#Opinión: El poder y el verdadero yo Por: Sira Vargas Rodríguez

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Cuando algunas personas tienen poder, sacan a relucir su verdadero yo. Dice el refrán que caras vemos pero corazones no sabemos.
Hay individuos que muestran una cara a los demás y dentro de sí tienen un corazón con mucho resentimiento, mucha amargura, odio, envidia y todo lo negativo que existe en este mundo.
Se muestran amables o atentos, pero en realidad son una mentira, una farsa, una careta que tiene miedo a descubrirse porque se vería el monstruo que verdaderamente es. Nos tropezamos con esa clase de sujetos a diario.
Si logramos seguir sus pistas podríamos llegar hasta su escondite,  que es su verdadera personalidad, pero una forma inequívoca de saber cómo son es darles poder.
Ponlos a mandar aunque sea de porteros y verás cómo se ensañan contra los otros, envalentonándose con un supuesto poder para vejar y humillar a su prójimo. Así mismo, vemos  a estos seres ejerciendo  funciones de secretarias, encargados de tiendas, directores  de escuelas, coordinadores, jefes de algún departamento, concejales, diputados, gobernadores, presidentes  entre otros. Cargos pequeños, medianos o grandes permiten a esas personas que tenían una careta, quitársela y dejar ver su verdadero rostro.
Cabe reflexionar, ¿tengo el corazón preparado para ser jefe, para mandar? Esa pregunta generalmente no se la hace quien desea usar el poder para dañar, porque aspiran inconscientemente ese cargo, sin reflexionar sobre la importancia o implicaciones que tiene  ejercer el poder o  tener liderazgo. Ellos, albergan un deseo oculto de ostentar un cargo para hacer daño, revancha, oprimir al contrario, o sobre quien ejercen el mando. Quien tiene una función de líder -considerando que es diferente ser líder, que jefe-  guía, coordina, concilia, organiza, promueve, delega, dirige, pero no impone su voluntad, ni agrede o descalifica al otro porque sabe que todos son necesarios, ya que él o ella no estarían a cargo si no existiera la organización que les dio el mando.
Por lo tanto, si una pieza de ese rompecabezas falta, no existiría el todo. En ese sentido, cada persona cuenta, es importante en una organización, desempeñe el cargo que sea, desde el que requiera más preparación académica hasta el de poco requerimiento. Siempre se desdeña o se margina a quien realiza la limpieza, por ejemplo, cuando sin esas personas no tendríamos una ambiente ordenado, limpio y agradable. Si ellos faltaran, los de altos puestos deben hacer ese trabajo e invertirían un valioso tiempo para realizar esa labor y no aquella para la cual fueron, especialmente capacitados.
Por lo antes descrito, el poder no se le puede dar o confiar a quien no tiene equilibrio,  ni valores morales y éticos,  sólidos. Debe conferírsele a una persona preparada académicamente, con conocimiento de las leyes del trabajo, y además, que sea  temerosa de la justicia divina y de la terrenal.
Por lo tanto, debe demostrar equilibrio emocional, porque alguien iracundo, amargado, mal hablado, no podría ser guía de alguien. Otra característica que debe tener,  es ser más racional que emocional. Una persona que se deje llevar por las emociones, no puede tener el control en una organización, porque se movilizará por sus sentimientos y arrastrará a la empresa u organización a la vorágine de su mente pasional.
Si no actúa como un ser racional arruinará las relaciones entre los miembros de su grupo de trabajo, porque ejercerá por impulsos y no con criterios de lógica.
Para que no se preste a corrupción, a maltratos, acoso laboral debe demostrar honestidad, además  alta autoestima,  comunicación asertiva para  que actúe sin resentimientos, odios, mentiras, ni envidia, es decir una persona con verdadero crecimiento personal y espiritual. Se podría considerar que es difícil ya  que las personas honestas generalmente no se proponen para cargos de poder, pero debemos evaluar a quien se postula para alguno de estos puestos, de tal manera que determinemos si vale la pena darle la confianza para dirigir nuestro trabajo o nuestro destino. El poder corrompe, enferma  a quien no tiene la capacidad y los valores para ejercerlo.
Por lo tanto, estemos atentos para no darle las riendas de nuestra vida a quien nos va a hacer daño más adelante. Eso es como pagar a nuestro verdugo. En Venezuela hay muchas personas que tienen un corazón oscuro,  que se identifican con líderes negativos, ya que tienen un oculto deseo de vengarse de los demás y utilizan el voto para poner en cargos claves a personas que van a causar daño a un país que se merece ser gobernado por gente eficiente y de buenos sentimientos. ¿Cómo pedimos peras al olmo?
Debemos comenzar por autoevaluación para determinar mi capacidad de empatía, mis pensamientos más profundos, mis resentimientos y limpiarlos para ver con amor a los demás, y comenzar a observar nuestra divinidad, es decir nuestra unión con el Padre.

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