuenta si alguien desafina, pero cuando la canto, desafino yo, no me sale; por eso digo que mi problema es un desacatto entre el oído y las cuerdas vocales.

En mis años mozos, no me complacía Mozart, lo encontraba muy brincadito, me entusiasmaba más el torrente de Beethoven o de Wagner,
esa música en un todo instrumental, sin intercisos. Con los años, he ido variando, me siguen gustando los de siempre, pero tengo algo así como una maduración para entender a Wolfgang Amadeus y, ahora, en mi ancianidad, Mozart me es sencillamente indispensable.

Siempre digo que el gran austriaco es un ejemplo vivo de aquello que Cristo dijo a Nicodemo: ”El espíritu sopla donde quiere…” Porque siendo un individuo bastante zafio, pudo componer esa música celestial, para algunos entendidos, no superada aún. Y hay algo interesante, la medicina actual la considera terapéutica para la angustia, la ansiedad y otros males. Lo he experimentado.

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Nuestra Venezuela es un hervidero de males, nos atormentan tantas cosas que difícilmente podemos conservar el equilibrio emocional. Hasta yo, que mantengo siempre el optimismo, la fe y la esperanza -como tantas veces lo he escrito- me siento a veces inquieta, me invade un desasosiego. En estos casos y cuando quiero evadir el sonido de la TV de la habitación vecina para poder dedicarme a la oración, pongo en mi computadora la música que me llega por YouTube. Prefiero por el momento las cuerdas y los instrumentos de viento, porque mi aparato tiene un defecto en la corneta y me hace tormentosa la percusión. Los conciertos de oboe, flauta, harpa, violín o clarinete me devuelven la calma, pero eso sí, sólo de Mozart.

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