Explosión en El Palito revivió caso Amuay

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Una mancha de humo negro cubre el cielo de El Palito a pocos kilómetros de Puerto Cabello, en el estado Carabobo. La humareda se ve desde todos los ángulos de la localidad, en la cual habitan unas 50 mil personas.

Pero no sólo la humareda se apoderó del lugar. Un fuerte olor a gas impregnó al aire de norte a sur y de este a oeste, y en las mentes de los lugareños aún está vivo el momento de pánico que vivieron la noche del miércoles cuando un rayo impactó el sello de uno de los tanques de la refinería y causó un incendio de considerables magnitudes.

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Ayer en el poblado la alarma seguía encendida. El incendió aún ardía al rojo al vivo a escasos cuatro metros de dos tanques de gasolina y otras dos esferas contentivas de miles de litros de gas. Unos 35 efectivos de la Guardia Nacional Bolivariana, portando fal, resguardaban la zona y ordenaban a los conductores de la carretera Morón-Coro que aceleraran el paso.

Se observaban cuatro camiones de los bomberos de la zona, intentando aplacar al fuego, pero todavía en horas de la tarde las llamas y el manchón de humo persistían. Una fuente ligada a la empresa Petróleos de Venezuela, dijo que la estrategia sería dejar que el fuego se consuma solo, mientras los habitantes se muestran preocupados porque algo peor pueda ocurrir.

“Cuando todo ocurrió estaba en mi casa en el barrio El Carmen,  me abracé a mi hija y a mi hermano; pensé que íbamos a morir porque la tierra tembló, se sintió muy fuerte”, recordó Mirian Bermúdez, vecina de la zona e integrante del grupo oficialista Frente Francisco de Miranda 28 que desarrolla labores sociales en la zona.

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El estruendo sembró el pánico en todo El Palito: Decenas de personas salieron a la calle desesperadas; querían irse del pueblo. Sentían que si se quedaban allí sus vidas estarían en peligro. “La gente salía pidiendo auxilio desde las casas, agarraban a sus hijos y los cargaban. Corrían desesperados a Puerto Cabello, Valencia y Patanemo. Yo me fui al destacamento 25 de la Guardia Nacional y ahí amanecí con mi familia”.

La sensación de miedo se vivió en el sector Playa El Palito como en toda la parroquia. La gente corría desde sus casas con los niños en medio de las tinieblas. Los más jóvenes cargaban a los enfermos, mujeres embarazadas y personas de la tercera edad. “Yo tuve que sacar mi camión 350 y montar a la gente allí. Los llevaba hasta el destacamento 25 y al Paseo El Malecón, pero nadie más me apoyaba, sólo algunos funcionarios de la Guardia Nacional”, relató Rolando Zumino habitante de la zona.

Zumino contó que en medio del agite y los nervios tres mujeres embarazadas cayeron  desmayadas. También dijo ver infartado a un vecino y amigo suyo de origen italiano de quien solamente recordó que se llama Donatelli y tiene unos 70 años de edad. “Yo llevaba a la gente al CDI y me decían que no podían atenderlas. Les discutía que cómo era posible que no los albergaran si se trataba de una emergencia; todos estábamos desesperados, pero había mucha gente que se mostraba indiferente ante lo que estaba pasando”.

A Zumino le preocupa que el personal de Pdvsa no llegara a las comunidades a atender a los afectados. “Trabajé muchos años en la refinería y cuando había una contingencia el personal de la empresa se trasladaba a las comunidades para ayudar y guiar a la gente. Eso no se vio en esta oportunidad; sólo los guardias y los vecinos estuvimos presentes”.

A las 7:15 de la noche, cuando en El Palito se fue la luz por las fuertes lluvias Esther Escárate, de 52 años de edad, estaba trabajando como cocinera en el restaurante Isamar El Sunami Exprexx, ubicado a unos 300 metros de la refinería. Allí estuvo hasta las 9:00 de la noche cuando llegaron los azotes de la zona y comenzaron a saquear los comercios: en total 220 microempresas que hay en la localidad, la mayoría restaurantes, panaderías y ventas de auto repuestos. Los establecimiento fueron cerrados y todavía ayer en horas de la tarde el 95%, permanecía con las santamarías abajo.

“Tuvimos que salir corriendo de allí, porque nos podían atacar”, dijo. Al salir de su sitio de trabajo, Escárate se fue desesperada a su casa en el barrio El Carmen y le dijo a su esposo que se fueran porque corrían peligro.

“Agarré a mi perrita Violeta en los brazos y me fui caminando con mi esposo hasta Puerto Cabello. Mucha gente caminaba con nosotros por la orilla de la carretera. Todo estaba en tinieblas pero nos unimos y en un solo grupo y nada nos pasó. Llegamos al puerto como a la 2:00 de la mañana estábamos exhaustos, pero a las 7:00 am, estaba aquí en mi trabajo, no dormimos nada, como el resto del pueblo”.

