Vivir bajo la sombra de las adicciones

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Jaime Ortiz, de 17 años, siempre está frente al televisor jugando videos. Con bajas calificaciones logró graduarse de bachiller, pero actualmente no quiere estudiar ni trabajar.

Karla Ortiz, la madre, se queja de que el joven despierta a las 11:00 de la mañana desayuna algo ligero y se mete a su cuarto a jugar. A las 7:00 pm sale a la cocina pide comida y al terminar de comer se mete al cuarto a seguir jugando hasta las 3:00 o 4:00 de la mañana.

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“No quiere estudiar, trabajar, no se relaciona con amigos, tampoco comparte con la familia; solo quiere estar pegado al televisor día y noche, su vida se resume a eso”.

Pero como Jaime existen muchas personas que tienen una conducta compulsiva a realizar determinada función y que en muchos casos los lleva a dejar de comer, de dormir; y le genera problemas en sus estudios, trabajos y hasta en sus relaciones familiares, se trata de personas adictas.

Juan Campos, de Narcóticos Anónimos Barquisimeto (NA), explica que para la mayoría de las personas las adicciones se limitan a la dependencia a ciertas sustancias estupefacientes o fármacos.

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“La realidad es que existen otras adicciones que tal vez sean menos dañinas pero que igual pudieran conllevar al alcoholismo o drogadicción”.

Campos detalla que los estudios demuestran que existen cambios neuroquímicos involucrados en las personas con desórdenes adictivos y que además existe una predisposición biogenética a desarrollar esta enfermedad.

“Una persona puede ser adicto a las compras, videojuegos, celular, televisión, internet, trabajo, sexo, ludópata (juegos), religión, relaciones amorosas o a las sectas.  Hay miles de cosas a las que se puede ser adicto”.

Agrega que todas estas conductas son serias. Explica que una persona que, por ejemplo, sea adicta al trabajo seguramente tendrá mucha aceptación en su entorno laboral y de amistades como profesional exitoso; pero a medida que vaya descuidando los compromisos con la pareja o con los hijos comenzarán los conflictos en la casa y esto puede ir empeorando.

“Lo delicado del asunto es que si alguna vez la persona no está trabajando por disfrute de vacaciones o lo peor alguna enfermedad, la impotencia de no poder trabajar lo puede llevar a una depresión que lo haga caer en otra adicción peor como el consumos de estupefaciente o fármacos, o cualquier otra. Una persona adicta puede cambiar sus hábitos y eso le puede cambiar y arruinar la vida”.

Campos considera que aunque una persona no caiga en otro hábito igual es lamentable porque el tiempo que deja de compartir con la familia no volverá a recuperarlo.

Agrega que la manera de determinar si una persona tiene algún patrón de conducta adictiva puede variar.

“Algunas personas pueden descuidar parcialmente o completamente sus obligaciones, dejar de dormir o comer por estas actividades. También se debe tomar en cuenta que hay unas más íntimas que otras, que son más difíciles de determinar, por eso lo más importante es que la persona acepte que tiene el problema y se dedique a superar y dominar sus emociones”.

Explica que así como no hay cifras concretas de drogadicción o farmacodependencia menos aún existen números de personas que padecen de otros tipos de adicciones.

En la recuperación de una persona adicta influirán tres factores, la aceptación de la enfermedad, la determinación a tratar de dejarla, entrar en abstinencia (evitar la adicción) y cambiar el estilo de vida con hábitos que permitan alejarse de la práctica adictiva. En el caso de los menores es esencial la supervisión y el apoyo por parte de los padres, en especial desde la infancia.

La drogadicción

Narcóticos Anónimos se dedica exclusivamente a la recuperación de personas adictas al consumo de drogas.

“El programa no promete que el participante vaya a recuperar la familia, el dinero o los bienes perdidos. Solo hay una promesa puntual y es que cualquier adicto puede perder la ansiedad por el consumo y así mejorar la calidad de vida. Lo más importante es la recuperación personal y eso arrastrará lo positivo”.

Considera, según la experiencia, que el adicto no es un ser desechable sino que es una persona enferma que se puede recuperar.

“Normalmente el adicto no tiene un proyecto de vida porque es una persona incapaz de manejar sus emociones, por eso siempre evade sus responsabilidades hasta dejarlas por completo y comienza a culpar a la familia, a no tener dinero, a que no le dieron amor y no es así”.

Explica que existen muchos centros de rehabilitación a los que pueden          recurrir, pero que en Narcóticos Anónimos es distinto porque las terapias siguen doce pasos, pero se hacen entre adictos.

“Por eso los participantes se abren más porque quien los escucha es una persona que vivió lo mismo y eso da mayor efectividad”.

“Lo lógico es que la persona toque fondo, se arrepienta de su comportamiento, busque ayuda y cumpla con el programa para tratar de recuperarse y vivir en abstinencia, eso es posible”.

