#OPINIÓN Puente redondo: El simbolismo del apellido Zubillaga #12Dic

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Dedicado a Cristóbal “Toba” Zubillaga.

Tanto el mito como los símbolos han sido rechazados por el racionalismo de Occidente.  Los mitos, sin embargo, crean y suponen dimensiones de mundo, y todo por absurdos que puedan parecer, encierran unos valores de verdad.  El símbolo, por su parte, es paradigma del ser y posibilita en cierto modo que las cosas sean.  Es la idea en su sentido originario, el arquetipo o forma primigenia que vincula el existir con el ser.  Los símbolos están en el centro, en el corazón de esta hermana gemela de la razón que es la imaginación; revelan los secretos de los inconsciente, conducen a los resortes más ocultos de la acción, abren la mente a lo desconocido y a lo infinito.  Estos fenómenos han sido estudiados desde el siglo XIX por Ed Von Muller, D. T. Wundt, y en el siglo XX por Lévy-Bruhl, Glaber, Eichhorn, Baver, Strauss, Eliade, Freud, Jung y Lévi-Straus, entre otros.

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Para Carl Gustav Jung, discípulo y luego disidente de Freud, la motivación inconsciente no varía de cultura a cultura, como sostenía su maestro.  Se opone a este relativismo cultural en su teoría del inconsciente colectivo que sería la más honda y universal motivación humana.  Desde que el hombre es hombre simboliza en imágenes y mitos de carácter universal.  En todas partes es la madre el símbolo de lo que nutre y protege; y el padre lo es del poder, de la ley, de lo temible.  La serpiente personifica astucia y seducción.  A estos símbolos ancestrales de significación universal los llama Jung arquetipos, de los cuales está hecho el inconsciente colectivo.  Ahora bien ¿Por qué nos interesa esta doctrina tan altamente interesante?

Tal interés viene por efecto del apellido Zubillaga, el cual y según refiere José Antonio Sangróniz de Castro en su obra Familias coloniales de Venezuela, significa en vascuence “Puente redondo”.  El escudo de armas de la familia, según el autor de Heráldica vasca, Don Carlos de Guerra que los parlantes eran: un puente de oro de tres arcos sobre ondas de agua; orla de plata, con ocho jabalíes negros.  La historia del símbolo atestigua que todo objeto puede revestirse de un valor simbólico, ya sea natural (piedras, metales, árboles, frutos, animales, fuentes, ríos y océanos, montes y valles, plantas, fuego, rayo, etc.  O sea abstracto (formas geométricas, número, ritmo, idea, etc).  Para Jung el símbolo no es ni una alegoría, ni un simple signo, sino más bien “una imagen apta para designar lo mejor posible la naturaleza oscuramente sospechada del espíritu”; y agrega “el símbolo no encierra nada, no explica, remite más allá de sí mismo hacia un sentido aún en el más allá, inasible, oscuramente presentido, que en ninguna palabra de la lengua que hablamos podría expresar de forma satisfactoria”.

El puente, los puentes son en efecto símbolos preñados de significación, son la expresión de lo que se presiente, pero aún no se reconoce.  Entonces incitan al inconsciente a la participación: engendran la vida y estimulan su desarrollo.  Dicen Chevalier y Gheerbrannt que el simbolismo del puente: en cuanto permite pasar de una ribera a otra, es uno de (los símbolos) más universalmente extendidos.  Este paso es el de la tierra al cielo, el del estado humano a los estados suprahumanos, el de la contingencia a la inmortalidad, el del mundo sensible al mundo suprasensible.  Diversas leyendas de Europa oriental hablan de puentes de metal.

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Esta simbología penetró, incluso, al cristianismo: la visión de San Pablo menciona símbolos parecidos.  Es muy notable, agregan, que el título de pontifex, que fue el del emperador romano y continúa siendo el del Papa, significa “Constructor de puentes”.  El pontífice es a la vez el constructor y el puente mismo, como mediador de cielo y tierra.  En la tradición galesa existe un aforismo que reza “Quien sea jefe, que sea puente”.  El rey Arturo, como rey, es decir el puente entre cielo y tierra.  En las tradiciones del Islam se describen la travesía del Puente o Sirat que permite acceder al paraíso, pasando por encima del infierno.  Más adelante agregan estos autores:

Todas estas tradiciones confirman la simbólica del puente: lugar de pasaje y de prueba.  Pero le dan una dimensión moral, ritual y religiosa la simbólica general del puente y su significación onírica: un peligro a superar, pero igualmente la necesidad de un paso a atravesar.  El puente pone al hombre sobre una vía estrecha, donde encuentra ineluctablemente la obligación de escoger. Y su elección lo condena o salva.

