La violencia escolar no discrimina condición social (especial 1)

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Cierta tarde Oscar Misle Terrero, uno de los fundadores y director de Cecodap, comentó a un grupo de 100 jóvenes estudiantes de colegios, la necesidad de realizar un encuentro con sus padres, madres y representantes. A lo que reaccionó inmediatamente uno de los participantes y le pidió que para dicha convivencia en vez de a su madre, invitara a la muchacha de servicio, pues esta señora compartía más tiempo con él, le daba amor y le escuchaba. Otro chico también se levantó y dijo ‘en mi caso por favor, inviten al guardaespaldas, es mi amigo’.

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No era una broma, no se trataba de un chiste de mal gusto. Era la manifestación sincera de unos jóvenes que parecían tenerlo todo, económicamente hablando, pues vienen de familias pudientes, pero carecen de lo principal del amor y de la atención de sus padres.

La violencia escolar es un problema y “no discrimina condición social”, dijo el educador Oscar Misle Terrero.

La acotación la hace porque a diario son reseñados los problemas y los conflictos en instituciones públicas. Mientras que en las unidades educativas privadas no se dice, no se escucha, ni se ve nada, pero eso no logra ser sinónimo de que el ambiente esté tranquilo, por lo contrario allí también la violencia escolar tiene un espacio ganado, incluso en mayores dimensiones.

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“La violencia escolar se manifiesta de formas y maneras diferentes. Cuando voy a una institución privada y me comentan lo que ha ocurrido surge la pregunta ¿Cómo es posible que se pierda un dinero o un celular? Acaso estos jóvenes no tienen el dinero para comprarse un nuevo teléfono, lo necesitan de verdad, y entiendo que la situación va más allá, no se trata de tener o no tener, se trata de llamar la atención de alguna manera”, comenta el educador, director de Cecodap, psicoterapeuta y encargado del programa Creciendo juntos, Oscar Misle. 

– El tema de las drogas y del alcohol, unidos al de la competencia mal sana, se convierte en agresión y eso genera violencia. En los colegios privados, lamentablemente se ve mucho de eso. El problema radica en que esos jóvenes están muy solos, la soledad hace que los muchachos se sientan tristes, dijo.

Destacó que cuando los jóvenes le pidieron que invitaran a las muchachas de servicio y a los guardaespaldas a una convivencia, entendió que empezaron a aparecer más y nuevos actores en esta situación nada sencilla.

“Es un drama, se sienten desamparados algunos se convierten en adictos a Internet, otros a las drogas, y los más nobles le dan gracias a Dios por tener mascotas que los esperan y les hacen compañía”.

– Y es que no basta con darle lo básico, el dinero y todas las comodidades, cuando les falta tiempo, cariño, el abrazo oportuno. Buscan evadir a través de la adicción de drogas porque tienen sensaciones nuevas y no pueden ver una salida, mientras tanto se refugian en ese escape, describió la situación el especialista.

El pupitre vacío

“La violencia se entiende como toda agresión de cualquier miembro de la comunidad a través de agresiones verbales o físicas. Lo que es la violencia escolar o estudiantil  se utiliza para resolver conflictos. También para acosar a otro estudiante, la burla a un compañero logra hacer daño y es realizado casi siempre por un estudiante con más poder, que tiene influencia sobre los otros, liderazgo”, manifestó Oscar Misle Terrero.

– ¿Qué es el pupitre vacío?

– Cuando hablo de esto, me refiero a lo socioemocional.  Generalmente en los morrales los jóvenes llevan sus alegrías, pero también sus  tristezas, sus frustraciones, sus rabias, la pérdida de un familiar, un divorcio, la enfermedad de un hermano, la amenaza a su seguridad. Todo eso se va llevando en el morral y mientras tanto el pupitre está vacío porque esa carga no la puede drenar, no saben cómo, ni tienen con quien, dijo el educador.

El cuestionamiento que se debe hacer es cómo mejorar esta situación y que no se convierta en hostilidad.

Explica el especialista que actualmente el muchacho siente que solamente está para escuchar una clase, pero a él no se le escucha y no se sabe lo que piensa y siente. Esa necesidad de sentirse escuchado no es llenada ni por la familia, ni en las unidades educativas.

“Hace falta contar con personal especializado para saber cómo pueden ser llevadas esas situaciones de duelo por ejemplo, antes de que se convierta en agresividad”.

– Hay que establecer puentes con la familia, tiene que haber personas con los conocimientos necesarios capaces de orientar ese núcleo familiar y que no empeore la situación, esas personas deben ser psicólogos, terapeutas, psicopedagogos, psiquiatras, no se puede diagnosticar y juzgar determinado comportamiento sin saber, sin tener las herramientas necesarias, porque sino el desenlace puede ser aterrador, acotó.

También comentó sobre su teoría de las cuatro patas del pupitre, en donde la primera pata esla Formación, “conocer lo que pasa”. Mientras que la segunda esla Participación, “ser parte del problema, pero también aportar soluciones”. La  tercera esla Coordinación, “no basta con participar, también hay que activar planes y propuestas”. Y la cuarta es el Seguimiento de los programas e iniciativas, “ser reactivo y que se le de seguimiento durante todo el año, no es un mes, ni una semana, es siempre”.

“Sí se realiza esto, ese pupitre habrá tomado vida, ya los jóvenes no necesitarán ser agresivos para llamar la atención. Ha habido experiencias positivas, cuando escuchas a los muchachos hablar de la situación de su problemática, inmediatamente le das vida a la educación, se trata de romper con el esquema de receptor pasivo”.