Los doce pasos de Narcóticos Anónimos

Narcóticos Anónimos (NA) surgió en 1953 en Los Ángeles, estados Unidos. Es un programa enfocado en la recuperación de la adicción a las drogas.

No es un programa religioso, ni gubernamental. Es una organización de servicio social. A Venezuela llegó el 27 de enero de 1992. Actualmente hay 49 grupos en todo el país. Dos están en Barquisimeto:  Grupo Nuestra Esperanza de Vida en la Parroquia Sagrada Familia en la carrera 27 entre calles 16 y 17 y el Grupo Nuevo Amanecer en la calle 35 entre 15 y 16.

Para mayor información puede llamar al 04164504425, 04244126833 o 01420548132. Página web: www.na.venezuela.org. El email es [email protected]

Estos son los 12 pasos de NA:

  1. Admitimos que éramos impotentes ante nuestra adicción, que nuestra vida se había vuelto ingobernable.
  2. Llegamos a creer que un Poder superior a nosotros mismos podía devolvernos el sano juicio.
  3. Decidimos poner nuestra voluntad y nuestra vida al cuidado de Dios, tal como lo concebimos.
  4. Sin miedo hicimos un detallado inventario moral de nosotros mismos.
  5. Admitimos ante Dios, ante nosotros mismos y ante otro ser humano la naturaleza exacta de nuestras faltas.
  6. Estuvimos enteramente dispuestos a dejar que Dios eliminase todos estos defectos de carácter.
  7. Humildemente le pedimos que nos quitase nuestros defectos.
  8. Hicimos una lista de todas aquellas personas a quienes habíamos hecho daño y estuvimos dispuestos a enmendarlo.
  9. Enmendamos directamente el daño causado a aquellas personas siempre que nos fuera posible, excepto cuando el hacerlo perjudicaría a ellos o a otros.
  10. Continuamos haciendo nuestro inventario personal y cuando nos equivocábamos lo admitíamos rápidamente.
  11. Buscamos a través de la oración y la meditación mejorar nuestro contacto consciente con Dios, tal como lo concebimos, pidiéndole solamente conocer su voluntad para con nosotros y la fortaleza para cumplirla.
  12. Habiendo obtenido un despertar espiritual como resultado de estos pasos, tratamos de llevar este mensaje a los adictos y de practicar estos principios en todos los aspectos de nuestra vida.

Una vida de consumo

Bob Hernández tiene 46 años de edad, comenzó en el consumo de drogas a los 13 años. Duró 28 años en la drogadicción. Forma parte de Narcóticos Anónimos.

Vivió en una familia conformada por su padre y la madrastra que era drogadicta desde los 7 años. Desde niño veía como la mujer de su padre consumía a toda hora. Su papá, no era consumidor, pero considera que su madrastra era su adicción porque la aceptaba con todos sus vicios. Cuando tenía 13 años encontró una “leña” de marihuana de la madrastra sobre una mesa, porque según él, la dejaba por todos lados. Por curiosidad lo encendió e inhaló hasta consumirlo por completo. Recuerda que un tío, hermano de la madrastra, lo mandó a comprar unas cervezas y fue. Cuando regresaba le costó llegar a la casa. “Estaba un poco desubicado con sueño, pero desde entonces no paré de consumir”.

A los tres años comenzó a frecuentar grupos de consumidores en fiestas, consumió cocaína, piedra, alucinógenos, LCD. Vivió seis meses en la indigencia. Estuvo preso tres veces por robo de vehículo y posesión drogas, robó a su familia para comprar sustancias. A los 41 años llegó a Narcóticos Anónimos y lleva cinco años en abstinencia y trabaja.

El hijo predilecto

A Wilmer Palacios, de 23 años de edad, la timidez lo llevó a las drogas.

Desde niño fue excelente estudiante, el mejor de la clase en los diversos grados de primaria y bachillerato.

En casa recuerda que era el hijo predilecto de su madre, quien lo   consideraba el más brillante de los hermanos.

Pero Wilmer desde niño fue tímido, tal vez por eso se refugiaba en los libros y tenía mejor rendimiento académico que sus hermanos y compañeros de clases.

El hecho de no poder relacionarse como el resto de las personas lo afectó desde la infancia. A los 18 años cuando llegó a la universidad se integró a  un grupo que lo aceptaba, bromeaba con él y por primera vez sintió que era valorado y que podía estar con ellos sin miedos ni preocupaciones. Comenzó a salir a fiestas pero pronto se dio cuenta de que debía pagar un precio alto por su naciente popularidad. Había ingresado a un grupo de drogadictos y para terminar de ser aceptado debía consumir también y estaba dispuesto a hacerlo para embriagarse de aceptación por primera vez en la vida, aunque eso significaría lo peor.

Empezó con marihuana y a los 7 meses aprobó cripy, sustancia a la que no pudo resistirse. La consumía todos los días. Hasta que una vez se desmayó por tanto consumo, duró un mes en cama. Al recuperarse lo llevaron a NA y desde entonces dejó de consumir. Actualmente trabaja y retomó sus estudios.

 

 

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