Veamos ahora las formas y circunstancias en que los hombres y mujeres de la progenie Zubillaga han actuado como mediadores, intermediarios, y en suma como puentes en diversas y distintas situaciones que les han tocado vivir desde que en 1794 llegó el primer Zubillaga a Carora, Don Agustín Luis de Zubillaga como Administrador de la Real Hacienda.  Como funcionario real debió de actuar como un árbitro, un mediador entre la Corona española y sus Súbditos americanos.  Años después, al estallar la Guerra de Independencia tomó partido por la República al servirle como contralor de los Hospitales del Ejército de Colombia, lo que le permitió, dice Perera, hacer todo el bien posible a los que perseguía el gobierno español “que fue un bienhechor de todos aquellos infelices que se les perseguía por afectos al sistema de Independencia”.  Su conducta siempre pacífica y cordial le salvó de ser objeto del Decreto de Guerra a Muerte expedido por Bolívar en Trujillo.

Uno de sus hijos, José María Zubillaga (Perera), nació en Carora el 20 de agosto de 1808.  Una pequeña biografía escrita en el siglo XX por un descendiente suyo, Cecilio “Chío” Zubillaga Perera, dice que “fue sujeto de bastante distinción en Carora, en diversas actividades de la vida social.  Como activo mediador cultural, según la expresión de Michel Vovelle, participó de la cultura de élites, pues se adiestró “en escritura, lectura y números en el Bufete particular de don Agustín” .  Como su padre, fue también Administrador de Rentas y gracias a su competencia y honradez fue posible sostener, con el Tesoro local, cinco Escuelas de Primeras Letras en el Cantón.  Años más tarde fue revolucionario contra el gobierno de José Gregorio Monagas, por lo que fue procesado en 1854.  En 1863, en un gesto que caracteriza a los Zubillaga, fue conducido a prisión por el simple hecho de haber protestado contra el saqueo de su pequeña propiedad pecuaria por parte de las tropas federales.  Agrega “Chío” que José María le valió obtener su libertad por sus relaciones amistosas, siempre cordiales y consecuentes con el General León Colina.

Ya nos hemos hablado  lo suficiente sobre el Br. Antonio María Zubillaga (1841-1924) unas páginas más atrás y destaquemos ahora un rasgo excepcional y único de la familia Zubillaga al constituirse como los permanentes mayordomos de la Cofradía del Santísimo Sacramento.  En 1828 Agustín Luis de Zubillaga era Alcalde Segundo Municipal y Mayordomo de la Cofradía del Sacramento; su hijo, José María, lo era en 1869, oportunidad cuando existían en la ciudad otras nueve cofradías. Y en el siglo XX esta saga continuará, pues al morir el Br. Antonio María en 1824, le sucedió como conductor de la hermandad más antigua y famosa de Carora su hijo José María Zubillaga Perera, el cual fue electo para tan importante institución eclesial, aglutinadora de lo social, el día 13 de abril de 1924.  No todo quedó allí pues al fallecer José María le sucedió como Mayordomo del Sacramentado el Sr. Pablo Jesús Zubillaga Herrera, Mayordomo de la Cofradía hasta su fallecimiento en octubre de 1980, y le ha sucedido hasta el presente su hijo mayor Pablo Jesús Zubillaga Carrasco.

Quiere decir que desde que el primer Zubillaga en llegar a Carora se anotó como hermano de la cofradía del Sacramentado, el 15 de febrero de 1803 hasta los días que corren, han transcurrido 202 años en los que la familia Zubillaga, han dirigido la Cofradía más antigua, de mayor renombre y cantidad de cófrades.  Han sido dos siglos en los que esta notable estructura de solidaridad de base religiosa ha soportado y sobrevivido al pensamiento ilustrado, al positivismo, discursos del progreso que intentan destronar la eternidad.  ¿Qué ha permitido esta notable pervivencia?  En un primer lugar y como ya lo hemos destacado, Carora ha sido un pueblo reconcentrado, cerrado al exterior y que se cocinó en su catolicismo gracias al rito, a la repetición: vuelta de la fecha sagrada más que la profana, y a la “lectura colectiva” de una lengua sagrada, el latín, ligada a un orden de poder ultra terrenal.

El historiador colombiano Germán Arciniegas nos dice en su Bibliografía del Caribe, obra publicada por vez primera en 1945, que Francisco de Miranda y su destino fue vaticinado por la heráldica.  La descripción de su blasón empieza así: “Un escudo de campo roxo y en él colocados cinco medios cuerpos de doncellas sin adorno. . .” (21).  De modo similar el puente de la heráldica vaticinó el destino de la muy caroreña familia Zubillaga.  Custodios de la fe en la Sagrada Eucaristía, junto a los Párrocos, cuyos ancestros y defectos eran conocidos por todos los oyentes de sus celebraciones, eran todavía los intermediarios directos entre los feligreses y la divinidad.  Es que el gran mérito de las concepciones del mundo  religiosas, tradicionales, dice Anderson, (que naturalmente deben distinguirse de su papel en la legitimación de sistemas específicos de dominación y explotación) ha sido su preocupación por el hombre-en-el-cosmos, el hombre como un ser de especie, y la contingencia de la vida.

