Ventana abierta
Para recordar: “Una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está adelante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Filipenses 3: 13-15).
Según el diccionario web, es.thefreedictionary.com, nacer es salir del vientre de su madre, sea un animal o una persona; salir una planta de su semilla. También se puede referir al nacimiento de cosas, como decir: Nació el nuevo año. Por lo tanto, el verbo nacer se refiere a asuntos animados e inanimados. Según la wikipedia, existe un debate moral y religioso referido a ¿cuándo se nace?, sí al ser concebido, o después del parto.
Como lo anterior ha traído confusión, la Biblia aclara que estamos vivos desde el momento en que respiramos. De allí viene la palabra ánima o alma y la Escritura dice que Dios hizo al hombre del polvo de la tierra, sopló en su nariz aliento de vida y fue el hombre en alma viviente (ver Génesis 2:7). Tal vez por ello, cuando una persona está desmayada, siente como si se estuviera terminando su vida, y se cree correcto cuando decimos que estamos desanimados, porque, no tenemos un ánima adentro, sino aire y por eso, cuando nos morimos, no se nos sale un alma o ánima, sino el aire, ya que cesa la respiración y dejamos de ser almas vivientes.
Justo, el 29 de noviembre de 2.012, mis sobrinos: El Ing. Miguel Ángel González y la Dra. María Isabel Acosta, recibieron el regalo de Dios de permitirles ver nacer a su primera hijita: Julieta. La doctora María Isabel, quien es obstetra, sabe que hasta que el niño no respira, no se puede decir que ha nacido, a pesar de que está vivo, desde el momento de su concepción y aunque el nacimiento de Julieta fue algo complicado, gracias a Dios vino a la vida ¡Qué alegría por ellos! Por sus padres, familiares y amigos más cercanos.
El nacimiento de un año, es algo inanimado, no tiene alma, pero lo podemos comparar con el nacimiento de un niño. Esperamos que nazca bien y lleno de expectativas. Al leer un mensaje que subió Juan Francisco Gallardo O., en el facebook, sobre un año que nace, mencionaba allí: “… Ahora tienes 365 días de oportunidades”. Eso concuerda lo que dijo Jesús, el Hijo de Dios: “No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o que vestiremos? Porque los paganos buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe de lo que tenéis necesidad. Buscad primero el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas. Así, no os afanéis por el día de mañana, que el día de mañana traerá su cuidado. Basta al día su afán…” (Leer: Mateo 6:31-34).
La escritora Elena de White, cuando iniciaba un año nuevo, reconocía el reto que tenía por delante. Resumiendo su sentimiento, decía: “Tengo que librar cada día la buena batalla de la fe. Tengo que ejercer al máximo el poder de la fe… y obrar como si el Señor ya me hubiera escuchado, contestado y bendecido. Espero que nadie se desanime por ningún motivo. . .” y agregó “¡Oh, cómo siento que necesito la dirección del Espíritu Santo!” (Prefacio del Libro, “Cada día con Dios”).
El párrafo anterior nos enseña que a pesar de nuestras maldades, hay un Dios que sabe lo que necesitamos; quién se preocupa por nosotros y aún, siendo pecadores, recibimos numerosas bendiciones. Sin embargo, tenemos que pedir la ayuda divina para abandonar el pecado o como dijo el apóstol Pablo, dejar atrás todo lo malo; pero, no deberíamos olvidar que Dios nos ayudó y nos sucedieron cosas buenas: Algunos tuvimos trabajo, comimos, descansamos, mejoramos alguna dolencia, y hubo personas que por nosotros oraron, nos auxiliaron en diversos sentidos y nos demostraron su cariño.
Por ello, mirar lo que nos repara un nuevo año, es un desafío pero no un imposible. Tenemos un nuevo año delante y necesitamos esforzarnos para obtener un mejor registro que el año anterior, a pesar de las dificultades, y como dijo el apóstol Pablo: “Una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está adelante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Filipenses 3: 13-15).
Sintamos como el Señor nos ha perdonado; como desea ayudarnos. Busquemos a Jesús, confiemos que Él es Dios y nos dará lo que necesitamos, entonces ahora sí, podremos decir: ¡Feliz año!
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