#OPINIÓN “Chucho, el doctor Merengue, especialista laboral” #13Mar

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«El otro yo del doctor Merengue nos recuerda…
que sólo somos criaturas actuando
en un mundo lleno de imposturas…»
@javert68justice

Seguramente habrá jurisconsultos a quienes los dólares no les altera la conciencia y sus principios y valores se mantienen férreos, porque están formados para la justicia y no para el mejor postor.- Por lo que el abogado no debe cambiar su conciencia cuando se muda de bando. Cuando en un mismo abogado se presenta este desliz de la ética, es como quien tiene moco en la cara y cree que nadie se lo está viendo. Pero es aberrante el desdoblamiento del abogado tránsfuga, que asume una personalidad cuando se trata de defender al trabajador, al obrero, a la persona en cuyo favor se ha instaurado el principio “in dubio pro operario” y que su ejercicio profesional lo ha desarrollado desde esa trinchera para la defensa del débil jurídico y luego cuando aparece el patrono sobornario con su billetera verde, el abogado cuya otra personalidad pareciera haber estado hibernando hasta que le llegaron al precio, por lo que en adelante se presenta como el enemigo del trabajador que antes defendía, y se transmuta en el “letrado” que asume la defensa y la representación de la empresa o del patrono, como quien estornuda en la cara de todos bañándolos de saliva; perjudicando a quienes su “conciencia” antes le decía que merecían ser tratados con dignidad e integridad, por lo que estaba del lado correcto buscando justicia para el débil jurídico. ¿Es acaso la hipocresía a la rectitud de conciencia, una doble moral profesional o la genuflexión a los billetes verdes?. Porque es que cuando se está del lado del trabajador, para el abogado entonces el patrono es una mierda, un abusador, un ladrón, un desconocedor arbitrario de los derechos del operario y su conciencia de color de humanidad, no se la deja pintar del color de la injusticia. Pero cuando ese mismo abogado es un idiota moral, y es contratado por el patrono, en ese caso la conciencia pareciera que cambia de color de humanidad al color que le pitan los billetes verdes. De modo que para este abogado “Chucho”, la conciencia cambia y se metamorfosea dependiendo de la acera donde le toca actuar. Y es mutable su conciencia, pues no trabaja a favor de la ética y de la justicia, sino al lado del que mejor pague.

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Ahora Chucho es el abogado del patrono.- El abogado es un profesional integral, y aunque unas más que otras, todas las áreas del derecho son cognitivamente estimulantes para un jurisconsulto. ¿Pero y la conciencia ética?.- En todas las disciplinas jurídicas el abogado está en la obligación deontológica de comportarse en la defensa de sus clientes o patrocinados, con ética, con decencia, con decoro y con honor; por lo que esto no debe ser mudable según los dólares que soplen. De tal manera que el abogado no debe dejarse seducir por la posición más adinerada del contrario, en detrimento de la justicia, incluso de sus supuestas convicciones por las que se ha dado a conocer y ha sido respetado. Cuán vergonzoso es encontrarse con un abogado laboralista – aunque es aplicable a todos – que ha sido conocido en el foro por entender que el débil de la relación de trabajo o del contratado siempre y en todo momento es y ha sido el trabajador. Para que luego sospechosamente ante la fuerza de las convicciones que le generan los billetes verdes, ya resulta que los trabajadores están equivocados, que ellos son unos tramposos, que no tienen mayores derechos de los que quiera reconocerles el patrono en connivencia con el abogado “Chucho”. Porque es que este abogado laboralista tránsfuga decidió que los derechos que en ejercicio de su profesión por años ha defendido como sagrados del trabajador; resulta que bien por ser el abogado del patrono, entonces los trabajadores no son merecedores de la justicia que antes les procuraba, porque no era el abogado del patrono.

