Son múltiples los avances y las implicaciones derivadas de las decisiones adoptadas por los gobiernos acerca del reclamo por la igualdad de derechos de los movimientos sociales, como es la comunidad de personas lesbianas, gays, bisexuales y transexuales o LGBT, como se les denomina. Es un hecho la despenalización; pero la unión matrimonial y, sobre todo la adopción, es parcial.
Es un hecho que la Iglesia no podía pasar por alto. Pero tampoco ha sido fácil dicho proceso, ni significa que el Sumo Pontífice, con sus declaraciones, da luz verde al mismo. Todo lo contrario, las contradicciones afloran y la ambigüedad está presente, a juicio de algunos analistas.
Es conocido, por ejemplo, que antes del Sínodo de la Familia de 2014, se efectuó una amplia consulta al respecto, según el National Catholic Reporter de la Santa Sede. Luego el Papa declaró que la Iglesia debía dejar de lado su obsesión con denunciar el aborto, la anticoncepción y la homosexualidad para mostrarse más compasiva, o de lo contrario se arriesgaba al colapso de toda su estructura de moralidad como una torre de naipes. Asimismo, fue celebrada su afirmación, luego del viaje a Brasil: “Si una persona es gay, busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarla?”
Pero, también entre sus cercanos seguidores ha habido declaraciones precisas. El secretario de Estado, Pietro Parolin, a raíz del resultado refrendario de los católicos en Irlanda, expresó: “No solo se puede hablar de una derrota de los principios cristianos, sino de una derrota de la humanidad”. El cardenal Angelo Bagnasco, presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, fue categórico, al decir: «Nosotros creemos en la familia que nace de la unión estable entre un hombre y una mujer, pontencialmente abierta a la vida; esta unión, que constituye un bien esencial para la sociedad, no es equiparable a otras formas de convivencia».
El nombramiento de Monseñor Battista Rica en el Banco del Vaticano, por parte del Papa Francisco, aseveró Sandro Magister, de la revista italiana L’Espresso, fue un avance del “lobby gay”, una red de influyentes prelados homosexuales, “un poder paralelo que trama contra el pontífice, según AFP.
Desde el 11 de enero de este año, Francisco I tiene una papa caliente en sus manos: el gobierno francés designó como embajador en la Santa Sede a Laurent Stefanini, con un currículo impecable. Salvo por un detalle, mencionado por especialistas en cuestiones del Vaticano, es gay declarado.
La realidad latinoamericana muestra avances significativos en casi todos los países, con diferencias en cuanto a los aspectos referidos. En nuestro caso, el sacerdote de Petare, Bruno Renaud, desde la perspectiva de la evangelización, la pastoral y la educación que imparte la Iglesia advierte acerca de la adaptación que ello requiere. Es crítico, por ejemplo, al interrogar: ¿Con qué derecho imponer a un niño- niña la particularidad de un entorno familiar tergiversado?
Es evidente que ni la Iglesia ni ninguna otra entidad como el Estado y, menos la familia, pueden obviar estas tendencias; pero así como la libertad en extremo conduce al libertinaje, el igualitarismo puede contribuir a la pérdida de valores, de la cual tanto se habla hoy. Francisco I “surfea” en el fuerte oleaje de los cambios.
