Transitar por las principales calles de Barquisimeto hace parecer que el asfaltado en la ciudad está en buenas condiciones, aunque la realidad entre algunas calles de la ciudad sea muy diferente. A pesar de los anuncios oficiales sobre avances en asfaltado, la realidad diaria de muchos conductores y peatones parece contradecir las cifras.
Las calles del municipio Iribarren todavía presentan huecos que no solo dificultan la circulación, sino que amenazan la integridad de los vehículos y, más grave aún, la seguridad de los conductores.
Hace pocos días, la Alcaldía de Iribarren informó la colocación de 3.289 toneladas de asfalto en los primeros meses de 2025, como parte del llamado Plan Tapa Hueco. Esta iniciativa ha requerido una inversión que ya supera los 66 millones de bolívares y, de acuerdo con cifras oficiales, ha permitido la recuperación de 19.974 metros cuadrados de vialidad en distintos puntos del municipio. Sin embargo, los resultados sobre el terreno siguen siendo motivo de controversia.
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El contraste entre el anuncio y el asfalto
Tras un recorrido por la calle 17 es visible para cualquier conductor la situación en la que se encuentra el asfaltado en la zona, obligados a hacer maniobras para que el vehículo no sufra daños al caer en algunos de los huecos o también, deber desacelerar en la vía para avanzar donde el asfalto es inexistente y el material que mantiene la vía es una mezcla de piedras con tierra.
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Huecos que se extienden a través de toda la carrera 28 con calle 39, en tramos que cubre toda la cuadra hasta llegar a la calle 40, donde la condición de la vía tiene un sector sin tránsito como para que las plantas consigan crecer en esta capa de tierra que es lo único que cubre el paso.
Huecos que vuelven y baches que se profundizan
Las lluvias recientes solo han agravado la situación, y cada día que pasa sin atención, el hueco gana terreno. La escena se repite en múltiples puntos de la ciudad: asfaltado que cede, reparaciones incompletas y filtraciones que no se abordan de raíz.
“Este hueco es una trampa. Hay que hacer maromas para no caer, y aun así se daña el carro”, dice un transportista que recorre diariamente el centro de la ciudad. La impotencia de los ciudadanos se mezcla con la frustración al ver cómo los trabajos, cuando se hacen, no siempre son duraderos.