Obama o el triunfo de la sindéresis sobre la retórica

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Como era de esperarse los presidentes latinoamericanos adscritos a las ideologías marxistas hicieron profusión de proclamas panfletarias en contra del imperialismo gringo. Sustentaron sus discursos en verdades sobre las muchas injerencias de Estados Unidos en nuestros países, les faltó agregar que la mayoría de invasiones contra nuestros territorios se produjeron con presidentes del partido Demócrata. Pudieron incluso recordar las poses y actitudes destempladas y prepotentes de George Bush, hijo.

Frente a este despliegue retorico dentro del cual se expusieron verdades incuestionables, el presidente Barak Obama dio una respuesta contundente y clara que probablemente nuestros iracundos y fanatizados Marat no hayan entendido. “Vengo a dar soluciones, pasemos la hoja del pasado, libremos a nuestras relaciones de las trampas ideológicas, si ayer cometimos errores hoy es el momento de corregirlos y ponernos en saldo positivo”. Estas palabras, esta posición fue validada como sincera y absolutamente viable y pertinente por el presidente cubano Raúl Castro, al calificar al presidente Obama como un hombre honesto y de raíces humildes, que traducido al lenguaje socialista es lo mismo que decir un compañero de luchas populares.

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Pero más allá de las palabras laudatorias y la inclinación de cabeza al estrecharle la mano, Raúl Castro expresó con esta posición algo que es obvio pero que la retórica “revolucionaria” quiere ocultar, Obama por sí solo representa un cambio en las políticas sociales e internacionales de los Estados Unidos. Es posible que muchos hayan querido o pretendido que él se convirtiera en el “vengador” de las injusticias que su país cometió dentro y fuera de su territorio y que muriera crucificado en el dolor de la impotencia, no obstante Obama al mejor estilo de Mandela, con sabiduría y cautela, ha logrado realizar grandes cambios que han permitido un mundo más amigable donde el diálogo inteligente le ha dado oportunidad a los entendimientos aunque persistan los escenarios de misiles y odios seculares.

La Cumbre de Panamá fue básicamente eso, un triunfo de la sindéresis de un hombre honesto contra la retórica exaltada de dirigentes que no podían dejar pasar la oportunidad de blasonar de corajudos tercermundistas frente a los poderes imperiales, representados por un hombre de color negro que es la persona más poderosa del planeta porque le ha sido fiel a los principios que asumió con los ciudadanos más pobres de Chicago.

En lo que respecta a las exigencias venezolanas de derogar un Decreto sobre medidas sancionatorias, en lo meramente interno de EEUU, contra unos funcionarios venezolanos acusados de violar Derechos Humanos, el presidente Obama no tuvo que hacer mucho esfuerzo en explicar y ratificar su posición. El documento suscrito por 26 ex presidentes de España y Latinoamérica fue suficiente respuesta frente a la solicitud del Presidente Maduro.

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Duele, duele profundamente, el papel que jugamos en Panamá. Internamente podemos enfrentar a Maduro pero en todas partes donde vaya es nuestro Presidente, es nuestro representante, posiblemente él no sienta que representa a todos los venezolanos, pero para el resto del mundo su papel de ridículo (incluyendo lo vergonzoso de buscarse un doble), es el traje que vestimos para la Historia.

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