1952

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“La historia vuelve a repetirse”. Esta frase, que forma parte de una conocida canción, aplica como anillo al dedo en este sombrío episodio que estamos viviendo los venezolanos. Un escandaloso fraude, virtualmente admitido por el CNE ha empeorado la grave crisis política y económica del país.
Una descarada humillación al pueblo trae a nuestra memoria el 30 de noviembre de 1952. Fuimos entonces testigos presenciales de cómo les fue arrebatado un indiscutible triunfo electoral a las fuerzas democráticas; éstas, bajo el liderazgo del Dr. Jóvito Villalba, decidieron participar en un proceso comicial parlamentario, el cual fue convocado por la dictadura que ya encabezaba Marcos Pérez Jimenez. Sabían los opositores a la tiranía que encontrarían grandes escollos en el camino. Pero aún así aceptaron el hecho como un reto.
Con los votos de la militancia de Acción Democrática, cuya dirigencia estaba presa, perseguida, en el exilio, e incluso en el cementerio; con la presencia activa del partico Copei, que todavía podía actuar con ciertas facilidades; y con Unión Republicana Democrática a la cabeza de la oposición al régimen dictatorial, la disidencia enfrentó groseros abusos y ventajismos oficialistas. El triunfo opositor fue aplastante.
La reacción del dictador y su camarilla de cómplices fue robarse las elecciones. Desconoció la victoria de los adversarios, llamó al Dr. Villalba a Miraflores (bajo engaño), lo metió en un avión y lo sacó del país. Con esos leguleyismos que nunca les falta a los dictadores, constituyeron el Congreso Nacional, y éste designó “Presidente Constitucional” a Pérez Jiménez, para un período de cinco años.
El delito se repitió en diciembre de 1957. Derrocado el dictador el 23 de enero de 1958, jamás pensamos que volvería a repetirse tan monstruoso episodio. Lamentablemente hoy hemos regresado a 1952: un CNE, cómplice de cientos de delitos electorales, proclamó Presidente de la República a quien violó, a su antojo, con la ayuda del TSJ, toda la normativa pertinente. Tanta es la complicidad del árbitro electoral, que se ha negado, descaradamente, a una auditoría total solicitada, legalmente, por el contendor afectado. ¡Fuera el fantasma de 1952!

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