Una aventajada profesora universitaria hace doctorado en la Católica. Luego de año y medio en Santiago, ya no habla en venezolano, tampoco en chileno. A veces no entiende si sus compañeros le sonríen o le hacen bullying, si es por ser arquitecta en lugar de ingeniera, si es por ser mujer o porque envidian su gracia y su entusiasmo. Su orgullo y su fe le ayudan. Su inteligencia la hará una ganadora. Un seis y medio sobre siete de promedio es su carta de recomendación. Una sonrisa sigue siendo su identidad.
Un experto vendedor de materiales de construcción en Barquisimeto, atiende los pocos clientes del nuevo negocio de dulces y abarrotes que acaban de abrir sus amigos venezolanos en Santa Isabel con San Isidro. Le queda tiempo de sentarse sobre unas cajas y mirar al suelo para evaluar el presente, para extrañar el pasado, para añorar el futuro. Le ha costado afectar su estilo directo y risueño por el más distante y serio de los dependientes chilenos.
Un competente productor de seguros prueba suerte en un país con pocos riesgos en personas y bienes que cubrir: la atención médica resuelta hace tiempo con asociaciones más eficientes y justas que las compañías de seguros, casi nadie choca ni se roban los carros. Mejor será probar suerte con un negocio de café y helados. Una esposa y un bebé suman valor a la propuesta de hacer crecer el amor en Chile.
Una elegante dama caraqueña se vino hace años a escribir su historia, a contar sus viajes, a revivir su infancia en algún país del Asia Occidental. A mostrar sus finos modales, su crianza orgullosa, la cara fresca de una civilización ancestral. Algo de Chile tiene la Armenia de sus padres, algo de París ha encontrado en Santiago, algo de Caracas toca su corazón.
Un moreno caraqueño estudiante de periodismo pasó por la Universidad de Chile hace setenta años y conquistó una blanca chilena que se llevó a Venezuela para llenarla de hijas. Hace casi cincuenta, otro venezolano se casó en Arica con una sobrina de esa chilena para repetir la historia.
Hace doscientos años un amigo de Bolívar se enamoró de Chile, le dejó sus mejores letras, fundó la Universidad de Chile y escribió el primer tratado de Derecho Internacional Público en lengua española.
¡Bravo, don Andrés Bello! ¡Bravo, venezolanos en Chile!
Carlos J. Suárez Isea
