Marina Abramovic y su novio Ulay

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A Libia Rodríguez Moreno, dedico

Se conocieron en 1975, en Ámsterdam, comenzando una relación personal y artística. Artistas conceptuales, artistas reconocidos por sus “Performances”, artistas del cuerpo. Trabajaron en propuestas llenas de invención, ideas que salían de ese deseo de trabajar juntos, de repente, se hizo monótono y el amor, a lo mejor, se desvaneció y se separaron. Ella es serbia; él, alemán. Ella nació, en 1946; él, en 1943.
Marina Abramovic, en 2010, mostró sus creaciones en las salas del MOMA, ese gran templo del arte moderno, en Nueva York, espacio para una gran retrospectiva de su arte. Era la consagración. Sentada, sin moverse, frente a ella, una silla donde se sentaría una persona del público. Es una propuesta “TheArtistispresent”, consiste en mirar a los ojos un minuto sin hablar. Ella los observa. Serena, con una mirada profunda y, así, fueron pasando muchas personas de diferentes edades y de origen diferentes. De repente, un personaje se acerca, va hacia al encuentro. Marina, una mesa y una silla esperando por alguien. Un caminar desenvuelto y de contractado. Se sienta frente a Marina, ella tiene los ojos mirando hacia abajo. Solemne y lentamente la va levantando la cabeza. Frente a ella, está sentado Ulay. Está sorprendida, lo mismo, que a él se le nota en sus ojos.
Se miran, Marina poco a poco regresa a ese pasado de amor, de experiencias artísticas…, a ese momento de sus primeras experiencias con el arte corporal. Se sumergeen los años 1975, hasta 1988. A esos recuerdos, de cuando ordeñaban vacas por un vaso con leche. De los gritos y de las cachetadas como propuesta plástica. De los besos de 17 horas corridos, para caer desmayados. Allí, ésta él. Los años han pasado, ya no es el joven ni ella es la chica de esa época. Se miran, el mueve las cejas, mueve su cuerpo, está nervioso. Ella no esperaba que él estuviera allí frente a ella. Sus ojos se humedecen, las lágrimas están allí cargadas de recuerdos. Es el amor que estaba guardado y que había partido mezclado con las propuestas plásticas. Es el reflejo de un amor pasado. Las lágrimas les invaden, y, acercan sus manos, teniendo como sostén la mesa. Se mantienen silenciosos. Minutos de tensión, el público aplaude. Ulay, se levanta, y, se va, ella queda esperando a otra persona.
En el año, 1988, como una propuesta plástica, en la Gran Muralla China cada uno comenzaría en el extremo caminando miles de kilómetros. Cuando se rencontraron decidieron separarse, ya el amor se había convertido en problema.
Pasaron los años, cada uno fue haciendo su camino. Logrando y trabajando en nuevas ideas. En la exposición en El MOMA, fue el reencuentro, el tiempo había pasado, 23 años, sin verse. A lo mejor, como Penélope, en la espera de su amado durante 20 años, a lo mejor, en expectativa, en lo más profundo de su ser, ella sabía que Ulay volvería. Es  mi hipótesis.
Supongo que todas esas experiencias tenían la huella de Ulay. Sería un deseo de encontrarlo,  era esa la búsqueda, ¿Dónde estás? Pensaría ella, que él vendría a ver su exposición.Muchas personas se han sentido conmovidas a ver éste vídeo. Amor que llegó con el arte, que se fue con el arte, y, regreso a lo mejor por unos minutos, con sus maneras de ver el mundo,de interpretarlo, de aprehenderlo. Hay manifestaciones artísticas, cuadros, textos, cantos  y muchas actividades del arte, que te dejan prendido y que tú no sabes qué hacer. Para mí, quedé impresionado, será porque es una historiade amor. Marina y Ulay forman un nuevo mito,  de esos donde el amor perdura através de los tiempos.
Me preguntó: Y, ¿qué paso después de este reencuentro? ¿Se volvieron a ver? Lo que sí estoy seguro, que los dos vivieron en ese momento lo maravilloso de lo humano. Nos atrapa ver ese lenguaje de la amistad, que estaba guardado entre tantas propuestas plásticas. Entre tantos conceptos, el amor no se puede explicar, grandes filósofos, estudiosos lo han analizado, los poetas le han cantado al amor, se habla de hormonas, de química, de biología del amor, es todo eso, y el tiempo lo conserva como ese amor de Marina y Ulay.
Cuando escribo esto quisiera saber y conocer más de sus vidas, de sus creaciones y todo se pierde en un mundo dondelo real y lo irreal se mezclan para brindarnos y decirnos, que cuando hay amor el tiempo ni el espacio no cuenta, el amor se siente y no sabemos dónde comienza y hacía donde se dirige. El amor es lo maravilloso, es el lenguaje universal de los humanos y Marina y Ulay nos pueden decir, qué se siente después de 23 años sin verse… sólo ellos, sí, lo saben.

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