Alí Lameda: De Carora al Universo

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Este extraordinario poeta de resonancias universales nació en San Francisco, población cercana a Carora, distrito Torres, estado Lara en 1923, y murió en Caracas el 30 de noviembre de 1995.
Poeta, crítico literario, articulista, políglota y militante comunista. Estudió en Carora primaria en la Escuela Montesinos y en el Colegio Federal que dirigía el Dr. Ramón Pompilio Oropeza en 1935. Frecuentó la habitación de Chío Zubillaga, quien lo introdujo en las lecturas de Carlos Marx, Lenin, El Quijote y las ideas izquierdistas sovietizantes. Cursó estudios de medicina en la Universidad Central de Venezuela y luego en Bogotá, los que no culminó. Se hizo militante del Partido Comunista de Venezuela. Colaboró con el periódico humorístico Fantoches, de Leoncio Martínez “Leo”. Perteneció al grupo literario Contrapunto que pretendió dejar de lado temas criollistas y rurales.
Viajero incansable, marchó a Europa, residiendo en París, Berlín del Este y Praga. Trabajó para radioemisoras culturales de países socialistas como Checoeslovaquia y Corea del Norte. En este país asiático sufrió cárcel por siete años, acusado de traicionar la revolución, ya que ni el régimen de Kim II Sung  ni los revolucionarios cubanos  aceptaron la decisión del Partido Comunista de dejar la lucha armada en Venezuela.
Finalmente fue liberado en 1974 gracias a las gestiones de los presidentes Nicolae Ceausescu de Rumania y Carlos Andrés Pérez de Venezuela, y se residenció, entre otras, en casa del universal guitarrista Alirio Díaz en Caracas, ciudad donde le sorprende la muerte. A pesar de esta pesadilla kafkiana jamás renunció a sus convicciones comunistas.
Desde muy joven comenzó su labor literaria. En Barquisimeto publica su poemario Polvo en el tiempo, en 1949. Tradujo completa la poesía simbolista del francés Arthur Rimbaud al castellano en 1955. Gracias a Miguel Otero Silva abre una columna de crítica literaria en el diario El Nacional con el nombre de El cura y el barbero (1953-1957). También colabora en el periódico de los comunistas Tribuna Popular.
En 1963 gana en Cuba el Premio  Casa de las Américas con su libro El gran cacique. Se considera su realización literaria cumbre, por su riqueza creativa y su densa originalidad, El corazón de Venezuela, obra de 554 páginas, editada por vez primera en Corea del Norte, 1966. En homenaje al pueblo de Ho Chi Minh escribió en 1969 Los juncos resplandecientes. Décimas al Vietnam heroico y mártir. Después de su largo cautiverio norcoreano nos entregó Sonetos del viajero enlutado, en 1974. En 1980 ve la luz su poemario El juglar de las torres moradas.
Sobre su extraordinaria obra literaria y su sorprendente periplo vital han escrito el ensayista Mariano Picón Salas (1961), el poeta José Ramón Medina, Juan Liscano, Carlos Díaz Sosa, Jerónimo Carrera Damas, sus paisanos José Herrera Oropeza (Cheíto), el historiador y ahora literato Guillermo Morón, el cronista de Barquisimeto Hermann Garmendia, Héctor Mujica, Manuel Caballero, Juan Páez Ávila, el humanista Luis Beltrán Guerrero, entre otros. Es un deber del Gobierno Bolivariano del presidente Hugo Chávez Frías editar las Obras Completas de este poeta larense, quien de seguro apoyaría de forma decidida y entusiasta las profundas transformaciones que en todos los órdenes lleva adelante la Revolución Bolivariana. Para ello, el Misterio del Poder Popular para la Cultura debe abocarse cuanto antes a esta empresa ambiciosa, la que será, a no dudar, un justo y merecido tributo a este precursor del socialismo en nuestro país. Nosotros, acá en Carora, hemos editado una larga entrevista que le hiciera su camarada Jerónimo Carrera Damas en Bucarest, con el nombre Alí Lameda. De Carora al Universo, con prólogo del poeta Luis Alberto Crespo, coedición de la Alcaldía Bolivariana G/D Pedro León Torres y la Casa de las Letras Andrés Bello, 136 páginas y un tiraje de 3.000 ejemplares. Edición al cuidado de la Licenciada Isabel Hernández Lameda y de quien escribe. Libro que por feliz coincidencia fue bautizado en la casa de habitación de su maestro caroreño Chío Zubillaga, la que fue una verdadera universidad popular en estas tierras del semiárido en los duros años del gomecismo y los años que le siguieron.

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