Acotaciones al diálogo

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La palabra diálogo es una palabra prestigiosa. Sólo los torpes se atreverían a oponerse abiertamente a dilucidar de manera civilizada las diferencias de opiniones  y buscarle soluciones pacíficas a los problemas. El intercambio de pareceres entre el gobierno y la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) sobre la realidad y la situación actual del país, en la larga sesión radiotelevisiva del pasado jueves 10, es un ejemplo de que el diálogo, sobre todo en momentos cargados de urgencias, es un camino que se puede intentar.
1- No cabe duda que el régimen fue a ese encuentro porque se había creado un estado de ingobernabilidad como consecuencia de las masivas protestas estudiantil-populares causadas por la crisis existente y la draconiana política de represión desatada por el gobierno, lo que  ha dejado un trágico saldo de 41 muertos, cientos de heridos y más de 2.000 detenciones. El gobierno se ha encontrado en lo que se llama un estado de necesidad. Sin esas protestas, los que están en el poder no se hubiesen bajado desde sus atalayas de arrogancia a conversar con quienes hasta ahora han sido sus víctimas de toda clase de descalificaciones. Más de dos meses de pertinaces acciones de calle flexibilizan y hacen doblar las piernas a cualquier gobierno, sea o no autoritario.
2- Lo ideal hubiera sido que, de las cuatro solicitudes planteadas por la MUD, al menos dos de ellas, la ley de amnistía para los presos y exiliados políticos y el desarme supervisado internacionalmente de los colectivos paramilitares, hubiesen sido atendidas por el gobierno, como prendas de que va al diálogo animado de buena fe y no obligado por las circunstancias. Dado ese primer paso, se facilitarían la consideración y el acuerdo de los otros dos planteamientos: la designación de una Comisión de la Verdad neutral y objetiva para la investigación de los hechos ocurridos a partir del 12 de febrero y la renovación de los Poderes Públicos, que, como es sabido nacional e internacionalmente, se han caracterizado por su sumisión a los que detentan el Ejecutivo Nacional.
3- El diálogo iniciado no es un sustituto de las protestas, por dos razones: las causas de éstas siguen existiendo y quien las protagoniza es fundamentalmente el movimiento estudiantil, que no participa en los tratos en marcha. Es más, conviene que las protestas sigan para que sirvan de factor de presión a los fines de que las conversaciones culminen exitosamente. Si desaparecieran las protestas, al gobierno el agua le bajaría desde el cuello a una altura manejable y seguiría haciendo de las suyas.
4- Los resultados del diálogo no pueden ser para las calendas griegas. La MUD debe pedir prontas respuestas a los planteamientos que está haciendo. De lo contrario, lo digno seria retirarse de lo que, por lo visto hasta ahora, parece  ser una farsa que el gobierno tratará de prolongar para ganar tiempo. Continuar conversando sin que el régimen rectifique y cese su enloquecida y sangrienta represión, sería, no solo desatinado, sino ponerse de espaldas a lo que siente y piensa el pueblo.

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