Va Pensiero – Muerte y resurrección de la verdad

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Desde que Nietzsche anunció la muerte de Dios muchas cosas se han desmoronado. Entre ellas la concepción clásica de lo que es la verdad, la ética y la filosofía políticas basadas en la existencia de alguna verdad capaz de sustentar cualquier planteamiento.

La “Verdad” definida como una suficiente correspondencia entre lo que se percibe, lo que decimos y lo que realmente existe, tal vez no haya muerto del todo, pero preferimos mansamente las posverdades. Por supuesto, lo que está ahí afuera sigue existiendo junto con el deseo de captarlo de la manera más exacta posible, de describirlo con precisión y transmitirlo con comprensibilidad, haciéndolo inteligible y útil.

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Aparentemente, después de mucho intentar ampliar, comprender y describir la verdad, descubrimos que ella es demasiado compleja como para caber en nuestro cerebro: no nos alcanzan los megas para guardar tanta información; tampoco nos alcanzan los chip que disponemos para manejarla ni hay modo de aumentar su velocidad de procesamiento. Y la lógica del lenguaje sigue siendo básicamente la misma desde que utilizábamos un ¡“gru-gru-gruuuu! para advertir que “un león grande y hambriento nos espera fuera de la cueva”. Y justificamos nuestro fracaso intelectual anunciando la llegada del posmodernismo, un nuevo tiempo en el que negamos la posibilidad de alguna verdad verdadera. Ahora cada uno tiene su verdad. La posmodernidad ha legitimado a la media verdad y a la mentira completa, las ha hecho socialmente aceptables.
Las posverdades nos intoxican y nos hace imposible comunicarnos en particular en los predios de la política. Cada vez que intentamos contrastar las posverdades del otro, estos se cierran afirmando que su posverdad es tan legítima y verdadera como la mía. Solo nos queda pensar cuan difícil es leer la realidad, especialmente cuando se actúa en pro de construir un país mejor.

Siempre ha sido reconfortante compartir una idea generalizada, no importa si es verdad o mentira. Ahora no es necesario buscar la verdad dudando de lo que vemos y creemos pues resulta que la verdad ya la tenemos en nuestra cabeza.
Hasta la llegada del posmodernismo un buen gobierno era aquel que hacía progresar a su país, resolvía sus carencias, le permitía a sus ciudadanos vivir en paz y en justicia. Hoy, en tiempos de la pospolítica el gobierno de Maduro nos promete otras cosas: derrotar al imperialismo, ser ejemplo a las naciones del mundo, salvarnos de todos los problemas que supone la civilización industrial como son, por ejemplo, las mentiras que supone la medicina académica para darle la bienvenida al brujo y al yerbatero, herederos de patrióticos saberes ancestrales. Hoy no necesitamos teorías económicas burguesas para enfrentar una guerra económica que nadie sabe que es, contra quien hay que actuar o como resolver.

Pero la realidad es terca, se la esconde por un lado y se asoma por otros. Y mientras Maduro proclama que abundan las medicinas y los alimentos, alguien todavía puede hablar con la anticuada verdad, la de la modernidad, la que hace coincidir lo que se dice con lo que es: la muerte de muchos por falta de medicinas y por desnutrición.

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La posmodernidad y sus pos verdades solo puede surgir en países como los europeos donde no hacen falta verdades verdaderas pues el sistema puede seguir funcionando sin ellas. El ciudadano europeo no necesita grandes relatos ni necesita interesarse en la política: con el fútbol le basta. Nosotros todavía estamos en el subdesarrollo y necesitamos verdades que nos movilicen y reclamar en la calle, uno de los espacios propios de la política.

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