Impulsados por estos sentimientos eternos de lo humano, fundó el Pbro. Dr. Carlos Zubillaga la Cofradía de la Inmaculada Concepción en la Iglesia de San Dionisio en “Homenaje a su divina aparición en Lourdes”.  Con ayuda de su mayordomo ¡otro Zubillaga!, Ramón, celebraba fiestas en honor a Nuestra Señora de Lourdes el 12 de febrero de 1909, e hizo un trono para su imagen que costó 96 bolívares.  Al hacer a Nuestra Señora de Lourdes Patrona de la Parroquia, trajeron floreros de Europa en octubre de 1909 y construyeron una gruta que sirve al altar (23).

Pero no se crea que las mujeres apellidadas Zubillaga no accedían a cargos de alguna importancia, pues por vía del ejemplo, al morir en 1939 el Mayordomo de esta Cofradía, el Señor Pedro Adrián Zubillaga, fue nombrada sin realizar elecciones como Mayordoma la Señora María Zubillaga de Riera el 30 de abril de 1939 (24).

Los Zubillaga, así como el resto de la “godarria caroreña” (la expresión es de Chío Zubillaga) constituían pequeños enclaves de gente alfabetizada entre grandes multitudes de iletrada.  Sacerdotes, sacristanes y mayordomos eran estratos estratégicos de una jerarquía cosmológica cuya cúspide era divina, como personas que sabían leer y escribir, los Zubillaga construyeron la memoria colectiva de un pueblo.  No de otra manera nos hubiésemos enterado que el 12 de abril de 1924 fue nombrado un nuevo Mayordomo de la Cofradía del Sacramentado al morir el Sr. Antonio María Zubillaga y que por votación resultó elegido el Sr. José María Zubillaga Perera, hijo del anterior, por 68 votos, y que, además, José María derrotó a Ramón Pérez Alvarado, quien obtuvo 01 votos, al Dr. Agustín Zubillaga (01 votos) y al señor Juan Bautista Zubillaga (01 votos).  Este acto tuvo por escenario la Iglesia Parroquial de San Juan Bautista y firmó como su párroco el Pbro. J. Mardoqueo Perera.  El documento va acompañado de 68 firmas de hermanos, de entre las cuales destacan siete de apellidos Zubillaga, a saber Gilberto, Pedro Adrián, Juan Bautista, Carlos Zubillaga Silva, José María Zubillaga Riera, Rosana y Cecilia (26)

La mano de los Zubillaga registró para la posteridad las misas celebradas por el alma del difunto Br. Federico Carmona (fundador de El Impulso en 1904) el 22 de octubre de 1928 (27), la misa por el difunto hermano Dr. Lucio Antonio Zubillaga (28) (Vicerrector del Colegio Federal Carora); la suma de bs. 15 por 3 misas que se le aplican por los hermanos difuntos Dr. Ramón Pompilio Oropeza (Rector del Colegio Federal Carora), Felipa S. de Meléndez y Matilde S. de Zubillaga Perera el 31 de marzo de 1937 (29), la misa por el difunto hermano José Herrera Oropeza, fundador de El Diario de Carora en 1919.

Los amables y gentiles hombres y mujeres de apellido Zubillaga han sido en la historia de Carora verdaderos y efectivos  intermediarios culturales: a medio camino entre la cultura de las elites y la cultura popular, según la expresión del historiador marxista francés Michel Vovelle. Un puente entre los de arriba y los de abajo y que ha tenido su expresión mayor en la figura de Cecilio Zubillaga Perera. 

El Archivo Zubillaga en 2022

En el presente año de 2002 ha sido trasladado y digitalizado el Archivo Zubillaga, gran logro de la cultura en rescate de la memoria colectiva de Carora y del Municipio Torres. Fue iniciativa del Cantón Carora y del ingeniero Cruz Mario Zubillaga, su celador y quien lo mantenía hasta hace poco tiempo en su hogar.

 Un equipo de jóvenes dirigido por la abogada e historiadora por la Universidad de Los Andes y mi exalumna Danny Gómez Timaure, pone en orden y a disposición de investigadores este extraordinario repositorio documental que alguna vez estuvo bajo custodia de Cecilio Chío Zubillaga. Es una labor inmensa y de mucho cuidado que ellos realizan con gran entusiasmo y dedicación. 

 Ocupa este excelente repositorio documental un amplio y ventilado local de la Diócesis de Carora, frente a la Plaza Bolívar de Carora, por gentil iniciativa del Obispo Carlos Curiel, un hombre sensible a las manifestaciones del espíritu. Un nuevo capítulo de la historia se abre en consecuencia, dije en la oportunidad en que se dio el anuncio público de tan magnífica iniciativa, el 2 de noviembre de 2021, en los salones de la Sociedad Regional de Ganaderos de Occidente, Carora. Nuevos aspectos hasta ahora ignorados de nuestro pasado se conocerán entonces. En hora buena.

Luis Eduardo Cortés Riera

 [email protected]

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