Roberto Briceño León: La sociedad vive un proceso de destrucción de las reglas

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Indiscutiblemente Venezuela es un país con una geografía única y fascinante, con variedad de paisajes y opciones capaces de satisfacer la curiosidad de cualquier ciudadano del mundo. Pero sin duda esa excepcionalidad también se expresa en su sociedad, una población cargada de contrastes, con vicios y virtudes que definen una convulsionada pero vibrante realidad.

Desde el Observatorio Venezolano de la Violencia, el sociólogo y académico Roberto Briceño León tiene más de 20 años estudiando uno de las aristas más dramáticas del sentir venezolano, como lo es la violencia, sus causas, orígenes y manifestaciones. Al igual que con todo lo humano, la violencia criminal no es un hecho aislado, y esta determinada por una serie de circunstancias y que impregnan el plano social, político y cultural de una sociedad.

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En lo tocante a lo actual, el profesor de Briceño sostiene que Venezuela ha sido sometida a una pérdida de institucionalidad que desembocó en la ruptura del pacto social, todo ello producido con una intencionalidad expresa y un objetivo también muy humano: el poder. Mientras esta condición no ceda, y la ley no se aplique para todos por igual, la violencia no retrocederá, aseguró.

Mirar hacia atrás

La sociedad venezolana ha sido en gran medida destruida en sus relaciones personales y sociales, y ese proceso de destrucción institucional muy fuerte no ha tenido como correlato una construcción eficiente. El planteamiento ha sido que el proceso revolucionario destruye el pasado. El ancian régime, como decían en la revolución francesa, el antiguo régimen, había que eliminarlo, y esto se refería no sólo al gobierno sino a todas las relaciones sociales. Había que destruirlo para construir una cosa distinta, que es el estado comunal o una sociedad controlada por el Estado.

Entonces lo que hemos tenido básicamente es un proceso de destrucción de reglas, mecanismos y formas de convivencia que pautaban y regían nuestro modo de convivir, y se ha instalado un nuevo sector en el poder. Yo pienso que hoy podemos hablar de una nueva oligarquía en Venezuela, que es un grupo que ha tomado el poder, se ha instalado, y ha vivido años disfrutando de él.

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-¿Cuál es la base de esta destrucción?

En el país no hemos tenido políticas económicas, ni de seguridad, ni políticas sociales que pretendan lo que normalmente esas políticas pretenden, sino que todas han estado orientadas a conservar el poder y mantenerlo en un grupo, y eso ha sido el eje central del funcionamiento de estas políticas.

Tenemos unas políticas económicas que no están orientadas a aumentar la productividad, sino a que un grupo se mantenga en el poder; unas políticas de seguridad que no han estado dedicadas a que la gente se sienta más tranquila caminando en la calle, sino a concentrar el poder en un determinado sector; políticas educativas que no están dirigidas a que la gente esté mejor preparada y capacitada, sino a ideologizarlas para conservar el poder. Esos elementos marcan mucho lo que ha sido la gestión.

Al observar la particularidad de la sociedad venezolana, sociológicamente para mí hay dos preguntas muy fuertes, que implican lo que es hoy el país: ¿cómo es posible que después de tantos niveles de escasez, desorden, inseguridad, de tener la tasa de inflación más alta del mundo, de ser el único país de América Latina en el cual ha bajado el salario real de los trabajadores, todavía una mitad de la población apoya esa gestión? Pero hay una pregunta paralela a esa, que yo creo que es muy importante también: ¿Cómo es posible que un gobierno que ha tenido los más altos ingresos de la historia, que ha tenido todo el poder posible, la Asamblea Nacional completa, los militares, los medios de comunicación, que controla casi todo el espectro televisivo del país, cómo es posible que a pesar de eso y de haber tenido a un líder poderosísimo y fabuloso como lo fue Chávez, aún tiene a medio país parado al frente que le dice no?

Lo que quiero decir es que hay dos Venezuelas que están surgiendo de todo este proceso. Hay una que está vinculada al gobierno, que vive de la dádiva del Estado, y otra que no quiere ser tutorada, que no apoya el control ni la permanencia en el poder, que quiere una sociedad democrática que cambie y se mueva.

