Dato relevante en las investigaciones que se adelantan en el proyecto Carora. Una Historia de Trabajo y Fe es como el despegue económico de esta ciudad ocurrió luego de su ascenso a la fase industrial, lo cual potenció su capacidad productiva en el campo al asegurar la compra segura de sus productos.
Los ganaderos de Carora a principios de la década de los años cincuenta del siglo XX escribieron historia al ser protagonistas en la creación de dos grandes empresas larenses: Prolaca y Leche Carora, la cual posteriormente se fusionó con Leche Carabobo para crear INLACA.
Junto a estas empresas se instalaron otras industrias de procesamiento de leche que indudablemente dieron empuje al esfuerzo de los productores que durante las primeras décadas del siglo XX asumieron el reto de modernizar la ganadería caroreña mediante el cultivo de pastos artificiales, el mestizaje programado, los cambios en el manejo de rebaños para tener mayor rendimiento de animales por hectáreas, en fin, adentrarse en la modernidad a través de las posibilidades genéticas, gerenciales y tecnológicas que tenían a su disposición.
Estas empresas, manejadas por productores fueron un pie de apoyo extraordinario para la producción de leche, apoyándolos económicamente con buenos precios, con asistencia profesional y acompañamiento permanente frente a cualquier dificultad coyuntural que se les presentase. Lamentablemente los problemas del contexto país hicieron colapsar esta positiva simbiosis.
Sobre todo para los criadores de la raza Carora eso se convirtió en un problema, especializados en la producción de leche necesitaban un comprador seguro, con precios sustentables y apoyo técnico para el mantenimiento de sus rebaños de alta genética. Todo esto lo obtuvieron, los ganaderos de Carora concretamente, con la creación de Colaca. ¿Cómo se originó esta empresa? Vamos a contarlo de manera resumida.
José Tomás Colmenares Lozada se graduó de ingeniero agropecuario con mención en alimentación vacuna en el Tecnológico de Monterrey, México.
Su padre Don José Crispiniano Colmenares era de la idea que la mejor herencia que se podía dar a los hijos era la educación y fiel a ese pensamiento le dio a los suyos la mejor educación posible y por ello a José Tomás y José Crispí los envió a estudiar en la mejor universidad latinoamericana de disciplinas agropecuarias en ese tiempo, y posiblemente de los actuales.
Regresó a Venezuela José Tomás con su flamante título y conocimientos de máximo nivel académico a nivel mundial y quería aplicarlos más allá de los límites de los predios familiares.
Por ese tiempo se presentó un problema que él aprovechó como oportunidad para impulsar los sueños que forjó en la academia mexicana. Su familia tenía unos equipos para procesamiento de alimentos en un galpón alquilado, una pequeña empresa que la situación del país hizo antieconómica y el tiempo le dio una pausa definitiva. Pasaron varios años con el galpón cerrado y los equipos, en buen estado pero sin ningún uso. La deuda acumulada en alquileres se montó en más de un millón de bolívares y los equipos apenas costaban unos 800 mil bolívares. Entonces el dueño del galpón Conrado Figueroa decidió embargar porque la deuda era prácticamente incobrable.
José Tomás se presentó al embargo con la esperanza de llegar a un acuerdo, esos equipos eran su oportunidad para darle carril a sus proyectos íntimos. Esos bienes estaban prácticamente perdidos y cualquier negociación era ganancia para él. Así en mitad del galpón y entre abogados y funcionarios tribunalicios, con la calma y temple de empresario que aprendió de su padre, José Tomás intentaba convencer al señor Conrado Figueroa de posponer el embargo. Mire, yo fui amigo de su papá y usted me cae bien porque se le sienten las ganas de trabajar y echar pa’lante con esos equipos, vamos a hacer una cosa, le voy a dar plazos cómodos para que vaya pagando. Está muy bien Don Conrado, pero tiene que darme un tiempo muerto para poder arrancar la producción. Conrado se quedó mirándolo y le preguntó, cuánto tiempo quiere. Tres meses, respondió José Tomás.
Cerraron el negocio y José Tomás salió con las llaves en la mano, pero llegando a la puerta se devolvió y le dijo a Don Conrado: Mire, al único proveedor de materia prima que yo conozco es a usted, para poder arrancar necesito que me fie varios camiones de maíz, sorgo, arroz y soya. Caray mijo, lo vengo a embargar y voy a terminar financiándolo, pero yo creo en usted y lo voy a apoyar. Así nació Colaca, una empresa de ganaderos larenses que por su crecimiento creó la procesadora Convelac y actualmente produce una de las leches de mayor calidad a nivel nacional.
Jorge Euclides Ramírez