Paquita les brinda alimento para el cuerpo y el alma

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Momentos difíciles en la vida los pasamos todos y ahora nos toca a nosotros, dice Elena Ravasio a la que todos llaman “Paquita”, una italiana que llegó a Venezuela en 1969 de la mano de la Iglesia para entregarse en cuerpo y alma al servicio de los más necesitados.

Paquita tiene el cielo ganado desde hace muchos años, pues es fundadora de la Ciudad de los Muchachos, un hogar que alberga a niños en condición de extrema necesidad, pero ante la peor enfermedad que hoy ataca a Venezuela, como lo es el hambre, decidió hacer todavía más.

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Se propuso diariamente aliviar el hambre a quienes no tienen posibilidades y darles de comer, al menos una vez al día. Incluso con todo el panorama que hace que hoy en día adquirir los alimentos sea cuesta arriba, no desistió de su idea, hasta consolidarla.

-Tenemos que unirnos todos para solventar este tipo de problemas que son universales, tenemos que tener un corazón abierto, una sensibilidad social y saber que Dios no nos abandona si nos dedicamos a dar de comer al que tiene hambre, que es un deber de justicia.

Así, desde hace año y medio ha cumplido con esta tarea. En la sede de la Ciudad de Los Muchachos, cerca de la plaza Ayacucho, se enfilan 1.300 personas todos los días, para recibir su porción.

La cara de gratitud de los abuelitos, mamás con niños pequeños, impedidos y jóvenes en situación de calle, un poco rebeldes (hay que decirlo) es la más importante recompensa de Paquita.

Aunque no reciben ayuda financiera del Estado constantemente, la ayuda de voluntarios y empresas privadas nunca merma. Afortunadamente, la experiencia la ha capacitado para saber administrar y cumplirles a todos.

Los menús son sencillos pero suficientemente energéticos para sustentarlos. Caraotas, frijoles, arroz, sardinas, verduras, entre otros.

¿Los momentos difíciles no la ponen cabizbaja? se le consultó

–Nunca, al contrario me dan más fuerza de luchar, hoy por ejemplo no hay agua y le decía a los muchachos que tenemos que administrar el tanque, porque esta gente camina kilómetros para buscar su comida y no podemos tener el corazón para decirle no hay comida, tenemos que solucionarlo.

Paquita estudió hotelería y turismo en Italia, y trabajó 10 años en ello. “Eso me dio la capacidad para coordinar y organizar, me gustaba mi trabajo pero Dios me preparó para esto”.

Pero además es laica – voluntaria y tras una solicitud del Obispo de la ciudad, llegó a la Diócesis de Barquisimeto.

Al llegar a la ciudad crepuscular, vivió cinco años en un ranchito en el barrio El Triunfo, con la intención de empaparse de la realidad del país y de lo que podía hacer para ayudar. Ya en ese lugar les dio abrigo a cuatro niños cuya madre había fallecido, cuidó de ellos, les dio su amor, y decidió quedarse.

“Me di cuenta que valía más la pena, gastar la vida de uno al servicio de los demás y he aprendido más de ellos que lo que yo les puedo enseñar”.

Paquita pensó que era necesario un ambiente para los niños que no tenían recursos, donde estuviesen protegidos pero a la vez, tuvieran oportunidades de crecer. Así que de la mano del padre Ángel Ribas, director de Cáritas, crearon La Ciudad de los Muchachos, hoy con cinco sedes (Hogar Chiquilladas, Hogar Las Casitas, Hogar Manzanita (Simón Planas), Jabón (Torres) y la principal). Entre las cinco casas albergan aproximadamente 350 niños.

Reciben a quienes les envía el Consejo de Protección de Niños, Niñas y Adolescentes, pero además muchos niños se acercan voluntariamente.

“Nunca decimos que no, a quienes sea posible les abrimos las puertas, sería un crimen no hacerlo” dice Paquita. Alimentación, educación y herramientas para el trabajo son los tres vértices esenciales de la casa hogar, pues asegura que todos los niños tienen las mismas capacidades sólo que a algunos les faltaba la oportunidad.

Hoy Paquita dice con orgullo que muchos de sus “hijos” son grandes profesionales, aprovecharon las oportunidades y surgieron.

-Este año gradúan a cinco adolescentes de bachillerato y muchos de los Yukpa que recibimos y les brindamos atención hoy son maestros en la Sierra de Perijá. Lo que va a salvar a los jóvenes es la educación, un niño que no tiene posibilidad de estudio, por desgracia será esclavo toda su vida.

Pero además, el programa para los niños de La Ciudad de los Muchachos, también contempla alimentar la relación con Dios y para eso asisten a clases para bautizos, primera comunión y confirmación.

Aunque para muchos de los niños, Paquita es su única referencia familiar, ella dice que siempre les inculca el agradecimiento a sus padres por darles la vida, “ellos le dieron la vida, no les quito el amor por ellos, yo sólo les trato de dar sus derechos”.

La Ciudad de los Muchachos y el programa de alimentación diaria continuará hasta que Dios lo permita, dice Paquita, se muestra positiva y cree que la situación económica va a cambiar en algún momento, “este es un periodo, aunque un poco largo, no podemos desmayar ni debilitarnos” mientras tanto invita a abrir los corazones y hacer bien al prójimo.

Quienes son beneficiados por la labor de Paquita y su equipo, entienden la complejidad que significa mantener de pie un hogar como La Ciudad de Los Muchachos.

Los niños y las personas de la tercera edad siempre han sido grupos vulnerables a maltratos, discriminación y abandono, muchos de ellos están olvidados pero también por los gobernates.

La mayor adversidad es que no pueden valerse por ellos mismos para adquirir los alimentos y dependen en su totalidad de estos lugares que hasta ahora, no han sido tomados en cuenta por los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP).

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