Todos los pueblos pasan por descalabros que obligan a los jóvenes a emigrar a otros países en busca de mejores condiciones de vida, a huir de la guerra, del odio político o religioso, de hambres masivas, de plagas… La primera gran emigración de los venezolanos ocurrió durante la guerra de independencia y, como suele suceder, al terminar la guerra pocos regresaron y el país cayó en un grave atraso por falta de gente capacitada y emprendedora.
Un segundo éxodo lo estamos viviendo ahora. Los jóvenes empezaron a irse tan pronto se conocieron las amenazas y la actitudes del chavismo. No se van para regresar tras hacer un postgrado, se van para quedarse y volverán solo si las condiciones así lo permiten. Allá fundarán familias, vivirán las oportunidades de otros países y a ellos les entregarán, agradecidos, los frutos de sus afanes.
Del país se van los que saben, los que tienen ideas, los emprendedores, los capaces de correr riegos y que son flexibles ante circunstancias adversas, pero que no aceptan que cualquier malandro ignorante y resentido les quite la vida. Los que se van son, precisamente los que pueden sacar el país adelante.
El país se está llenando de abuelos solitarios cuya única alegría se reduce a saber que sus hijos y nietos están mejor, más seguros, y con un futuro que responde más a sus habilidades que a la voluntad de los hijos putativos del Atarantado Eterno, carentes de luces y llenos de odios.
En un país decente este éxodo habría disparado las alarmas del gobierno. Aquí seguramente lo ven como algo beneficioso: los que se van son casi todos opositores, y dejan de votar en las elecciones internas.Por el éxodo la oposición ya ha perdido más de un millón y medio de votos. Además, se trata de un millón y medio de personas que, de otra manera, estarían presentes en la vida del país, manifestando su desacuerdo.
Nos estamos convirtiendo en un país de abuelos solitarios que no disfrutan de la hermosa condición de abuelos y de nietos que no los conocen. Y aunque las cosas mejorarán para bien, es obvio que hay cosas que ya no podrán recuperarse. El costo emocional, económico, técnico, cultural de este estúpido experimento de ingeniería social está saliendo muy alto. Y es nuestra tarea abreviarlo al mínimo.
Cuba perdió cerca de millón y medio de ciudadanos que se fueron a Miami. Año tras año esos cubanos producen más que los 11 millones que siguen en la isla. Los cubanos son los mismos, lo que no sirve es el sistema.
EN EL PAIS DE LOS ABUELOS SOLITARIOS
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