“…Sobre 10,000 estudiantes se determinó que siete de cada 10 reprobaron las pruebas de matemáticas (74,93%) con calificación de 7,51 sobre 20 puntos, tanto en planteles públicos (92,09%) como en privados (72,68%) …”
Jorge Puigbó
La acción de educar la inician los padres, luego se aprende de los maestros, los libros, los medios, las personas, nunca terminamos de adquirir conocimientos. El cerebro del ser humano al nacer trae consigo una serie de informaciones, las cuales, a pesar de su aislamiento en el confort líquido del vientre materno, las adquiere a través de sus incipientes sentidos, luz y sonido principalmente, desde ese momento comienza un aprendizaje, una absorción de datos obtenidos mediante la información sensorial que va recibiendo y al acceder al conocimiento de las cosas, va asumiendo su entorno. Sin entrar en disquisiciones filosóficas y relativismos excesivos, sabemos perfectamente que las apreciaciones de la realidad pueden variar sutilmente de persona a persona debido a las características individuales de sus órganos sensoriales, la calidad de las señales transmitidas y la conformación de su cerebro. Ejemplos, teorías, especulaciones al respecto abundan y han sido expuestas por cientos de autores a través de los tiempos, siendo que, al final lo que importa, así lo creemos, es el resultado positivo obtenido a través de ese proceso, el cual no es más que una continua adquisición y acumulación de datos y su asimilación por nuestros cerebros, cuestión fundamental por cuanto nos ha llevado al progreso continuo de la Humanidad. La lógica confrontación entre personas acerca de las apreciaciones que cada quien puede formarse frente a una cosa o hecho, no desvirtúa, ni incide, ni cambia, la existencia y naturaleza de estos, solo induce al pensamiento crítico, al cotejo de opiniones, a la comparación, cuya suma e integración de resultados nos puede acercar a la verdad. El escepticismo extremo de algunos se derrumba con sólo aplicar la objetividad de las matemáticas, de las medidas, del estudio científico; el tamaño de las cosas se mide, el color también, los instrumentos cada día nos proporcionan mayor precisión y por tanto ajustes mejores al conocimiento, corrigiendo, por tanto, las evaluaciones erradas. La sumatoria del pensamiento de todos los seres humanos a través del tiempo, el proceso de decantación, descarte y adecuación nos ha permitido avanzar y reafirmar verdades y conceptos, debido a una más exacta identificación de la esencia o cualidad de los objetos o hechos y lo que nos es práctico y ayuda. Es un proceso de convergencia impulsado por esas sutiles diferencias en la interpretación de las cosas, lo cual produce su discusión e investigación, se generan conclusiones, se elaboran hipótesis y se comprueban. Así funcionamos, acumulando certezas para luego enseñarlas.
El humano, lo hemos repetido muchas veces, siempre está en la búsqueda de aquello que le es beneficioso, placentero y lo ayuda a sobrevivir, para ello en nuestra larga evolución, de alguna forma desarrollamos la capacidad de interpretar y utilizar las percepciones obtenidas de nuestro entorno en nuestro beneficio, eso nos ha permitido progresivamente dominarlo al entender cómo funciona, impulsando el desarrollo de herramientas para lograrlo, dando lugar a lo que hoy denominamos tecnología. Ortega y Gasset en su escrito “Meditaciones de la técnica y otros ensayos sobre ciencia y filosofía”, afirma que “…Sin la técnica el hombre no existiría ni habría existido nunca…”, es una afirmación rotunda que nos hace pensar acerca de la evolución humana, siempre dependiendo del descubrimiento y puesta en práctica de diversas tecnologías, las cuales influencian nuestros hábitos y forma de vivir.
Todo esta larga, compleja y cuantiosa acumulación de conocimientos, sólo tiene sentido si es trasmitida integra a las generaciones siguientes, en eso consiste la educación y de allí su importancia vital. Lo que se percibe como verídico, generación tras generación, siempre ha subsistido, sobre todo por la comprobación de sus resultados prácticos, dando certidumbre y estabilidad. En el camino se van quedando errores, malas percepciones, desechadas por una especie de depuración en función de lo utilitario o conveniente.
Todo lo expuesto tiene como razón primordial recordar la importancia de la preservación del conocimiento veraz, de la certidumbre que conlleva una educación capaz de transferir íntegramente un contenido admitido y programado para ese fin. Estamos viviendo una época donde cada día se suman factores que restringen o impiden el acceso al conocimiento y a la verdad, con resultados evidentes. La calidad en la educación no solo se manifiesta en las encuestas realizadas en nuestro país sino en otros, tal y como podemos leer en una encuesta realizada en los Estados Unidos y publicada el 3 de octubre de 2018 por el” Institute for Citizens & Scholars”, anteriormente “Woodrow Wilson National Fellowship Foundation”, la cual levantó mucha polémica. En ella se estableció que “solo uno de cada tres estadounidenses (36 por ciento) puede realmente aprobar un examen de opción múltiple que consiste en elementos tomados del Examen de Ciudadanía de los Estados Unidos, que tiene una puntuación de aprobación de 60…”; “…Sorprendentemente, la encuesta reveló importantes lagunas de conocimiento según la edad. Las personas de 65 años o más obtuvieron los mejores resultados, con un 74 % respondiendo correctamente al menos seis de cada diez preguntas. En el caso de los menores de 45 años, solo el 19 % aprobó el examen, y el 81 % obtuvo una puntuación del 59 % o inferior…”. Otro dato a tener en cuenta son los resultados de la Evaluación Nacional del Progreso Educativo de principios del 2024, de las mejores medidas del progreso del sistema escolar estadounidense, la cual dio como resultado que los estudiantes continúan perdiendo terreno en habilidades de lectura y se han obtenido pocas mejoras en matemáticas.
Evidentemente la calidad de la educación está disminuyendo en muchos países y por factores complejos. El informe de resultados del Sistema de Evaluación de Conocimientos en Línea (SECEL) de la UCAB, período 2023-2024, señala que estudiantes del último grado de primaria al último año de bachillerato “no poseen las competencias mínimas en áreas vitales del conocimiento, como matemáticas y habilidad verbal”. Sobre 10,000 estudiantes, siete de cada 10 reprobaron las pruebas de matemáticas (74,93%) con calificación de 7,51 sobre 20 puntos, tanto en planteles públicos (92,09%) como en privados (72,68%) y tampoco aprobaron la prueba de habilidad verbal (70,10%) con 7,84 sobre el puntaje total, en los públicos (86,21%) y privados (67,25%). Sin una educación de primera no hay futuro alguno para ningún país. Sin transmisión de conocimientos la declinación de una sociedad es inevitable y prácticamente irreversible.
Jorge Puigbó