Caminar por las calles de Barquisimeto se ha convertido en una odisea cotidiana, un desafío de equilibrio donde los transeúntes eligen el asfalto antes que las aceras.
La imagen se repite: fragmentos de concreto levantados, grietas profundas y raíces de árboles que devoran el paso.
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Esta problemática es especialmente visible en sectores como la urbanización El Parque, al este de la ciudad. Allí, un considerable número de aceras están tan deterioradas que los peatones se ven forzados a transitar por el medio de la calle, una solución precaria que en ningún caso garantiza su seguridad ante el constante tráfico vehicular.
No es un problema nuevo.
Los reportes y quejas sobre el estado de las aceras barquisimetanas se han acumulado con el tiempo, pero la inacción es la constante. El deterioro avanza sin freno, dejando a su paso un rastro de infraestructuras intransitables que impactan directamente la movilidad y seguridad ciudadana.
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Casos alarmantes también se observan en arterias viales como la avenida Los Comuneros y la carrera 2. En estas zonas, las imponentes raíces de los árboles han levantado por completo las losas peatonales, creando verdaderos obstáculos que hacen casi imposible el tránsito a pie por sus aceras. La naturaleza, en su crecimiento descontrolado, ha reclamado un espacio que le fue inadecuadamente asignado.
¿Qué dicen los expertos?
El mes pasado, El Impulso entrevistó al profesor Hildebrando Arangú, docente de la Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado (UCLA), quien arrojó luz sobre las causas de este desolador panorama. Según Arangú, los daños generalizados en la infraestructura peatonal de la ciudad son una consecuencia directa de la ausencia de estudios de impacto ambiental apropiados durante las etapas de diseño urbano.
«Se ha debido prever en la ingeniería de diseño la presencia de árboles y sus características florísticas: el tipo de copa, la altura, el diámetro del tronco, y especialmente el sistema radicular«, explicó el experto.
Arangú enfatizó la importancia de una selección inteligente de las especies arbóreas, acorde con el entorno específico. Distinguió entre árboles aptos para plazas o grandes áreas verdes, y aquellos arbustos o especies con sistemas radiculares menos invasivos, ideales para espacios más confinados como aceras y calles estrechas.
La falta de esta previsión hoy se paga con el riesgo diario de los peatones, quienes siguen esperando que las autoridades tomen acciones concretas para devolverles el derecho a caminar seguros por su ciudad.
