#OPINIÓN Carora vale por el esfuerzo propio #4Ago

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Cada ciudad, región, país o simplemente cualquier conglomerado humano  basa su orgullo en rasgos distintivos a los cuales atribuye el fundamento de su universalidad, su valor como pueblo con fisonomía propia y al mismo tiempo su condición de referencia emblemática ante el resto del mundo.

Algunas ciudades han tenido la suerte de estar asociadas a lugares geográficos maravillosos, como mares, ríos, montañas, lagos, bahías y así, a portentos de la naturaleza únicos que benefician con la magia de Dios a los humanos que habitan estas urbes privilegiadas. Otras ciudades levantan su procerato urbano gracias a construcciones imponentes e irrepetibles, altos edificios, majestuosos puentes, castillos antiguos, pirámides, coliseos y así una larga lista de joyas arquitectónicas o de ingeniería que distinguen al urbanismo que tutelan.

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En el caso de Carora, nuestro caso, ubicados en una depresión desértica, sin ríos ni montañas notables, sin una leyenda de viejas civilizaciones, sin grandes infraestructuras que mostrar, nos consideramos universales, únicos y parte de vanguardias civilizatorias porque hemos convertido unas tierras inhóspitas en una referencia cultural, musical, literaria, periodística y agropecuaria, gracias al inmenso esfuerzo de varias generaciones dedicadas al trabajo fecundo sobre la tierra y sobre el espíritu.

Carora se fundó sobre un desierto, creció sobre un desierto y fue gracias al esfuerzo humano que ha producido músicos de calidad internacional, literatos de alto vuelo, intelectuales de huella fecunda y agricultores y ganaderos que sin miedo al verano o los pantanos, crearon la única raza lechera propia que existe en Venezuela y lograron ser eficientes cañicultores en zonas semiáridas.

Actualmente ,sumidos en el laberinto de una ansiedad profunda, como la pesadilla de caer y caer dentro de un foso oscuro e insondable, el caroreño genera burbujas de aliento civilizado y sin ignorar la gravedad de los entornos continua pegado a la vaca, a la caña, a la uva, al chivo, a los libros y la cultura como expresión suprema de lo humano y por ello en Carora la música es una inspiración colectiva y la vaca, el chivo, los libros, la caña y todo el mundo parece estar en concierto permanente de esperanza bajo la batuta del maestro Felipe Izcaray y la tutela cosmopolita de Norma Pinto junto a la bonhomía panglosiana de Cecil Álvarez.

Pasará esta crisis, ello está escrito en el cielo, vendrán tiempos de recuperación y palabra cierta del Maestro Briceño, para ese momento Carora jugará un papel estelar en Venezuela. Dios con nosotros.

Jorge  Euclides  Ramírez

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