Hay dos Venezuelas que están allí y se siguen expresando. ¿Cuáles son las posibilidades de transformación? Bueno, ahí es donde está la lucha política. Uno puede preguntarse, ¿cuánta de la población que se ubica en todo el espectro de la oposición puede pasarse al gobierno después de quince años?, yo creo que poca. ¿Cuánta gente de la que apoya al gobierno puede pasarse a la oposición? Yo creo que bastante, y esa es la gran angustia que me parece tienen algunos políticos.

-Dado este planteamiento, ¿no sería una solución al conflicto una resolución radical, donde un grupo pierde y otro gana?

-Una oposición democrática no puede plantearse la desaparición o destrucción del chavismo. Lo que puede plantearse es derrotar al chavismo, ganarle e incorporarlo a la vida democrática. Algo similar es lo que uno podría pensar debería pasar desde la perspectiva del chavismo. El detalle está en que eso sólo es posible si se acepta la alternancia en el poder, lo que es muy complicado porque en la propuesta del gobierno eso no existe como alternativa. Lo que existe es el principio de hegemonía, que consiste en la eliminación del otro.

En una sociedad democrática se plantea exactamente ponerle un freno a eso, y por ello las reelecciones no son posibles de manera inmediata o por más de dos períodos. Cuando no existe ese freno se pasa a regímenes donde hay líderes eternos o familiares, tal como el cubano o el de Corea del Norte.

-¿Usted cree que en Venezuela pudiéramos llegar a un extremo como el de Cuba, donde una sociedad ha ido aguantando tanto tiempo que ha absorbido el régimen como forma de vida?

-Sí, lo ha absorbido, pero hay una diferencia muy particular con Cuba: Cuba nunca conoció la democracia. El régimen cubano llegó después de dictaduras, y no hubo nunca una cultura democrática, que en Venezuela sí se dio, sí la tuvimos y permanece. Yo creo que no es posible eso que tú dices, y la demostración es esa, que a pesar de la utilización de todo el aparato del Estado para instalarse en el poder, destruyendo a todos los sectores económicos de oposición, tiene a medio país en la acera del frente diciendo no.

En estas elecciones sacaron la mayoría de alcaldías, pero el grueso de ciudades importantes y notables se puso al frente y le dijo no, entre ellas Barquisimeto, Valencia, Maturín. Hay una sociedad que está resistiendo y aguantando.

¿Qué pasa en esa otra Venezuela, que a pesar de los golpes que recibidos, continúa apoyando a quien se los propina?

Qué ocurre en la psiquis de esa población que aún ve a este gobierno como a su salvador?

-Yo creo que hay distintos componentes. Sí, realmente han recibido golpes, pero también han recibido beneficios, y lo que ven son estos últimos. La política social del gobierno logró una gran cantidad de misiones, becas, regalos, y cuando no tenían más les dijeron vamos a bajar los precios y compren ustedes los regalos, y la gente fue y compró un televisor. No podemos olvidar que hay una inmensa proporción de personas que viven del empleo público, soldados y militares que han recibido dádivas.

-Sin embargo eso sigue siendo algo insustancial, porque en el fondo está demostrado que ese tipo de medidas populistas lo que hace es hundir más a la gente en la pobreza y no ayuda al surgimiento productivo. Más allá del nivel cultural, ¿por qué algunos se dan cuenta de ello y otros no?

-Hay dos elementos allí para diferenciar. En primer lugar está la gente que siente que puede tener por sí mismo un futuro, es decir, que cree que puede surgir y mejorar. Estos le agradecieron en algún momento al gobierno que los hubiese apoyado, pero cuando vieron que ya les iba a significar un freno, se fueron retirando.

El otro elemento es el sentido del futuro y del tiempo. Hay personas que logran ver un poco más allá y otras que ven solamente lo inmediato. Hay gente que puede contar con sí mismo, aún siendo pobre, y otras personas que no tienen ninguna posibilidad de sobrevivencia si no es con el apoyo del Estado. En este grupo hay madres solteras, ancianos, personas que están totalmente desvalidas y sienten que el gobierno les da protección, como efectivamente les ha dado. Por supuesto, estas ayudas han sido hechos con un propósito básicamente político, no van a sacar a la gente de la pobreza sino a hundirla más.

