#opinión: Me quedo “demasiado” por: Carolina Jaimes Branger

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Me tomó pocas horas recuperarme de la tristeza que me produjo que Henrique Capriles no hubiera ganado las elecciones. Me había jurado que si Chávez ganaba las elecciones me iba a ir de Venezuela. No sé para dónde, pero estaba decidida a no calármelo más. Me bastaban y me sobraban estos larguísimos 14 años. Sobre todo por la inseguridad, que me ha costado el sueño, la paz y la tranquilidad. Mis rezos son para que mis hijas regresen bien y vivas. ¿Quién quiere vivir en un país así?…
¿Quién quiere vivir en un país en el que la vida no vale nada? ¿Quién quiere vivir en un país en el que el gobierno no hace nada -más bien propicia la violencia- con respecto a los partes de guerra que tenemos a diario? ¿Quién quiere vivir en un país escindido por la única razón de que le gusta o le disgusta el presidente? ¿Quién quiere vivir en un país en el que entran recursos como nunca, pero la pobreza continúa rampante? ¿Quién quiere vivir en un país en el que se hace apología del delito, siempre que la causa sea “revolucionaria”? ¿Quién quiere vivir en un país en el que los valores sean los antivalores?
¡Razones de sobra hay para querer irse!
Sin embargo, durante la misma noche del domingo cambié de opinión. No resultó lo mismo fantasear sobre vivir sin Chávez como presidente, ni elucubrar sobre emigrar como hipótesis, que enfrentarlo como una posibilidad real. Siempre he sentido una fascinación e interés especial por las historias de los inmigrantes, sobre todo por conocer las razones que mueven a alguien a dejar su país. Por eso, cuando mi hija Tuti, que es una niña especial, me dijo con preocupación: “¿y ahora que ganó Chávez otra vez, nos vamos?”, sentí un frío en el estómago.
Me encanta Venezuela. No puedo decir que me siento orgullosa de ser venezolana porque hay muchas cosas que me avergüenzan. Pero a la vez que siento vergüenza por esas cosas, hay otras que me enorgullecen profundamente. Como el Sistema de Orquestas, por ejemplo. Voy con frecuencia a los conciertos para decirme a mí misma que una Venezuela distinta sí es posible, que tengo la prueba ahí frente a mí y eso es como una gasolina para mi motor. Quiero tener miles de razones para sentirme orgullosa de mi gentilicio.
¿Qué me hizo cambiar de opinión?… Tal vez nunca fue verdad que quería irme… Pero suponiendo que haya sido verdad, lo que me movió fue la absoluta convicción de que puedo hacer una diferencia real en mi país. De que la educación es la única herramienta del progreso de un pueblo y que yo soy educadora.
Reuní a mis hijas y las informé de mi decisión. “No me voy para ninguna parte, me quedo aquí trabajando”. Ni siquiera dieron señal de alivio, creo que todo el tiempo estuvieron seguras de que nada me movería de aquí.
Estoy decidida a seguir trabajando. Seguiré trabajando por subir la autoestima de un pueblo que harto ha demostrado que no cree merecerse algo mejor que migajas. Seguiré trabajando para que haya creación de riquezas y no repartición de limosnas. Seguiré trabajando para que la educación sea para liberar, no para adoctrinar. Seguiré trabajando para consolidar la democracia, no la sumisión ante un caudillo. Seguiré trabajando para que nuestros niños sean niños del siglo XXI, no del siglo XIX. Seguiré trabajando para que haya igualdad de oportunidades y no compras de lealtades. Seguiré trabajando para lograr instituciones autónomas, justas y transparentes. Seguiré trabajando para que mis hijas vivan en Venezuela y para que mis nietos nazcan en Venezuela.
En fin, me quedo en Venezuela. Y no porque sea optimista, de hecho hay razones de sobra para ser pesimista, sino porque soy realista. No porque piense que es el mejor país del mundo, sino porque estoy convencida de que lo puede llegar a ser. No porque crea que somos, sino porque sé que podemos. Porque Chávez es una coyuntura, una circunstancia, pero Chávez pasará y Venezuela quedará…
@cjaimesb

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