Tiempos de dictadura

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Cuando se controla el Estado y la naturaleza del poder es anti democrático la tentación totalitaria siempre estará presente. Y aquí no se trata de algún desvarío ideológico sino sencillamente de una abrupta e indisimulada voluntad de poder omnímodo.
Este libreto es de sobra conocido en la Historia Política de Venezuela. Lo puso en práctica Páez, Monagas, Guzmán Blanco, Joaquín Crespo, Cipriano Castro, J. V. Gómez, Marcos Pérez Jiménez y Hugo Chávez Frías. Personalismo y militarismo puro disimulado por convenciones institucionales que a la hora de la verdad no se les respeta. Lo fundamental es el control de la sociedad y la ciudadanía aplastando cualquier manifestación disidente.
La democracia y los rituales electorales representan sólo una formalidad para encubrir el entuerto. Así que por muchas elecciones que se hagan no hay un sistema de libertades plenas. No se juega limpio y prevalece la infamia. Al Golpe de Estado se le sublima bajo el epíteto heroico de Revolución; los plebiscitos son amañados cuando el régimen los pierde y sino que le pregunten a Jovito Villalba y la gente de URD en el año 1952. Las inefables maquinitas de Smartmatic, financiadas por el Estado venezolano, es decir, por el régimen vigente, son dúctiles y generosas en eso de favorecer de forma ventajista a los candidatos gubernamentales. El que hace la Ley hace la trampa dice la conseja popular.
Mientras que Carlos Azpúrua, Luis Alberto Lamata, Fina Torres y Román Chalbaud se rinden mansamente al régimen, un Carlos Oteyza se atreve a mirarle a la cara y denunciar sus desviaciones a través del documental: “Tiempos de Dictadura, tiempos de Marcos Pérez Jiménez” (2012). Es el artista y el cineasta que pone su obra al servicio de la libertad y los valores democráticos sin ningún disimulo. Y además, entiende que la Historia es combate por las mejores causas humanas y no el mausoleo triste de los hombres de rapiña.
Es también el caso de un Pompeyo Márquez, adalid de la Democracia en Venezuela y principal testimonio del documental que nos ocupa, cuyo epónimo de guerra en la clandestinidad fue “Santos Yorme” en el combate sin vacilación ante los esbirros de la Seguridad Nacional. Pompeyo, que no es precisamente un oportunista, no se dejó chantajear con eso de que el chavismo representaba un movimiento de progresismo social de la misma forma en que lo fue Stalin luego de la Segunda Guerra Mundial.
Más paradigmático es aún el ejemplo de José Agustín Catalá (1915-2011), el “editor de la libertad”, cuya discreción y humildad le llevó a no publicitar sus percances de la mano de sus torturadores, y que tuvo la valentía de no convertirse en un delator. No hay duda que estos hombres íntegros y valientes son albergues para la esperanza de un pronto renacer democrático.

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