En el complejo escenario político de Venezuela, la observación internacional emerge como un faro fundamental, iluminando no solo los desafíos inmediatos, sino también proyectando una luz esperanzadora hacia el futuro del país.
Tomemos como referencia el más reciente ejemplo, en el año 2021 la Unión Europea desplegó una misión de observación electoral para supervisar las elecciones regionales y municipales del 21 de noviembre. Este ejercicio reveló deficiencias estructurales de nuestro sistema electoral, destacando la necesidad apremiante de abordar temas como la seguridad jurídica. La misión sirvió como un actor imparcial que mostró las irregularidades de dicho proceso.
A medida que Venezuela se prepara para las elecciones presidenciales del 2024, la observación internacional se convierte en un socio clave en el viaje hacia elecciones más robustas y confiables. La transparencia respaldada por observadores externos nutre la confianza de los ciudadanos en el proceso electoral. Cuando los venezolanos confían en que sus votos se contarán de manera justa, se fomenta un sentido renovado de compromiso con la democracia.
Este empoderamiento ciudadano es esencial para construir una sociedad más activa y participativa. Esta es una herramienta para que los venezolanos podamos recuperar la confianza en el voto como mecanismo de cambio político en el país. La legitimidad global que aporta la presencia de observadores internacionales es una moneda invaluable en el escenario internacional.
Al ser validado por una entidad independiente y objetiva, el proceso electoral obtiene una aceptación más amplia, tanto a nivel doméstico como en el ámbito internacional. Esta validación no solo mejora la percepción internacional del país, sino que también sienta las bases para posibles acuerdos y colaboraciones que son cruciales para el desarrollo futuro.
Además, es un catalizador para el cambio y la mejora continua. Las recomendaciones y hallazgos de los observadores se convierten en un mapa de ruta para fortalecer las prácticas electorales y las instituciones encargadas. Este proceso de retroalimentación y mejora constante contribuye al desarrollo de capacidades institucionales, construyendo bases sólidas para elecciones futuras.
Sin embargo, los beneficios de la observación internacional van más allá de la legitimidad y la mejora institucional. La presencia de observadores actúa como un elemento disuasorio, disminuyendo las posibilidades de conflictos electorales. Saber que los ojos del mundo están puestos en el proceso, evaluando cada paso, crea un ambiente más propicio para la paz y la estabilidad.
La observación internacional sirve como un recordatorio constante de la necesidad de adherirse a estándares internacionales. Este recordatorio puede convertirse en un motor para reformas significativas en las leyes y prácticas electorales. La adaptación a estos estándares no solo es una obligación internacional, sino también un compromiso con el fortalecimiento de la democracia a nivel nacional.
En cada mirada crítica y en cada recomendación, yace la promesa de un mañana donde la democracia sea un modo de vida arraigado en la conciencia y la práctica cotidiana de todos los venezolanos. Debemos contar con todas las herramientas disponibles para lograr el cambio político que necesitamos en Venezuela.
Stalin González
