Nuestro semeruco

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Quien circule por el elevado Bellas Artes de Tarabana observará que en una de las islas centrales han colocado una escultura que lacónicamente representa el fruto del semeruco, el emblema vegetal de El Tocuyo.

Digo lacónicamente porque aparte de la obra misma, no hay nada que la apoye en su tarea de transmitir o informar qué significa y por qué está ahí y ni siquiera podemos estar seguros que se trata de un semeruco, solo lo suponemos, vista su semejanza con la frutilla del semeruco.

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El semeruco es un arbusto propio de América Central que puede alcanzar hasta seis metros de alto y crece bien en condiciones de escasa humedad, pero también se da en áreas húmedas. Y un dato curioso: en su estado silvestre sus ramas poseen espinas mientras que no la tienen cuando son cultivadas.

El fruto, cuando alcanza su estado pleno de madurez, es rojo brillante y su pulpa es acidita, reflejo de su gran contenido de vitamina C. Como es el caso común de muchos otros frutos nacionales, el semeruco es poco utilizado en la dulcería criolla, no porque no se sepa cómo hacer manjares y licores, sino porque no está cultivado de manera extensa y mucho menos industrial como si ocurre en Brasil y en Puerto Rico y exportan a los mercados internacionales.

Es curioso, por lo menos así lo creo, que el semeruco lo hemos conocido mas bien como saboreador del cocuy. Ya los indígenas lo utilizaban, solo o combinado con otras frutas, para hacer bebidas alcohólicas fuertes.
Es una lástima que el semeruco no esté industrializado, porque en estos días de hambruna es un excelente recuperador en caso de estados de mucha debilidad.

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Por fortuna para nuestro árbol emblemático, no han faltado personas de buena voluntad que han querido rescatarlo para la cocina regional. Es el caso del chef Carlos Soto quien no solo lo cultiva a escala doméstica, sino que lo utiliza para saborizar el cocuy, hacer dulces y como complemento de platos de carne.

Relata el cronista de Carora, Luis Eduardo Cortes Riera, en uno de sus interesantes artículos, que el nombre de la isla de Curazao –»curación»- le viene del hecho de que unos marinos, a comienzos del tiempo de la conquista, atacados de manera severa por el escorbuto fueron abandonados para que murieran, pero se recuperaron comiendo los frutos de semeruco que encontraron en ella.

Una muestra de nuestra situación de dependencia lo encontramos en el hecho de que si usted quiere refrescarse con un jugo comercial, seguramente lo hará con sabor a pera, manzana o durazno, pero nada de nuestros jugos nativos. Es probable que ahora hasta la naranja sea importada. No busque un jugo de níspero, de mango, de semeruco, de cambur, o cualquiera otro de nuestras frutas. Si tiene suerte, encontrará uno de guanábana, pero probablemente es preparado con pulpa importada.

No se desespere, ya vendrán tiempos mejores y, mientras tanto, siembre las frutas que pueda.

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