La conciencia del pueblo o la desmemoria inducida

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A partir de que el comandante Chavez asumió su responsabilidad con el país aquel 4 de febrero de 1992, ante más de 8 millones de personas pendientes de la pantalla del televisor, y desde que aquella figura militar altiva, de rostro agotado, pero sin una pizca de debilidad anunciara el por ahora, sembró en la conciencia de todos, que algo vendría y sería superior a la violencia con la que se arremetió contra una violenta democracia corrupta.
En el inconsciente colectivo fluyó una corriente de cambio que  esperanzó en la figura de un solo hombre el porvenir de los tiempos. Ahora ya no está, y “el por ahora” continúa como si en 14 años no se hubiese construido nada. La gente anda en la calle cazando las colas de los abastos, como si eso fuera lo más importante y no se dan cuenta que los inducen a olvidarse  de su función contralora, se les olvida que son el poder popular y que si quisieran aplicando de manera justa y correcta la ley, los abusadores podrían ir a la cárcel y los abastos pasarían a la propiedad colectiva. Se olvidan que el comandante Chavez interpretó la dictadura del proletariado  de Carlos Marx no como una dictadura de pocos privilegiados,  sino como una nueva figuración de poder que reside en el pueblo.
La dictadura del pueblo es el poder comunal. El poder es para ejercerlo. ¿Por qué no se ejerce entonces? ¿Alguien lo impide? Seguramente. Existe una debilidad en el pueblo, y eso está reflejado en una situación que se exacerba a pesar de que es una guerra económica avisada. En estos momentos estamos padeciendo de una debilidad ideológica que afecta a todos. La gente se la achaca a un individuo, como si lo que ocurriera a mí alrededor no fuera parte de mis responsabilidades ciudadanas. Las autoridades del poder constituido burgués, no se sabe dónde andan. La unión cívico militar actúa espasmódicamente en la defensa del ciudadano con relación a la alimentación.
Los cuarteles deberían vaciarse y salir en defensa del ciudadano, en su orientación y apoyar su acción de liberación. ¿Los fiscales del MP, los jueces, los alcaldes, los concejales, por qué le temen al pueblo? Porque la conciencia burguesa aún cree que los dueños de los abastos y supermercados son los dioses del mercado y a ellos debemos dar gracias porque son los que nos dan la comida. Pero el pueblo olvida que o desconoce muchas veces que los dólares son de todos, y con ellos, los comerciantes compran e importan. ¿Por qué el poder popular permite que los alimentes aumenten semanalmente? ¿Dónde está su poder entonces vinculante?
La conciencia aun no aparece. La conciencia es una realidad de experiencia: todos los hombres y mujeres juzgan, al actuar, si lo que hacen está bien o mal. Hay que hacer el bien y evitar el mal, no podemos hacer a los demás lo que no queremos que nos hagan a nosotros. ¿Pero que hacen los acaparadores, los violadores de precios? ¿De quién se compadecen? ¿Qué tipo de conciencia tienen sino es la de robar lo poco que el pueblo tiene para alimentarse?
Aquí el capitalismo funciona al revés.  Si la conciencia es una potencia unida a la inteligencia y a la voluntad, se puede decir que es la misma inteligencia cuando juzga la moralidad de una acción. La base de ese juicio son los principios morales innatos a la naturaleza humana, ¿Entonces, queda la conciencia para el chismorreo en las colas? ¿Y la acción? ¿Y mi responsabilidad y la actitud complaciente que asumo? ¿Acaso no se han creado más de 240 leyes para que actúes en consecuencia? ¿Poder popular, donde andas? ¡Aterriza y mírate enfrente de esta situación! ¡Estás perdiendo la guerra! Ya no son las armas químicas que doblegan tu espíritu, es tu complaciente actitud, la que hace que el enemigo apriete tu cinturón, organízate, monta tu Mercal y si el poder revolucionario constituido no te obedece, entonces arrásalo para que la revolución verdadera aparezca, y queden atrás esos rostros falsos que se ríen de tu inocencia. La inocencia no mata al pueblo, pero tampoco lo salva, lo salvará su conciencia y en eso me apuesto el alma.

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