Sin tregua:JOSÉ VICENTE, EL CONSEJERO

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 Hay quienes piensan que el ser humano, con el paso de los años se vuelve más sabio, y asciende a un grado superior desde el cual sus opiniones deben ser escuchadas con respeto. Sin embargo – en la vida y en la muerte todo tiene su sin embargo -, hay personas, como José Vicente Rangel, quienes con el paso de los años involucionan, volviéndose retrógradas, reaccionarios, serviles, y al igual que la higuera fulminada por la maldición de Nuestro Señor, prácticamente se secan. Gentes tan disecadas por los años que, si las exprimieran solo les sacarían polvo de momias. Alguien dijo alguna vez que las personas pierden primero sus ilusiones, luego sus dientes, y tardíamente sus vicios. Creo firmemente que José Vicente Rangel Vale, con el paso de los años perdió sus ilusiones, y sospecho que, por su vocación de piraña que todo lo muerde, se le han caído unos cuantos dientes. Pero estoy convencido de que sus vicios siguen intactos.

Todo esto lo digo porque, como se sabe, hubo una época en este país en la que, pertenecer a eso que Moisés Moleiro, líder del extinto MIR, denominó «la frondosa izquierda venezolana», equivalía a ser un perseguido de profesión. Época terrible en la que las torturas, desapariciones y los calabozos, eran lo menos a lo que podían aspirar los revolucionarios de verdad, no los farsantes de hoy, esos cuyas manifestaciones son protegidas por las «fuerzas del orden». Pues bien, en esa época, José Vicente Rangel Vale siempre se presentó como un acérrimo defensor de los Derechos Humanos, tanto así que hasta escribió libros sobre el tema. Pero he aquí que, en la medida en que los años pasaron, y sobre todo, en la medida en que Chávez lo enroscó en su entorno y le agarró gustico al poder, la imagen de paladín se fue diluyendo hasta llegar a lo que es hoy: Un plumario del régimen. Un propalador de cuanto chisme le susurre en la oreja el «gobierno», aparte de su rol de obsequioso cortesano, de aquellos que, no tienen nada de corteses ni de sanos. Dicen que un rostro sin arrugas es un pliego de papel en el que no hay nada escrito. Pero creo que en la cara estirada de José Vicente, aunque esté lisa como un papel, gracias a la magia del bisturí, pueden leerse muchas cosas. Quizás algunas sombrías historias de este régimen perverso que nos azota.

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Charles Darwin habló de la Evolución de las especies. José Vicente es un ejemplo viviente de lo contrario, la involución, el retroceso en la forma de pensar el ser humano o dicho de otra forma, una muestra de cómo el pensamiento marcha a contrapelo de la Historia, como un cangrejo. Me parece que si a JVR lo filmaran, saldría con la barriga hacia arriba, caminando hacia atrás en cuatro patas, y hasta podría aparecer como el cangrejo aquel de una cuña televisiva, meneando el trasero al aire libre, y gritando: ¡Ñañañá ña! Y no es una afirmación fortuita. Sino véase como el comandante- paciente ,ha sacado a José Vicente del sarcófago en que se encontraba, para hacerlo miembro de ese esperpento que mientan «Consejo de Estado» , cuya única misión será darle apariencia de legalidad a una decisión ya tomada, cual es el retiro de nuestro país del Sistema Interamericano de Protección a los Derechos Humanos, con la finalidad de que nadie controle los constantes atropellos del régimen a los derechos de los venezolanos. Que Dios me perdone, pero esta incorporación me hace recordar a Aristóteles: «…los tiranos se rodean de hombres malos porque les gusta ser adulados y ningún hombre de espíritu elevado les adularía «.

Triste papel , este de José Vicente El Consejero. De Defensor de los derechos humanos a Sepulturero de los mismos. El peso del almanaque le ha hecho olvidar que el principio constitucional de progresividad de los DDHH, implica no solamente la ampliación de estos, sino también, la ampliación del número de órganos ante los cuales los ciudadanos puedan acudir a defenderlos. Pobre papel el de «El consejero». Unas veces quien no oye consejos, no llega a viejo, y otras el que da consejos baja la pendiente del tiempo rapidito, como «entierro’ e pobre». Pero quizás el esfuerzo le valga una Embajada u otro Registro, que es la moneda corriente con la que en Venezuela, el diablo le paga a quien le sirve. A lo mejor el premio viene en combo, y le publican un libro que recoja sus memorias, aunque es pertinente advertirle que la gente comienza a envejecer en el momento en que empieza a dolerle la memoria. Las dádivas quebrantan peñas, decían un personaje de Cervantes.

Hay un tiranuelo llorón que, con impaciencia, aguarda desde Cuba el consejo de José Vicente, sobre el asunto de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Y como águila no caza moscas y zamuro no come alpiste, es bueno recordarle al águila desplumada la siguiente frase: «Nunca perdió más tiempo el águila que cuando escuchó los consejos del cuervo». Vendrán nuevos tiempos. Confiemos esperanzados en que, llegado el momento, José Vicente no evolucione de cangrejo a camaleón, y venga a decirnos, como lo ha hecho el dueto Eladio-Alvaray, que se arrepiente, que estaba equivocado, porque para ese momento tendremos a la mano una frase proverbial contra la desvergüenza: ¡Tarde piaste, pajarito!

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