#Opinión: Mitos y leyendas de Venezuela Por: Jorge Euclides Ramírez

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Tenemos que darle un descanso a la mente, leer algo que nos saque de los torbellinos de información. Para nuestros lectores hemos recopilado algunas leyendas de nuestra Venezuela Rural. No son textos originales sino tomados textualmente de Internet.
Velas de la Candelaria
La vela de la Candelaria representa una especia de reliquia que protege contra las malas influencias y contra las perturbaciones demoníacas. Su ingreso en América se debe a Hernán Cortés, quien la trajo en una medalla que cargaba siempre en el cuello.. En relación al uso de la vela, se habla de una mujer cuyo marido llevaba ya varios días perdido en el mar arrastrado por una tormenta. La joven pidió a la Virgen de la Candelaria que le dijera dónde estaba y prendió una vela y la colocó sobre una tablita, luego la echó al mar. La tabla rodó en el agua hasta llegar a un lugar donde se detuvo, a pesar del oleaje, lo cual fue visto como un signo, de modo que los pescadores se aproximaron y se lanzaron al agua. Entre unas piedras estaba el hombre ya ahogado. Considera la gente de la comunidad que es conveniente tener una vela de la Candelaria en casa para protegerse de las tormentas, de las desgracias y de cuantas cosas malas pueda acechar al mortal. Esta vela se adquiere sólo el día de la Candelaria, la cual es bendecida luego de la eucaristía y reservada en los hogares hasta el próximo año.
Entierro de Morocotas
Las historias sobre entierros de morocotas y tesoros, tienen su origen en la costumbre generalizada de las personas que vivieron durante la época colonial y el período republicano, de enterrar o tapiar en las paredes de sus casas, todos aquellos objetos de valor y muy especialmente sus riquezas en morocotas de oro, perlas y diamantes. En torno a ello se fueron creando relatos de espantos y apariciones de animales que custodiaban el lugar donde se hallaba el escondite. Se dice que muchas personas, para evitar el saqueo de sus entierros, lanzaban conjuros en el lugar para impedirle extraer los tesoros a quien osara acercarse. Si por ventura algún saqueador quería llevarse la riqueza, debía enfrentar a los seres mágicos que estarían cuidando el sitio. Los entierros pueden manifestarse, mediante braseros incandescentes o luces que bailan de un lugar a otro. Cuentan los abuelos que los jueves y viernes a mediodía o a la medianoche, estos tesoros están a flor de tierra listos para que algún afortunado los encuentre. De querer encontrar uno de estos, se debe ir al lugar con una moneda de plata debajo de la lengua y agua bendita. Si logra vencer el espanto, sacará el entierro, pero no debe romper la múcura o abrir la bolsa de cuero de inmediato, ya que el óxido de los metales podría envenenarlo.
Leyenda de Juan Hilario y El Silbón
Cuenta la leyenda que El Silbón es un ánima en pena de un hombre que mató a su papá para recibir su herencia. Normalmente se le escucha por los parajes solitarios de los largos caminos llaneros. En este municipio son muchas las anécdotas de los parroquianos respecto a este tema. La gente común ha mantenido en tradición la historia de Juan Hilario, hombre temerario que gustaba de asistir a todas las fiestas celebradas en cualquier lugar para poder conocer mujeres. Una tarde, de esas lluviosas y tormentosas, cuando se disponía a asistir a un baile, un amigo suyo le llamó la atención para no fuera por el clima, atmósfera adecuada para la aparición del ánima de El Silbón. Era día de 3 de mayo, día en que las ánimas andan sueltas por los parajes y caminos. Juan Hilario hizo caso omiso a las advertencias de su compañero y mientras se burlaba de él, inició el camino hacia el baile. Mientras avanzaba comenzó a escuchar un silbido en secuencia y recurrente que le heló los huesos; sin embargo se repuso pensando que quizás eran sus compañeros por burlarse de él. Pero luego vio una especie de sombra que se le aproximó y comenzó a golpearlo sin descanso. Por más que hacía el intento por defenderse no alcanzaba a golpear a nadie porque a nadie veía. De pronto recibió un golpe tan fuerte que dio un grito tan alto que lo escucharon en el caserío donde vivía. Su compadre y demás compañeros corrieron al imaginarse que se trataba de él. Cuando llegaron al sitio estaba tirado en el suelo dando gritos desesperados ¡Que animal tan feo, Dios mío. No me dejen solo, muchachos. Que animal tan feo! La historia de esta ánima sirve para contener los ánimos de aquellos chicos impetuosos y desobedientemente, que por seguir su vida disipada, pasan por encima de las advertencias de sus mayores sin saber que pronto recibirán un traumático escarmiento.

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