Alfredo Ramos y una lección de dignidad

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Esta definición me permite darle sentido a estas líneas en honor al alcalde legítimo y digno de Barquisimeto, Alfredo Ramos. No tengo amistad personal con Alfredo Ramos, pero desde la acera del periodismo político le he seguido por muchos años y por eso no me sorprendió su decisión de esperar a los esbirros de la dictadura en el Palacio Municipal de Iribarren, donde el voto popular le colocó de manera inequívoca y a donde –estoy seguro- más temprano que tarde regresará.

Ramos, al igual que muchos alcaldes electos de forma legítima, pasó a engrosar la lista de los destituidos por un Tribunal Supremo que de justicia tiene muy poco. El TSJ es hoy el brazo judicial del régimen dictatorial de Nicolás Maduro. La dictadura, no puede llamársele de otra forma, tiene en el TSJ una poderosa pata que le sostiene, las otras dos son el alto mando militar y el manejo de la riqueza nacional. Y así vamos, adentrándonos en esta noche de la dictadura venezolana del siglo XXI.

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No estoy en condiciones de cuestionar o criticar que en esta hora un alcalde sentenciado por el TSJ decida salir del país o permanecer dentro de Venezuela, pero en situación de clandestinidad. Ir a una cárcel política en la Venezuela de hoy no sólo es sufrir la perdida de la libertad sino entrar en un mundo de vejaciones y humillaciones.

Sabiendo eso, Alfredo Ramos espero dignamente a sus captores. Se lo llevaron a la fuerza, sin duda, pero su dignidad está intacta, esa que lo distingue como político comprometido con la ciudad que le eligió alcalde. Ramos obligó a que su detención fuese un acto público, que se une al historial de agravios que ha sufrido nuestro país, con particular énfasis en los últimos meses.

Incomunicado, sin contacto con su familia y sin acceso a sus medicamentos, el primer mensaje de puño y letra que Alfredo Ramos envió desde la cárcel fue una declaración de principios: un mensaje a los ciudadanos a no perder ni la fe ni el compromiso. Asumió con dignidad esta arbitraria detención.

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Alfredo Ramos llegó a ser electo alcalde de Barquisimeto luego de varios intentos. De forma hidalga encajó las derrotas anteriores, siempre presto a medirse en elecciones primarias ha sido un fiel actor de la unidad opositora.

Le conocí tiempo atrás, en su rol como parlamentario. De aquel tiempo a Alfredo Ramos le quedó un denodado compromiso con los “abuelitos” de Venezuela, ya que su bandera como diputado siempre fue la defensa de derechos sociales, especialmente para los venezolanos de edad avanzada.
Siempre ví a Alfredo Ramos de pie, incluso cuando le tocó reconocer que otros habían obtenido el respaldo popular en una elección. De pie, dignamente, la dictadura le ha hecho preso político.

Estoy seguro que de pie, con dignidad, saldrá de ese presidio y sin revanchas seguirá apostando por Barquisimeto, su ciudad, de la que siempre quiso ser su alcalde. La historia democrática y ciudadana que aún está por escribirse le recordará por su lección dignidad en este tiempo oscuro

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