#OPINIÓN Peligro: Expectativas Dañinas #18Ago

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La política, como la vida, tiene altos y bajos. Principalmente desde el punto de vista emocional y sobre todo en una dinámica tan cambiante como la que rodea el mundo político venezolano.

Somos una montaña rusa de sentimientos: unos días estamos tristes, algunos esperanzados, otros llenos de incertidumbre y a veces frustrados. Pero nada sorprende respecto a la inestabilidad que sufrimos. Un país inestable genera emociones inestables.

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En efecto, no es normal. Es entendible, pero no es lo que debería ocurrir porque, más allá de que como regla ciudadana la gente no merezca vivir en una permanente zozobra, tampoco debe un pueblo acostumbrarse a la angustia de no saber qué pasará mañana o crearse falsas esperanzas.

Ahora, no pretendamos que quienes usurpan el poder le garanticen la tranquilidad a nuestros ciudadanos venezolanos. Eso sería pedirle peras al olmo y nunca va a ocurrir. Mientras el régimen de Maduro permanezca, estamos condenados a no vivir en la sana paz que nos permita alcanzar la felicidad colectiva. Sin embargo, debemos exigirle, reclamarle y obligarles a los “nuestros”, a nuestros dirigentes, que hagan su parte para no convertir a nuestra propia gente en un manojo de alteraciones emocionales.

Constantemente recibimos quejas del ciudadano común que no está involucrado de lleno en el hecho político, cuestionando el por qué no se han implementado medidas más contundentes y determinantes que logren ponerle fin al sufrimiento nacional. Como si fuese una elección simple, escoger qué vamos a comer, qué camisa vestir o qué canal de televisión sintonizar. ¡No! Las alternativas que puedan dar solución a la realidad que vivimos dependen de mucho más que la simple voluntad de quienes queremos que esto termine pronto. Incluso, ni siquiera podemos afirmar que es una decisión personal del presidente Juan Guaidó ni que depende de una acción emanada de la Asamblea Nacional.

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Hacerle creer a nuestros seguidores que aquí no se han producido resultados por la inacción de Guaidó o por el conspiranoico criterio de que nuestros propios diputados entorpecen la salida, parece más un afán de quienes quieren fortalecer su liderazgo destruyendo el de quienes hoy están al frente de la lucha por la democracia. Me da la ligera impresión de que todavía existen algunos (o algunas) egoístas que no tienen la humildad suficiente para respetar el liderazgo que Dios y el pueblo venezolano han dado al joven presidente de la Asamblea Nacional al asumir la responsabilidad que le tocó desde el ejercicio de su presidencia.

Inventar teorías creíbles y desmenuzarlas en un discurso toca corazones, que busca levantar el odio y el resentimiento que el propio régimen se ha encargado de sembrar en los venezolanos sufridos, es hacer lo mismo que hizo Chávez hace 20 años. Claro, habrá a quienes poco le importe construir con odio la fortaleza que logre acabar a quienes lo han promovido. Los entiendo. Pero si algo nos hemos encargado de dejar muy claro en nuestras maneras y nuestro proceder, es que no somos iguales a ellos, sino distintos y mejores. Capitalizar el resentimiento que hoy siente un venezolano por tantas carencias, tanto daño y tantas pérdidas, puede convertir nuestro proyecto en algo muy parecido a lo que hoy está instaurado.

Por otra parte, los elementos de los cuales depende que las alternativas y los mecanismos de solución avancen, muchas veces están directamente relacionados con asuntos de geopolítica mundial: narcotráfico, terrorismo, paramilitarismo, petróleo, acuerdos políticos entre países del mundo con vinculaciones en Venezuela, la actuación de los órganos internacionales y un largo etcétera. Por ende, cometer la estupidez de atribuir a una sola persona la responsabilidad de hacer que el planeta se avoque a ayudarnos con la mayor efectividad y rapidez posible, es un acto tan irresponsable y tan colaboracionista como son las acciones de quienes son señalados por tener intereses ocultos con el régimen porque al final, todos terminan siendo útiles para los fines de Maduro y su permanencia en el poder. Algunos por jugar para atrás y otros por debilitar y detractar a quienes tienen sobre sus hombros la difícil tarea de lograr llevar este barco a buen puerto.

Si insistimos en pintarle pajaritos en el aire a los venezolanos, para luego echarle la culpa a otros por la frustración que sentirán al ver que esos pajaritos realmente no existen, terminaremos siendo tan culpables como Maduro de todo el sufrimiento que están atravesando los venezolanos porque vamos a desinflar cualquier posibilidad de fortalecer los caminos y las estrategias que sean necesarias para cumplir el objetivo de alcanzar la libertad. Las metas serán alcanzadas, indiscutiblemente, pero haciendo las cosas con madurez, sensatez, sapiencia y estrategia política de altura.

Tomemos el ejemplo de Henrique Capriles, quien hizo públicas unas palabras de reconocimiento al presidente Guaidó, en las que le expresaba su apoyo porque le tocó a él (a Guaidó) empuñar la bandera del liderazgo político. Así como Capriles confía en Juan, nosotros también debemos hacerlo. ¡Humildad y confianza!

Miguel A. Peña N.

@MiguelPenaPJ

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