Érase una vez un Caudillo, que surfeaba feliz sobre una ola de petróleo y resentimiento alentado y exprimido, y que a pesar de criticarlos, acosarlos, culpabilizarlos y cerrarlos, entendió el papel de los medios de comunicación para la construcción de la fábula de la revolucióny el socialismo, fábula que en plan de monólogo, pretendió narrar e imponer a todo un país.
Mientras Venezuela sigue padeciendo los nefastos efectos de su tránsito por la Presidencia, y en la cúspide del proceso de cambios que impulsó en el escenario político nacional, la dimensión de Hugo Chávez como comunicador de masas, como un encantador de serpientes, como un carisma con poder e impunidad, a prueba de fallas y fracasos, sigue tambiénconfigurándose como un objeto de estudio, sobre todo porque ha marcado una impronta, un antes y un después en el estudio del tipo de liderazgos que cosechan voluntades en la Venezuela de hoy. Quienes desde el poder y fuera de él pretenden imitarlo, solo dejan en evidencia su mediocridad, y su intento hecho vana mueca.
Supo Chávez, másallá de todas las críticas y observaciones que pueden hacerse sobre su pretensión de imponer un modelo político, económico e ideológico que hoy hace aguas, en el mar de contradicciones y tercos delirios de control y radicalizacióneconómica, conjugar un omnímodo poder político, y una absoluta vocación por dominar e influir en el imaginario colectivo, en la información, en las percepciones sobre su gestión, y en definitiva, en la creación y distribución de significados que marcan la labor de los medios de comunicación de masas.
Sus “cadenas”, reiteradas y devenidas antojos cotidianos para imponer su mensaje y acallar las críticas, no pueden desvincularse justamente de la criminalización de toda aquella opinión que señalara las deficiencias, que apuntara a la corrupción, o a los desmanes de un aparato estatal puesto al servicio de una parcialidad política, y no a la resolución de los problemas de todos los ciudadanos. El sistema de medios públicos, y su millonario mantenimiento, es en verdad un gigantesco aparato propagandístico, cuyo exiguo rating ha justificado otras sutiles formas de controlar y cercar la libertad de expresión en la nación.
En esa obsesión por imponer la agenda, por acallar la crítica, por controlar la información, la verdad se convirtió en una abstracción venida a menos, en una noción desechable, y la propaganda, en el único vínculo, la principal forma de conexión del gobierno con la realidad, y sobre todo, con la gente.
Venezuela es hoy un cementerio de promesas, un territorio bañado de gigantescas y coloridas vallas con la fotografía del Líder Supremo y Galáctico, al lado de obras inconclusas, edificaciones a medio hacer, terrenos vacíos de concreto y llenos de corrupción. La patraña de la “guerra económica”, o del “golpe eléctrico”, son dos burdos ejemplos de un desesperado pero millonario esfuerzo propagandístico para distribuir culpas, y a toda costa evitar el escrutinio y la reflexión de la población. Aquellos seguidores del proceso, aquellos chavistas, que hacen colas para medio comprar comida, que son víctimas de la inseguridad, a quienes les alcanza cada vez menos su salario, muy probablemente exhiban cada vez más su escepticismo, ante semejante esfuerzo de propaganda y manipulación auspiciada desde el Poder Ejecutivo.
No extraña, pero igual no deja de causar impotente asombro, la nota de Alex Vásquez en el Nacional: “Si se revisa el presupuesto de la nación para 2014, se observa que todo el dinero que se destinará al organismo que combate ese problema, la Contraloría, es menor al que se utilizará, por ejemplo, en propaganda oficial. La Contraloría contará con 477.740.000 bolívares, solo 62% de lo que se utilizará para difundir una imagen positiva de Maduro: 763.349.193 bolívares” (28-10-2013).
Es inevitable, ante este simulacro de gobierno, ante la mentira erigida como único argumento para quienes se aferran al poder, recordar la letra de aquel bolero, en la desgarradora e inigualable voz de La Lupe, que dice: “Igual que en un escenario, finges tu dolor barato…tu drama, no es necesario…ya conozco ese teatro…entiendo, que bien te queda el papel…después de todo parece…que esa es tu forma de ser…yo confiaba ciegamente…en la fiebre de tus besos, mentiste serenamente, y el telón cayó por eso…Teatro…lo tuyo es puro teatro…falsedad bien ensayada…estudiado simulacro…”
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