Vanessa Da Silva, encargada  del Isamar Sunami Exprexx, dijo que tuvieron que cerrar de imprevisto porque los hampones se les iban a meter. “En medio del desespero dejé dos candados del local encima de una de las neveras y dos puertas  se quedaron abiertas, afortunadamente no se metieron. Hoy abrimos bajo nuestra responsabilidad, pero no hemos vendido nada”.

Los lugareños ansían que el tiempo pase rápido para que las llamas se extingan y la mancha negra de humo desaparezca, pero sienten que el recuerdo del momento en que el cielo dejó de ser azul y huyeron lejos para poner a salvo sus vidas, rondará sus mentes por mucho tiempo.

“PDVSA ya no se comunica con la comunidad”

Quienes desde hace muchos años viven en El Palito sienten que la gerencia de la refinería ya no tiene el mismo contacto con las comunidades.

Antonio Sánchez, quien pertenece al Consejo Popular de Comerciantes de la localidad, dice que hasta 1999 los gerentes de Pdvsa tenían un programa que contemplaba asambleas con las comunidades para darles talleres sobre cómo actuar ante cualquier plan de contingencia en la planta. “Ellos se reunían con las autoridades, comerciantes comunidad en general y nos daban recomendaciones sobre cómo actuar, pero después del 99, eso desapareció y la interacción se fue debilitando hasta que en la actualidad la comunicación es casi nula en ese sentido”.

Sánchez recordó que él trabajó muchos años en la refinería y  por eso conoce lo que deberían ser las campañas de prevención.

“El pánico que se propagó la noche del miércoles en El palito se pudo evitar si se educara a la gente sobre cómo actuar ante una contingencia”.

 

Otras explosiones

En 1977 más de 14 gandolas se incendiaron luego que una chispa de candela se produjera y entrara en contacto  con la gasolina que se vaciaba en uno de los vehículos de carga pesada. En esa oportunidad las autoridades demoraron tres días para apagar el incendio.

En 2003 hubo una explosión en la laguna de oxidación, pero las llamas se extinguieron rápidamente. En nigún caso hubo fallecidos ni lesionados.

 

Miedo en el pueblo

En las mentes de los pobladores de El Palito está fresca la imagen del incendio en la refinería Amuay, la más grande del país ubicada en el estado Falcón, donde se contabilizaron al menos 40 fallecidos y que ocurrió el sábado 25 de agosto. Dicen que cuando escucharon el estruendo lo primero que se les llegó a la mente fue esa tragedia y por eso huyeron del pueblo, porque no querían morir en medio de una explosión.

“Afortunadamente aquí no hubo mayores consecuencias, aunque aún no esté extinguido por completo el fuego”, dijo Alberto Canelón, habitante.

Colapso de servicios públicos en la zona petrolera

Aunque El Palito alberga una de las refinerías más importantes del país, actualmente está hundido en la desidia.

Sus calles lucen deterioradas, los huecos son el denominador común de sus corredores viales, a los que, según sus habitantes, no les hacen mantenimiento desde hace muchos años. Sus calles presentan un desgaste considerable en la capa asfáltica.

Lenin Aponte, quien ha vivido sus 52 años en el pueblo y es vocero del Consejo comunal El Palito, dice que todas las calles están deterioradas y que la vialidad es la misma de hace 30 años, por eso está colapsada, agrega. “Aquí no se ha hecho una obra de vialidad en más de 20 años, por eso el tráfico colapsa todos los días. Las autoridades saben que esta carretera comunica al occidente con el resto del país, pero no mejoran las condiciones de movilidad aquí. “Las colas duran hasta cuatro horas, se forman desde la 5:00 de la mañana hasta las 9:00 y en las tardes de 5:00 de la tarde a 9:00 de la noche, todos los días es lo mismo y los fines de semanas es peor”.

Las fallas en el alumbrado es otra de las calamidades a la que se enfrentan los pobladores. “Cuando anochece El Palito queda iluminado a medias porque existen muchas fallas en el sistema de alumbrado. Había un proyecto para modernizar el sistema a través de la Misión 13 Abril que adelanta el Gobierno nacional, pero la Corporación Eléctrica (Corpoelec) no permitió que se concretara”.

Aponte recordó que hace unos 20 años la gerencia de Pdvsa les entregó un proyecto para construir una Ciudad El Palito, moderna, en el sector Las Salinas que está al noroeste de la población actual, pero todo quedó en una propuesta y las obras no avanzaron. “Nos dijeron que construirían una nueva ciudad y nos evacuarían de aquí, que gozaríamos de servicios óptimos pero sólo fue una promesa”.

 

Fotos: Emanuele Sorge

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