Rostros de la violencia: Los años no borran la huella dejada por Johanie Altuve

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Una sonrisa, una acción desinteresada, una fiesta familiar; con estas imágenes los familiares de Johanie Karín Altuve recuerdan todos los días, y a cada momento, a esta dama que a fuerza de trabajo duro levantó a su familia en la comunidad Divina Pastora, ubicada en Cabudare. Un recuerdo de bondad y amor imperecedero, que no ha sido afectado por el crimen durante el cual perdió la vida, a manos de quien antes del 27 de septiembre de 2007 fuera su pareja sentimental.

Hace más de veinte años, en lo que para ese entonces se conocía como un asentamiento campesino, ubicado cerca de la sede del Cuerpo de Bomberos del municipio Palavecino, Johanie se instaló en un rancho junto a su hijo mayor, Joel, quien para ese entonces tenía tres años de edad. Su tesón y ganas de luchar por la vida la llevaron a buscar siempre la superación. Este sentimiento la impulsó a realizar estudios superiores para convertirse en Técnico Superior en Alimentos, graduándose en las primeras promociones en la ciudad de San Felipe, donde se cursaba la carrera. Luego de Joel llegaron dos hijas para completar la familia.

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Desde hace más de diez años, Johanie esperaba transformar su rancho en una construcción duradera que diera a sus hijos un techo «como Dios manda», sin embargo, una participación en la recolección de firmas para solicitar la salida del presidente Hugo Chávez, en 2004, la habría privado del beneficio de obtener la ayuda del Estado, por lo cual tuvo que luchar sola para construir su casa. Un deseo que estaba cumpliendo, poco a poco, cuando de produjo el hecho de sangre que la alejó de este mundo.

Fueron tiempos duros para la familia. Aun cuando tenía un título universitario, Johanie no lo pensó dos veces para dedicarse a las labores domésticas con tal de poner el pan en la mesa. «Ella siempre caminó con su frente en alto. Primero fue propietaria en la urbanización La Mendera, y aunque sus hermanos tenían buenas posiciones profesionales, ella se ganaba su sustento trabajando en casas de familia», explica Mireya Patiño de Altuve, madre de Johanie.

Cuando ya su precaria situación comenzaba a rebasarla, y sentía que no tenía salida, Johanie tuvo la oportunidad de entrar a trabajar a Inversiones Milazzo, donde llegó a desempeñarse como jefa de personal de los comedores empresariales. Esta nueva posición significó una mejora para la familia, y un definitivo impulso para la consolidación de la vivienda, ahora una sólida construcción, donde la familia intenta recuperarse de la involuntaria partida de Johanie, hace casi cinco años. «No tenía ni cinco días de haber comprado cosas para su casa cuando sucedió la tragedia. Empezaba a superarse y a sentirse más realizada y más feliz porque iba a poder atender a sus hijos mucho mejor».

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La señora Mireya recuerda a la mayor de sus hijas como el centro de la familia. Una mujer que a todo le imprimía alegría, que desde pequeña «siempre fue como una campana» y jamás dudaba en compartir lo poco que tenía o ayudar a quien lo necesitara. «Esa es una de las cosas que a mí me llena, que dejara ese recuerdo en el mundo, que fue buena vecina, buena hija. Hay un video de la última reunión de la familia, donde sale hablando del cierre de RCTV (cuyas telenovelas veía), modela por la piscina y baila», comenta. Prácticamente todos los familiares de Johanie han tenido problemas para superar la pérdida.

Pero no sólo ellos, la señora Mireya recuerda que el día de la muerte de su hija, casi todos los trabajadores de Milazzo acudieron al velorio. Todo ello por la huella que dejó en ellos.

Comenta que el presidente de los comedores, jefe de Johanie, debió ser hospitalizado de emergencia porque el impacto de la noticia le provocó una dolencia cardiaca. «Nos buscó y se nos puso a la orden, me dijo que aun cuando no fuera el momento yo debía estar orgullosa de mi hija».

Pero también Johanie, en vida, sentía orgullo de sus raíces, por ser descendiente del general Nicolás Patiño Sosa, gobernante de Cabudare en el siglo XIX, cuando se construyó el emblemático puente La Ceiba. Siempre recordaba que los huesos de su tatarabuelo se encontraban en la Basílica de Cabudare, sin embargo, eso no le quitaba humildad ni sencillez a la hora de tratar a las personas. «Ella nació buena y eso fue lo que dejó en este mundo», concluye la señora Mireya.

«Siempre pido que vuelva»

La inesperada partida de Johanie fue un golpe tan fuerte para Joel Márquez Altuve, que al muchacho todo el mundo se le vino abajo. Una prometedora carrera deportiva en el remo finalizó sólo como subcampeón nacional. El dolor insoportable ante la tragedia no le dejó fuerzas para continuar por esa senda.

Sin embargo, el compromiso con su madre, las ganas de salir adelante que aprendió con su ejemplo, le llevaron a decidirse a formar parte del Ejército, donde actualmente ostenta el grado de distinguido y aspira a ser promovido a cabo segundo antes de ser dado de baja, pero con la opción de reenganche para continuar con su formación militar.

«¿Qué es lo que me marcado más de ella? Su ausencia, saber que no puedo contar con ella, que yo venga para aquí (a la casa) y no sea ella quien me reciba. Hasta el sol de hoy son cosas que siguen vivas, heridas que todavía no han cicatrizado», expresa.

Después de varios años, Joel se rehúsa a aceptar la idea de que su madre está muerta, opta por pensar que está en un muy largo viaje. Piensa que tal vez algún día pueda volver a verla, «pero no como queremos, ella aquí en la casa con nosotros, compartiendo los frutos que hemos dado. Todavía me pega y me hace mal recordarla, no es sólo por lo que fue (en vida) sino por lo que aún pudo haber hecho por todos nosotros».

El muchacho también recuerda el asombro que causó la noticia en la comunidad de la Divina Pastora, donde Johanie pudo crecer y desarrollarse como persona. Un hecho tan impactante que en un primer momento no se creyó y luego sumió a sus habitantes en un profundo dolor.

Mientras evoca las razones para optar por una carrera en el Ejército venezolano, Joel recuerda que en principio odiaba todo lo relacionado con la autoridad, ya fueran policías o militares, «pero dadas las circunstancias analicé todo y me pregunté por qué todo ese odio si ellos no me han hecho nada. Me decidí por la carrera militar para olvidar todo lo que pasó y poner en alto el nombre de mi madre y el honor de la familia».

También se le viene a la memoria el apoyo que su madre le dio cuando era deportista, como lo llamaba o le escribía cada vez que se lo pedía para no sentirse solo. «Ella siempre fue padre y madre para mí, fue mi amiga y mi todo, incluso yo decía que era mi novia. Siempre será una belleza de persona».

 

Fotos: Jairo Nieto

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