Olor a flores

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Elvis García nada más entrar al tramo de autopista conocido como variante Los Cristales, en sentido Acarigua-Barquisimeto, sintió temor porque de inmediato se le colocó detrás un carro blanco con placas de taxi que correspondía perfectamente a la descripción del utilizado por unos sanguinarios asaltantes de carretera, quienes además de robar les disparaban a sus víctimas, teniendo ya en su expediente varios heridos y muertos.

Eran las 5:30 de la mañana del 14 de enero y Elvis con su hijo Edgardo regresaban de una granja en las cercanías de Acarigua donde habían ido a buscar varios sacos de naranjas para regalarlas a los fieles de la Divina Pastora que caminaban la procesión entre Cabudare y Santa Rosa. El temor de Elvis se convirtió en miedo atenazante cuando se percató que un caucho estaba desinflado y tenía obligatoriamente que detenerse o reducir drásticamente la velocidad para no volcar.

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No obstante, consciente que estaba en proceso de un atraco y bajo dominio de unos delincuentes de alta peligrosidad, continuó la marcha hasta que el carro blanco lo rebasó y le obligó a pararse en el hombrillo. Al bajarse del auto Elvis y Edgardo sintieron un intenso y envolvente olor a flores, los maleantes también se bajaron del carro donde andaban y se acercaron hasta ellos con armas en las manos apuntándoles a la cabeza. De pronto detrás de ellos se estaciona un jeep verde, antiguo, tipo militar y al verlo los maleantes retroceden rápidamente, montan en su carro y huyen a toda velocidad. Elvis y Edgardo proceden a cambiar el neumático delantero y durante todo este tiempo antes del amanecer el jeep permanece con sus luces encendidas como cuidándolos, aunque nadie baja de su interior.

Antes de abordar su vehículo Elvis y su hijo se acercan al jepp y para su sorpresa se encuentran que piloto y copiloto son unas monjas, les den las gracias y ellas solamente sonríen. Arrancan entonces camino a su casa en Cabudare, ya con claridad y con asombro al mirar por el retrovisor no ven por ninguna parte al jepp con las monjitas, quienes los habían salvado de un gran peligro.

Al llegar a su casa en Cabudare, Elvis es recibido por su esposa Eddymar quien con cara de sobresalto y sin mediar palabras le da un fuerte abrazo y le dice que ella estaba muy preocupada porque había sentido que algo malo le pasaba. Elvis no le cuenta nada porque se impacta al percibir un penetrante olor a flores que venía del recibo. Le pregunta a Eddymar sobre su origen y ella le explica que decidió adornar con flores el altarcito de cartón que construyó su cuñado Tony con la imagen de la Divina Pastora hecha de papel periódico reciclado y el cual siempre han colocado junto a sus sillas en el lugar escogido para dar las naranjas a quienes caminan la procesión. Le dice Eddymar que precisamente cuando estaba colocando las flores sintió la sensación de peligro y al mismo tiempo que colocaba las flores pronunció en silencio oraciones y le pidió a la Divina Pastora intercediera para que lo protegiera de todo mal.

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Las naranjas que regalaron Elvis y Eddymar, según testimonio, de todos quienes las probaron tenían un sabor gratificante, saciaban la sed con más eficiencia que el agua y como cosa extraña, olían a flores. Salve Divina Pastora, cúbrenos con tu manto sagrado.

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