Los tipos de violencia…

Mientras que el educador, investigador e integrante del Centro Gumilla en Barquisimeto, profesor Asdrúbal Morán, comenta que existen diversos tipos de violencia, la leve, la moderada, y la grave.

“El asunto es reconocer que existe un problema y saber cómo proceder, por ejemplo estoy en contra de que se suspendan las clases. Hay que crear planes que sean eficientes. Cuando los muchachos guardan resentimientos, rabia, dolor y eso explota es peor”, indicó Asdrúbal Morán.

– El docente, primero tendría que ubicarse en qué tipo de violencia está ocurriendo en sus aulas. Si es leve se puede pasar un informa al jefe de seccional, o al director, convocar mesas de trabajo. De nada sirve detectar el síntoma si no se aplica ningún medicamento, acotó.

Tener normas de convivencia y que se castigue la impunidad. Recurrir a los Consejos de Protección del Niño, Niña y Adolescente, para que incluso se visiten los hogares, son otras de las opciones que ofrece el educador.

Oscar Misle Terrero en este aspecto recuerda quela LeyOrgánicadela Protecciónde Niños, Niñas y Adolescentes (Lopna), tiene un capítulo que esla ResponsabilidadPenaldel Adolescente, y la imputación será dependiendo de la gravedad o de la falta, pero puede llegar incluso a la privativa de libertad.

Ambos especialistas coinciden en quela Lopnase desconoce, el cual ha pasado a ser un instrumento de amenaza de los alumnos hacia los docentes, y que ciertamente no puede seguir reinando un ambiente de anarquía en los planteles, se deben cumplir con normas y sobre todo tratar de que no exista impunidad, porque en el mismo momento en el que el niño o el adolescente se da cuenta de que no hubo una amonestación adecuada para otro compañero que se portó mal, entonces no le importa repetir este patrón de conducta aún cuando sea inadecuado.

“Los adolescentes y los jóvenes se sienten más libres en los liceos, se pueden escapar de todo lo que los ata y preocupa en esos espacios, transgreden la norma”, dijo Asdrúbal Morán.

– Pero ciertamente hay una especie de tensión entre varios liceos, que se traduce en que un grupo gana o pierde. Es lamentable que en Barquisimeto por ejemplo tengamos a un muchacho que haya muerto por esta causa, pareciera que incluso es la solución final para demostrar la fortaleza, acotó.

El profesor Morán elaboró estudios exploratorios en liceos de Caracas y del Oeste de Barquisimeto, en los cuales pudieron conocer la opinión tanto de estudiantes como de docentes.

“En el caso de los estudiantes rechazan la violencia, saben que es un pequeño grupo y piden que los docentes den testimonio de vida, que quiero decir con esto, que si un profesor habla de compañerismo él demuestre ser así”.

– Mientras que los profesores manifestaron que les está costando mucho trabajar el asunto de la disciplina porque hay muchos casos que viene del hogar. Y en el hogar se piensa que en la escuela se debe hacer todo el trabajo de enseñanza y de disciplina, expresó.

La violencia estudiantil se conforma por un conjunto de situaciones que se presentan, en primer lugar para que a los jóvenes se les reconozca. Para demostrar el poder o el placer de ser el centro de atención. Puede ver con competencias entre bandas. Cuando se presentan casos del tradicional empujón y las burlas, entonces la institución debe tomar cartas en el asunto y escuchar las partes.

Pasaporte del buen trato

“Tiene cuatro años y surgió este programa con los niños pequeños, de primaria. La intención es motivarlos, se nos ocurrió pensar en estos pasaportes que es algo simbólico, ya que este documento tiene una serie de condiciones y requisitos”, comentó Oscar Misle Terrero sobre un programa educativo que se ha implementado en diversas instituciones, dando muy buenos resultados.

– Contiene páginas internas vacías y se van llenando con las experiencias. Actividades, convivencias, buenas y malas palabras, lo que los anima a crear el buen trato. Al final ellos deben analizar qué cosa debo mejorar en mi lenguaje, o si tengo tolerancia ante las personas diferentes a mi, hacia el gordo, flaco, bajito, gay, si es o no discriminatorio el trato, explicó.

Luego al final se hacela Feriadel buen trato, para presentar en carteleras los resultados obtenidos. “Tenemos diariamente dos solicitudes de instituciones tanto públicas como privadas. 85 centros educativos lo llevan a cabo, esto es un convenio que hicimos conla UCAB.Noshemos reunido con los maestros, con las familias a medida que se va llevando a cabo este programa”, dijo.

 Los morrales

Una de las alternativas que se ha presentado durante estos últimos cinco años es la utilización de los morrales transparentes en la entrada de las escuelas, liceos y colegios, para ver sí hay o no algún armamento.

Oscar Misle Terrera comentó, “todos esos recursos nos están dando una lectura y es que algo no funciona bien en la familia. Tiene que haber otros espacios para reclamar y no se puede hacer un trabajo de persecución”.

Mientras que la profesora Norys Vásquez destacó, “no es mala idea porque se puede visualizar lo que han metido en sus bolsos. Debemos entender que hay situaciones extremas en los liceos. No estoy de acuerdo con el detector de metales que en algún momento se colocó en algunos de los liceos más conflictivos de la ciudad, pero con esta medida sí”.

Ilustración: Archivo

Fotos: Archivo

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