Cuando estamos solos poseemos la necesidad de encontrarnos con nosotros mismos, para conversar con nuestro yo interno, ¿cuántas veces no has huido a esa soledad individual? Le huimos porque sabemos que ese «yo» que nos va a acompañar estando solos, es quien conoce nuestros secretos más íntimos, el que nos dice las verdades que no queremos escuchar, que aun a sabiendas de que tiene la razón, no queremos admitirlo.
Ha llegado el momento, para estar solos con nosotros mismos debemos poner en «off» todos los “jugueticos” que forman parte de nuestra vida diaria y nos distraen de ese encuentro con nuestro verdadero ser, el televisor, la radio, el computador, todos absolutamente todos deben estar apagados, cerremos los ojos un momento, sólo un momento, tratemos de centrarnos en el sonido de los arboles meciéndose con la brisa, en el canto de las aves silvestres que se confunden con el ruido de cornetas de vehículos y sirenas de ambulancias muy a lo lejos, en esa urbe a la que pertenecemos sin haber tenido mucha posibilidad de elegirlo.
Estamos solos con nosotros, hay un silencio que aturde, evocamos momentos, aquella señora que necesitaba cruzar la avenida pero íbamos de prisa y no pudimos ayudarla, nos dijimos, ella estará bien, otro la ayudará, el niño en el semáforo limpiando los vidrios, ¿será hijo de quién preguntamos? ¿Cómo un padre deja a su hijo así?, Menos mal que los nuestros están resguardados, pensamos; sin tomar en cuenta que, «quien tiene un hijo tiene todos los hijos del mundo», como sentenció el gran Andrés Eloy Blanco en «Los hijos infinitos».
El otro «tú» el otro «yo», pregunta, ¿Has obrado bien? ¿Eres bueno? ¿Qué persigues en esta vida? ¡nos aterroriza! necesitamos trabajar, escuchar música, ver un programa en la TV que nos espante a ese «yo» fastidioso, siempre preguntando cosas raras, a fin de cuentas, afortunadamente para nosotros, aparece pocas veces, para tu alivio, hay muchas distracciones que te alejan de ese «tú criticón».
Mi consejo, humilde, honesto, acércate a ese otro «tu», escúchalo, él es más sabio que tu, tiene mucho tiempo para reflexionar, no vive apurado como tú, él siempre tiene tiempo para los demás, es bueno, sincero y te quiere. Ese otro tú es tu conciencia. Apóyalo, entiéndelo, déjate aconsejar por él.
El otro tú, el otro yo
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