Carta a los Médicos.

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Respetables colegas, me siento obligado dirigirme a
ustedes ante el desaliento de muchos jóvenes galenos egresados de las
Escuelas de Medicina de nuestras Universidades Nacionales Autónomas,
y de los distintos post grados de los Hospitales Universitarios, por
el creciente deterioro del sistema de salud venezolano ante el fracaso
de un programa socialista que lideró HRCHF, y que el gobierno del
presidente Maduro con más errores que aciertos lo a casi desbaratado.
Gran parte de los recursos provenientes de la bonanza petrolera,
varios miles de millones de dólares, fueron despilfarrados en
vergonzosos actos de corrupción administrativa en dos planes
rimbombantes: Venezuela 2000 y Misión Barrio Adentro sin que
aparecieran hasta ahora los culpables o se castigara a los
improvisados ministros de la salud durante éste tiempo, así como los
demás delincuentes del directorio ejecutivo por la compra triangulada
con Cuba de costosos equipos de alta tecnología en imágenes,
laboratorio, quirófanos, unidades ambulatorias, vehículos,
ambulancias, Aero ambulancias, etc, etc ; instalados en las
tristemente célebres CDI, que aparte de haber generado gigantescas
comisiones por sobre precios, allá con los Castro, y aquí con el
entorno de familiares, militares amigos del comandante y enchufados,
han sido posteriormente desmanteladas o no están operativos por
ausencia de mantenimiento. Recientemente se descubre un mega guiso en
el Instituto Venezolano de los Seguros Sociales, que presuntamente
involucra a una misma familia que repartida en 12 compañías anónimas
fueron beneficiadas sin licitación alguna, por contratos de servicio,
suministro de equipos, medicamentos e insumos médico quirúrgicos, por
la grosera suma de seiscientos mil millones de bolívares fuertes, y a
un dólar preferencial para el renglón salud a Bs 6/$. Todo ello en
detrimento del moderno sistema de salud establecido desde mediados del
siglo XX, que con todo y sus fallas, jamás había llegado a las
paupérrimas condiciones actuales. Cualquier usuario de los hospitales,
centros de salud o medicaturas rurales, puede dar testimonio de la
pésima atención por la carencia de los insumos médicos más elementales
para el diagnóstico o terapia de enfermedades comunes. No se diga nada
para los gravemente enfermos, donde sus familiares pobres como ellos,
tienen que salir vendiendo hasta lo que no tienen para adquirir los
materiales quirúrgicos, medicamentos, equipos descartables y otros
enseres como colchones, sábanas, cobijas o útiles para la limpieza de
los pacientes y hasta de la sala donde están hospitalizados. Si esta
revolución logró algo en éste campo, fue dejar con carácter de
exclusividad los hospitales para los pobres de solemnidad, los que no
tienen medios para acudir al servicio privado. Un genocidio
programado. En mi ejercicio de médico de hospital, durante casi
cuarenta años, estos centros públicos eran los predilectos para todas
las clases sociales, porque tenían de todo, aunque siempre nos
quejábamos de sus deficiencias, porque exigíamos mejoras y
actualización técnica, así como salarios justos, centrando las luchas
gremiales en contratos colectivos que dignificaran la vida de
sacrificios de un médico y de los otros gremios del sistema. Con
nuestros sueldos lográbamos sostener una familia, tener derecho a una
vivienda, un vehículo, vacacionar, asistir a congresos médicos, hacer
cursos o post grados, adquirir bibliografía en libros y revistas
médicas. O sea vivíamos confortablemente, la actividad privada era
complementaria y opcional, más no obligante como lo es hoy día. Sé
porque lo vivo a diario, que muchos de ustedes han decidido irse del
país, han perdido toda esperanza de progreso. Somos los profesionales
universitarios más castigados por éste régimen dictatorial, los
sueldos están por debajo del personal obrero, y el futuro se presenta
sombrío. Solo quiero trasmitirles las palabras de uno de mis maestros
el Dr. Enrique Benain Pinto: “Aún en las peores condiciones socio
políticas, el médico no puede deslastrarse de su misión salvadora, es
como negar ese don especial y divino concedido por el Creador, que
solo se le da a muy pocos. No debemos sentirnos frustrados por la
distancia que existe entre el poder que los demás suponen que tienen,
y el que en realidad poseen. Todo poder tiene su final” Solo hay que
luchar con fe, sabiduría, paciencia y fortaleza para alcanzar la
victoria. Los Dones del Espíritu Santo.

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