Doña Dori, ejemplo revolucionario

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El pensamiento y la acción firmes y asufructuados de la confianza en sí mismos y rebosados con las esclarecidas dotes de firmeza que laboren constantemente hasta alcanzar el victorioso significado de la seguridad del abroquelamiento popular, es loable en aquellas personalidades que bajo las toldas del auspicio colectivo miran hacia el futuro porvenir con una segura aportación espiritual y humana de sus conciudadanos.
Este fue el excelso y brillante acontecer que, como esclarecido galardón de una obra suntuosa dedicó inobjetablemente la indoblegable y laboriosa política larense, doña Dori Parra de Orellana, mujer que, aferrada a sus elogiosos apostolados de ser conductora de los ideales y realizaciones del avance de los pueblos, proseguía, ensimismada en la búsqueda de la solución favorable de los ingentes problemas por los cuales atravesaban en aquel entonces nuestras sociedades colectivas, repercutiendo así las brillantes trayectorias de los invaluables conductores y timoneles del nacimiento de la verdadera democracia en nuestra noble Venezuela.
En aquella oportunidad, y bajo sus acrisoladas características de su embrión revolucionario, creador de ideales y de acciones, destinados estos con entereza y pujanza hacia el avance democrático del civilismo nacional, se dedicó desde sus andanzas juveniles a laborar asiduamente con esfuerzo y optimismo por adquirir a costa de sacrificios el respeto y la inviolabilidad de los sagrados derechos ciudadanos.
Fue en el correr vertiginoso del tiempo y en una alborada bajo el fumoso sol de la mañana, cuando analizando la realización de sus constantes e inquebrantables faenas clandestinamente cotidianas, les fueron usurpados sus fogosos movimientos de ductora esclarecida con el sentimiento de las clases oprimidas e incorporada a las tenebrosas y sanguinarias guaridas carcelarias de aquella extinta Seguridad Nacional (1953-1958), policía política de la Dictadura del Proletariado, la cual fuese profanadora de la democracia y usurpadora del alto contenido político-social de los Derechos Humanos.
Doña Dori, como esclarecida defensora de la Democracia, desde los aciagos días de esta turbulenta dictadura, implantada por el sátrapa de Michelena, sin escatimar voluntades prosiguió insistiendo con tenacidad, aun oprimida de sus voluntades y derechos, por la lucha irrevocable de obtener los necesarios deseos colectivos: la democracia popular; siguiendo así el dificultoso pero brillante y orientador camino trazado por el gran espíritu de la lucha y del progreso, mirando siempre hacia el constante y necesario adelanto dentro de las sociedades populares.

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