#Opinión: Cómo hemos sido y debemos ser Por: Ambrosio Perera Briceño

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Somos un pueblo que tradicionalmente: Tiene esperanza de crecimiento y de grandeza, tolerancia y apertura a diversas formas de pensar; nos tratábamos como hermanos, con amor, con solidaridad, con simpatía, sin prejuicios de raza, color, o posición intelectual o social que ocupáramos; era y es trabajador, colaborador , sin tener complejos. Somos en realidad una sociedad muy abierta y permeable, que ama la justicia, la libertad, su independencia, su autonomía, y soberanía; aunque muchas veces las definimos en forma diferente, o equivocada, por falta de diálogo en su definición; disfruta los momentos de alegría con su familia y sus amigos, pues somos amigables. Está dispuesto a tener responsabilidades y lograr triunfos, y es deseoso del progreso compartido. Es consciente de que la jerarquía es necesaria, para poder organizarnos para lograr metas que nos son comunes, y que los más ricos tienen un deber con los que menos riqueza poseen. Sabe que el cumplimiento de sus obligaciones, con el respeto y la necesaria obediencia al que lo dirige, produce buenos frutos. Rechaza la maldad, la violencia, y la esclavitud, como representación contraria al respeto y unión que debemos tener, a los que considera como expresión de una traición de lo que somos como nación.
En estos momentos que el mundo y las circunstancias cambian y crecen a velocidades desorbitantes, es necesario crear nuevos paradigmas que permitan poder continuar lo bueno que hemos sido tradicionalmente como pueblo, lo cual permitió convertirnos en nación. Por eso, nuestros gobernantes en cada creación y acción de nuevos esquemas tienen la obligación de preservar la esencia de nuestro pueblo, en cuya formación todos estamos en la obligación de ayudar y colaborar con buena voluntad, y los gobernantes en pedir con recta intención la participación de todos, sin discriminación ni obligatoriedad, ni con insultos ni amenazas.
Por ello, con un trato amable, el semblante sereno, el trato cortés y afable, la afectuosa cordialidad, el buen discernimiento entre lo que es conveniente, o no, para elevar los espíritus, lograr nuestras metas y crecer como nación, la bondad y la condescendencia son indispensables para lograr la cooperación y el éxito. Esto debe servir para comparar y escoger a nuestros gobernantes, para bien del pueblo y de Venezuela.
Sobre los venezolanos podríamos decir, como dijo Juan Pablo II con respecto a las diversas religiones: “Lo que nos une es más grade de cuanto nos divide”.

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