-Hay sociedades que cambian y otras que no cambian. ¿En cuál grupo está Venezuela?

La sociedad venezolana cambió mucho. Era una sociedad de altísimo progreso, con muchas desigualdades, pero una sociedad de gran dinamismo. Hoy en día se encuentra en una situación de atraso y de cambio hacia condiciones más primitivas, con mayor agresión, menor convivencia, menor acuerdo entre las personas.

Violencia

-¿Cómo ha incidido esa división entre las dos Venezuelas que usted describe en la violencia que se percibe en el país?

-Yo creo que la parte que tiene que ver con la violencia que podemos imputarle a la existencia de esas dos Venezuela es que en los últimos 10 años la ley y la norma no es universal.

Cuando se politiza e intenta intervenir o sabotear las policías de Miranda, Lara, Táchira o Zulia, pero a las otras se les da el remoquete de «socialistas», se está quebrando el sentido de la ley, que dice que tiene que ser igual para todos. Detrás de eso hay un elemento que para nosotros es básico: el quiebre normativo de la sociedad.

Para nosotros lo que está pasando en el país es que el sentido de la norma y de la ley se quebró, el pacto social en Venezuela se destruyó, y se destruyó con toda intencionalidad, con el propósito de fomentar la lucha de clases. Se destruyó con las invasiones, con la ley del «porque me da la gana», con el arrebato de competencias a los alcaldes opositores. Con todo esto el mensaje que le dan a la población es que la norma y la ley no es lo que regula las relaciones, sino la fuerza, el poder y las armas.

En Venezuela se creó una condecoración llamada 4 de febrero, lo cual es un elogio a las armas como medio para alcanzar el poder. Eso comenzó con un sentido político, pero el mensaje se ha ido filtrando hasta llegar a lo más básico de la sociedad.

Nosotros lo entrevistamos hace aproximadamente tres años y ya entonces usted señalaba esta situación como explicación a la violencia que se vive en Venezuela. ¿Esto ha cambiado desde entonces, disminuido o incrementado?

-Se ha intensificado, claramente se puede decir que ha aumentado. Tenemos un incremento en la violencia y un descenso en la convivencia. Han aumentado los homicidios, secuestros, las venganzas, las muertes de los policías y han aumentado las muertes de los delincuentes por parte de los policías. Es decir, todas las formas que uno pueda encontrar de la violencia. Sin embargo, creo que ha habido cambios en las políticas, y uno encuentra signos en el gobierno de que se quiere responder al problema.

Incoherencia

-A principios de este año se aplicó el Plan Patria Segura, con la incorporación de fuerzas militares en el resguardo ciudadano. A usted le parece que eso se pueda traducir en un resultado positivo como el que ha expresado recientemente el ministro del Interior?

-Yo creo que la presencia de los militares en la calle cumple una función simbólica importante al transmitir una idea de seguridad, pero su eficiencia es muy limitada desde el punto de vista criminalístico, porque están en puntos fijos. Cuando el delincuente sabe que en esa calle instalaron una alcabala se va por la calle de al lado; si la vigilancia se concentra en una zona, se mudan al municipio de al lado, y esto lo hemos visto.

-¿Pero usted cree que efectivamente se pueda reducir la violencia si por un lado tenemos una intención de respuesta con vigilancia, pero por otro persiste el discurso divisor y de pugna?

-No es posible. La seguridad de una sociedad no son los policías, los militares ni los chalecos; la convivencia y la paz en una sociedad se basa en la normativa, las leyes los acuerdos sociales.

Mientras no exista coherencia, mientras no se exalte la ley y el respeto hacia el otro, no podrá haber verdaderamente una disminución real de los homicidios ni de la inseguridad en el país. Si tu dices por un lado «yo puedo hacer lo que me da la gana», y por otro «voy a castigar a los individuos», la cosa no funciona.

Además creo que hay que reforzar la institucionalidad de las policías. Les puedes dar patrullas nuevas, pero si no les das autoridad y respeto frente a la población, no van a poder cumplir su trabajo.

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