Silencios en letras

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Silencio 1…

El Sr P, también conocido el Prostituyente siempre justo acicalado de lino y algodón, con un cabello ridículo cayendo en la solapa del terno de Wendell sin distinción y categoría, zapatos Florsheim de punta y lóbregos como la política, corbata de tejido prusiano a rayas rojas y azules, una leontina disimulada entre una mano en el bolsillo, y otra, con la que levanta el monóculo, transita desprevenido por el Casino donde salva el fin de semana (desde que su concubina se fugara con el chofer, quien hizo fortunas con un hermano de la GNB pasando bidones de gas y gasolina por la frontera) aumentando su cuenta bancaria gracias a la buena pro de las delincuencias, haciendo crecer su sonrisa como las que facturaba cada vez que lo agenciaba la densidad del desayuno en un parador capitalino cinco estrellas, expropiado por las tropas de la satrapía de su patria. Viene de un lugar donde sisar dineros es bastante más distinguido que ganarse méritos; a estas alturas del siglo 21 y con la ANC en pleno desmantelamiento del Estado democrático ¿a quién carrizo le interesa lo que piensen los demás, en especial si por aquí el sol brilla en rojo rojito y le quema las espaldas a las mochilas del pueblo?…

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Silencio 2…

La Sra. H, llamada así por vivir con hambre buscando en las bolsas de basura no le da la sangre para desmayar la desmoralizante sensación del estómago vacío. Tampoco le da el cacumen para estar al corriente que los restos que come, no sólo son de materia orgánica, también es de materia política frecuente, y por tanto de una especie de asociación vaporosa que rodea sin dar espacios para el respiro. No le alcanza a preocupar, y en el fondo no le interesa pensar que su mundo es otra cosa más allá que un asentamiento de desechos sólidos. Tan sólidos como lo que olvidó, que es: ¿cómo sabe un huevo frito, una arepa de reina pepiada o un pabellón criollo, aunque sea sin baranda y me despeñe por el precipicio de la insipidez, a causa de su ausencia?…

Silencio 3…

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El chamo “T”, muchacho que apenas con escasos abriles, conlleva escudo de cartón grueso, un perfil enjuto, núbil, a máscara antigases, está agazapado a la orden del Plan David pensando que un futuro sin algún despertar adyacente, no adquiere ningún diferido potencial. Su firmeza es la sangre nueva. La sensación fútil de perpetuidad. La conmovedora necesidad de apreciar y ser preciado. Sin esperanzas de reconciliación que se llevó el odio entre parientes, la violencia entre cercanos, la intransigencia entre paisanos. El mal ejemplo lo hace pensar en el exilio. Lo seduce un canto de sirenas en el Perú, Panamá o Colombia. Milán también. Es un paria en su propia tierra. Un advenedizo que acaso es culpable de haber sido parido en este pantanal sin orilla. El chamo “W” con sólo 28 abriles y quien vive en Cabimas, en un estado de locura e iracundia, asesinó a machetazos a sus tres hijos de 1, 3 y 6 años. A la luz de las reseñas, solo se percibe arremangado, los gritos del silencio.

En Silencio…

A uno que ya no le suenan las letras de un calificativo. A uno que la tarde, la noche y los días son un rumor de las mismas voces opacas que nada dicen, o que no quieren indicar lo que saben que sabemos. A uno, que la lengua se la mordió tras el hambre y los calofríos. La savia conserva operario automático. No sabe para qué irse, o a dónde. De qué vale evadir si no hay dónde encajar. No creo que exista vendaval más alborotador que no saber dónde queda tu aldea. En qué estado de cosas se ha transformado subsistir. Cómo muere la gente de penurias, castigos, hambres e impotencias. A dios, decía el profeta, igual le salió el infierno: su amor por el hombre, de infames números. Basta escucharles en la ANC, en el TSJ, en el CNE, en las radios comunales, en las campañas evangelizadoras para zurdos majaderos. A uno, que el asombro jamás se le acaba en el abreboca de la impresión porque, ya muy poco, o casi nada, queda afuera del campo de lo inaudito y lo inmoderado.

Sin Silencio…

Que los culpables procesen a los honestos, hoy no es tan imperdonable. Para eso va la comisión de la verita menos cierta del orbe. Que los dineros vayan para reforzar a los milicianos ancianos con armas y afines contra la invasión del imperio pitiyanqui en colaboración con los fascistas de la derecha apátrida, para eso va el TSJ despojando las funciones de la AN aprobando clandestinamente recursos espurios, en vez de abonarlos para comprar provisiones, medicinas y suministros de toda vaina. Que es traición a la patria hacerle el juego a los vendepatrias auspiciando una invasión extranjera, pero de ninguna manera lo es dejarse chupar sangre por la satrapía Castro, quienes nos sacan la sangre a punta del oro negro que tanto quiso sembrar Uslar. Ahora toca seguir viendo a los señores en letras que se cruzan en la calle. Sin boca casi, porque la usan para pedir, o para comer lo poco que les alcance en un día soleado en el trópico del infierno marxista. También te toca mantener billetes de cien para propinas a cuanta hilera de indigentes, malvivientes, pedigüeños, vividores, arruinados, huelepegas, mudos, sordos, impedidos, despedidos, aprovechados y oportunistas, se tiene que uno sortear por ahí sin derecho al pataleo mucho menos a réplica, pues los hay de a montones a diario. Hay una clase de locos y harapientos tan pútridos, que el olerlos a medidas de distancia nos da una idea nauseabunda de lo que es un infinito de repugnancias como una nube sobre lo que alguna vez fue un individuo con cuerpo, alma y ropa. La letra ha quedado impresa en cada uno como si hubiesen sido remarcados como reses para matadero. Puede que eso solo seamos para los paladines modernos de la ANC, solo ganado para vacunar con silencio criminal.

 

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