Mandela los incomoda

No hay nadie más incómodo con la muerte de Mandela que el gobierno de Venezuela. El acontecimiento pone en el centro de la atención internacional y nacional, la grandeza de propósito de un mandatario que con sobradas razones para buscar venganza optó por el perdón, la reconciliación y la prosperidad de su país, que veía como una sola nación, diversa pero integrada, sin discriminaciones de ningún tipo.
Esas ideas anidaron y crecieron en un espíritu que en sus inicios como luchador social abrazó la vía armada pero llegó a entender que la fuerza moral, encarnada en una existencia concreta sometida a la ignominia de la más brutal forma de castigo, podía llegar a vencer –no obstante los pronósticos adversos alentados por el paso de no pocos años, casi treinta. Asumir el mensaje de la reconciliación nacional con la fuerza moral del sufrimiento en carne propia y el compromiso político de ejercer la primera presidencia pos-apartheid, reveló que su corazón no solo estaba lleno de perdón sino que todavía tenía energía, entusiasmo e ilusión por los milenarios ideales de emancipación que la humanidad ha perseguido desde siempre.
El contraste no puede ser mayor con lo que Venezuela ha vivido en estos quince últimos años. El gobierno nacional, primero con Chávez y ahora con Maduro, es la antítesis de Mandela; el reverso, milímetro a milímetro, sin el más mínimo punto de coincidencia. En cambio, el pueblo venezolano entiende –como lo entendió Mandela- que estas luchas son a pulso, palmo a palmo, sin atajos golpistas ni aventuras al margen del acendrado talante pacífico, democrático y civil de nuestra manera de ser. Por su parte, la dirigencia política hoy articulada en la MUD, también terminó de entenderlo después de algunos desvaríos hace ya varios años atrás. A esta altura del juego, con los resultados del 8D, es claro que esto se resolverá no por knock-out sino por decisión, como usualmente ocurre en el boxeo aficionado.
Así las cosas, la alternativa democrática tiene una oportunidad incrementada, podríamos decir en la misma proporción del crecimiento del número de alcaldías conquistadas, esto es, cuarenta por ciento. Esta circunstancia se traduce –en términos prácticos- en la urgencia de hacer una impecable gestión pública municipal, que solucione los problemas de la gente y la ciudad, de modo permanente, realista pero no populista, con participación popular organizada y responsable, con la mano extendida a todos, para reconciliarnos y así, poco a poco, ir construyendo entre todos la mejor Venezuela, solidaria, productiva y democrática, no para un rato sino para muchas y muchas generaciones por venir. Descansa en paz Mandela, nosotros aquí seguimos en la lucha.