Volver a Venezuela después de años en el extranjero no es simplemente regresar a casa. Para miles de personas, este proceso se convierte en un complejo camino de adaptación marcado por la nostalgia, los cambios sociales y económicos, y el reto de reintegrarse a una realidad que, en muchos casos, ya no se parece a la que dejaron atrás.
Según la psicóloga Raquel Castillo, este retorno puede incluso derivar en el llamado Síndrome de Ulises, un estrés traumático asociado a las profundas transformaciones que atraviesan los migrantes retornados.
Un país distinto al que dejaron
La Venezuela que recibe a quienes regresan es “completamente distinta” a la que conocieron años atrás. La pérdida de amistades, la ausencia de familiares que ya no están, el cierre de lugares emblemáticos e incluso la constatación de fallecimientos acentúan la sensación de estar comenzando desde cero.
“La Venezuela que dejaste hace 6, 10 o 15 años atrás ya no existe”, explica Castillo, señalando que este duelo evoca tristeza y sentimientos de pérdida que deben reconocerse como válidos.
Estrategias para afrontar el retorno
Los especialistas recomiendan diversas herramientas para navegar este proceso emocional y práctico:
- Evitar el juicio y autojuicio: no culparse por no sentir la felicidad esperada o por extrañar lo que se dejó atrás. Cada motivo de retorno es personal y no necesita explicación.
- Reconstruir con un plan: aprovechar las experiencias adquiridas fuera para diseñar metas a corto, mediano y largo plazo, con especial cuidado en la organización de recursos en un país de economía inestable.
- Reconectar y crear redes de apoyo: fortalecer lazos con familiares, vecinos, amistades y espacios de fe, recordando que la sociabilidad del venezolano puede ser una fortaleza clave.
- Aceptar la dualidad emocional: permitir que convivan la alegría y la molestia, sin obligarse a ver solo el lado positivo.
- Buscar ayuda psicológica: recurrir a profesionales si la tristeza se prolonga o hay dificultades para adaptarse.
- Mantener la mente abierta: entender que el regreso no necesariamente es definitivo; se trata de una etapa más dentro del camino migratorio.
El duelo del retorno
Castillo compara este proceso con un trasplante de árbol: “Las raíces están en el mismo suelo, pero el árbol ya no es el mismo y necesita tiempo para adaptarse y florecer de nuevo”. Esta metáfora refleja la importancia de la paciencia y la autocompasión, recordando que el venezolano es resiliente y ha aprendido a reinventarse frente a la adversidad.
Una nueva oportunidad de florecer
El retorno, lejos de significar un fracaso, representa un acto de valentía. Adaptarse requiere reconocer las pérdidas, validar emociones y diseñar un camino proactivo hacia la reintegración. Con redes de apoyo sólidas, disposición al cambio y la capacidad de sobreponerse, los retornados pueden reconstruir su vida en Venezuela y demostrar, una vez más, la fuerza de un pueblo acostumbrado a levantarse frente a cualquier desafío.