El presidente Vargas recibe a Williamson

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“Sr. Ministro: Es muy satisfactorio al gobierno y pueblo de Venezuela la manifestación que acabáis de hacer de las disposiciones benévolas y amistosas que en su favor tienen el gobierno y pueblo de los Estados Unidos; y cumplo con un deber muy agradable asegurándoos que sentimientos perfectamente recíprocos de amistad animan a éste gobierno, y a los venezolanos respecto del gobierno y pueblo de los Estados Unidos”.
“En el orden de los acontecimientos, tocó en suerte al pueblo al que pertenecéis emprender primero la gloriosa carrera de la Independencia y Libertad y los otros pueblos americanos, después de haber seguido en noble ejemplo, con razón lo han considerado como el mejor modelo en la obra difícil de constituir sus gobiernos”.
“Así que americanos todos y unidos por las relaciones de pueblos hermanos y contemporáneos, lo están también por instituciones análogas sentadas sobre las bases de la razón y la justicia. Estas simpatías, estas relaciones naturales estrechadas y fortalecidas por los de intereses recíprocos, forman la mejor ganancia de una amistad leal y duradera entre todos los Estados Americanos. Venezuela, que además por las circunstancias de su localidad es uno de los más relacionados con el gobierno y pueblo de los Estados Unidos, se hará un deber de apreciar estas importantes relaciones como ellas merecen y cultivarlas con el mayor esmero”.
El texto precedente muestra las palabras de bienvenida del Dr. José María Vargas, Primer Presidente Civil de Venezuela en el año 1835, las cuales fueron dirigidas a John G.A. Williamson, quién fuera el Primer Embajador de los Estados Unidos en Venezuela luego de la disolución de la Gran Colombia en el año 1830.
En ese entonces Venezuela estaba en ruinas como consecuencia de la Guerra de Independencia y los Estados Unidos no era ni por asomo la gran super potencia de hoy. Nuestro gobernante, el Dr. Vargas, no era uno de esos militares envalentonados sino un médico, científico y hasta Rector de la Universidad Central de Venezuela. En esos primeros años de la Republica se pensó en construir una institucionalidad que pusiera en cintura a los militares y refundara la patria bajo nuevos códigos civilizatorios. Todo quedó en un amago fallido, y Pedro Carujo, lugarteniente de Santiago Mariño, se encargó, mediante una “revolución”,  en aplastar la legalidad vigente. Todo era un asunto entre caudillos y militares ya que el mundo de los civiles era percibido con desprecio. José Antonio Páez, el gendarme dominante de ese entonces, restableció el orden socavado imponiendo su particular hegemonía.
Venezuela se hizo visible a los Estados Unidos cuando empezó la explotación petrolera y desde entonces se ha constituido en nuestro principal socio comercial. Un país soberano no alardea de nacionalista sino que cumple con los preceptos de la diplomacia internacional procurando maximizar sus intereses. No ha sido el caso de la diplomacia venezolana, intermitente y sin continuidad de propósitos. Es por ello que consideramos un craso error el más reciente incidente diplomático. No obstante, la lógica del Gobierno de Maduro es la misma que se hace presente en el Ministerio de la Paz, en la distopía de Orwell: “1984”, al procurar que la conflictividad ante un enemigo exterior sea algo permanente y con ello garantizar la paz interna bajo la simbología y la cohesión patriótica.
Bien valdría la pena seguir hoy las buenas intenciones del Dr. Vargas cuando asume hacia los Estados Unidos y cualquier otra nación del orbe el precepto diplomático de la cortesía y reciprocidad bajo el “mayor esmero”.

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