Las voces de Penélope – La UCLA somos todos

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De que la UCLA somos todos no hay la menor duda. Desde su fundación, los ciudadanos y organizaciones que la gestionaron, dieron muestras de la capacidad organizativa de la que Lara ha sido abanderada. Hoy nos corresponde a todos defender la autonomía de una universidad cuya trayectoria en las especialidades científicas es conocida dentro y fuera del país y cuyos egresados en su mayoría hacen honor a su formación académica.

La autonomía es a nuestras universidades lo que la Constitución a la democracia. Espina en el talón del poder político, religioso y económico, las venezolanas tienen trayectoria de participación libertaria en épocas oscuras: la generación del ’28 dio su aporte al desarrollo político, al paso del caudillismo a la democracia y sus organizaciones —Congreso, sindicatos, colegios profesionales, asambleas legislativas, Concejos Municipales— facilitando la participación ciudadana mediante el voto.

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Autonomía que no siempre ha gozado de buena salud, pues incluso factores internos han conspirado para que la comunidad universitaria no participe democráticamente mediante consultas y discusiones a través de simposios, seminarios, asambleas, conferencias, talleres, en los asuntos y decisiones que conciernen a todos. La democratización, compleja y necesaria, contribuirá a transformar mentalidades y estructuras de funcionamiento.

La UCLA, que también es de todos los que vivimos y soñamos en estas tierras, se plantea hoy más que nunca el derecho a democratizarse internamente, lo cual comienza por defender el derecho a elegir a sus autoridades y no aceptar que le sea nombrada por un gobierno, cuya política educativa en todos los niveles, caracterizada por la ideologización, la ausencia de rigor y exigencia académica, demuestra su indiferencia en la formación educativa y profesional de todos los sectores de la población, lo cual incide en sus competencias y transformación del país.

Democratizarla es también promover la consulta y debate de ideas incorporando los llamados comandos intergremiales —asociación de profesores, organismos estudiantiles, jubilados, empleados, estudiantes y obreros— en la defensa de su autonomía. La “dedocracia” ha de generar una respuesta común, que como vienen explicando especialistas del Derecho, no es otra que la de aplicar su Reglamento Interno, que decide claramente quién suple la falta absoluta del rector, en este caso la actual Subdirectora Académica, mientras se realizan las elecciones. Reglamento vigente y válido para aplicarse en las mismas.
Quizás este sea el momento más oportuno para seguir ejerciendo la autonomía y dilucidar la situación de elecciones que fuera frustrada en el 2010 por mandato de un TSJ sujeto al régimen, que exigía una valoración numérica del voto estudiantil arbitraria por igualitaria, que por cierto, al mismo Chávez no lo convenció por cuanto el chavismo no tenía peso en el movimiento estudiantil. El sentido común que suele ser el menos común de los sentidos, ratifica que el Ministerio de Educación, en claro abuso del poder, no puede estar imponiendo ni política ni académicamente quién sustituye al rector si ya existe un reglamento interno en la UCLA, que legisla qué profesores pueden ser elegidos de acuerdo a las condiciones requeridas.

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Nadie duda que las universidades nuestras requieren de cambios profundos, tanto en su propuesta y objetivos académicos como en su estructura administrativa. En sus horizontes gnoseológicos; su concepción de lo científico y lo humanístico; la formación del sentido de la ciudadanía en el estudiante y profesional que ha de tener claro su compromiso con el país.

Siempre han estado allí, pero las necesitamos más activas en todos los sentidos, puesto que les tocará jugar un rol importantísimo en la reconstrucción del tejido social y sentido de pertenencia, así como los retos que ello impone, desde la investigación y mirada crítica de lo que somos hoy como sociedad y seres sociales.

Le tocará desde sus aulas, discutir los variados modos de compromiso con el país, a partir de lo que queremos ser, incluyendo una concepción de la política desideologizada aunque responsable. Así mismo, investigar las nuevas formas que desde las ciencias sociales nos ayudarán a mejorar nuestra golpeada autoimagen, ratificando la fuerza simbólica que nos otorga la cultura de un país que a pesar de haber sido arrasado y destruido su aparato productivo y deformado su imaginario social, mantendrá como patrimonio lo mejor que hemos sido. En fin, es la lucha y aporte común, porque afortunadamente, la UCLA somos todos.

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