Cuando el circunstancial apoderado externo se comporta como el patrono y no como un agente o un auxiliar de justicia.- Sería deseable, pero raramente el abogado se sustrae del aspecto psicológico que trastoca la personalidad humana cuando se siente que ejerce o tiene poder. De esa metamorfosis no se escapa el abogado porque es humano, quien se deja secuestrar y seducir por el síndrome de hubris en variados aspectos, sobre todo cuando ejerce cargos públicos de poder. Pero vemos como el abogado Chucho, que por veleidades del destino está en una posición según él, de poder, porque representa al dueño de los dólares, que es el patrono; entonces decide comportarse como un “patán”. Y se porta déspota con los trabajadores a quienes viene a acoquinar a la empresa y se porta altanero con sus colegas porque están defendiendo los derechos de los trabajadores, que él también supuestamente defiende y ha defendido en los tribunales; pero es que amaneció en la trinchera del patrono y su discurso verbal y su discurso gestual y de altanería en una posición de poder lo hacen incongruente con lo que predica o predicaba en el foro como derechos de los trabajadores. Es como gritar “no le vamos a dar a los trabajadores lo que piden”, asumiendo que con ese “no les vamos a dar” el patrono es él y utilizando el verbo dar como si se tratase de un regalo o una súplica que el trabajador estuviera solicitando y no de sus derechos consagrados constitucional y legalmente.

Hay que ser congruentes abogado Chucho.- A este doctor Merengue, al abogado Chucho, lo vemos litigando en los tribunales laborales, pues ésta ha sido su especialidad, en la que se hubo ganado dubitativamente el respeto por su manera supuestamente consagrada en la que «a sangre y fuego» defiende con el poder de los argumentos legales, los derechos de los trabajadores. Eso es, lo que hasta recién ha dejado creer este tránsfuga, lo que todos los abogados litigantes habíamos creído. Pero nos ha sorprendido en nuestra buena fe, porque el abogado Chucho, se arregla debajo de la mesa con los patronos en perjuicio de los trabajadores. Este sórdido romance que el abogado Chucho mantiene con los patronos en perjuicio de sus patrocinados trabajadores; equivale a lo que en derecho penal constituye el delito de prevaricación. No entendíamos, los nudos de mecate, las arterias brotadas en el cuello de Chucho cuando se refiere al patrono en una vehemente defensa “incomprensible” del némesis de los obreros, pero es que él defiende a los trabajadores hasta que el patrono le «flirtea» o le coquetea con dólares y entonces se le bajan las medias, tira la ética a un lado y se le olvida que su artificial reputación la alcanzó por defender a los trabajadores; pero ante la imponente presencia sobornaria de los dólares, acontece que de súbito los derechos de los trabajadores le saben a mierda.

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La volubilidad de la moral o la ética zigzagueante.- La estabilidad de la conciencia moral debe imperar en los abogados, cuando desde luego están formados para la justicia y no para satisfacer mezquinos intereses inconfesables, lo que es una pérdida del honor y una penosa ruindad. No representa a la barra, ni puede adosarse formar parte del gremio, el abogado que por sus conductas inmorales y antiéticas, – lo que es aplicable a todas las esferas de actuación del abogado – salpica a toda una organización por sus escaramuzas innobles contra los derechos de los patrocinados o defendidos trabajadores u obreros representados por otro abogado y peor aún en violación a la confraternidad que debe existir entre colegas, cuando altaneramente se yergue por encima de su homologo abogado para complacer al patrón que lo monitorea y así exhibir ínfulas. Y dice con su actitud “yo soy más abogado, porque yo soy más arrecho”. De modo que es aberrante para la imagen del propio abogado que se le sepa un timador del trabajador a quien pregona defender, pero que a la hora de la verdad, abraza servilmente los intereses del patrono. Con qué asombrosa facilidad el abogado Chucho cambia de cancha como una teibolera de la profesión de abogado.

Los abogados, jefes de talento humano.- Otro asunto, a propósito del síndrome Stephen Candie del abogado Chucho que como perro mueve la cola y saliva cual condicionamiento clásico, al influjo de los dólares del amo patrono. Así de igual modo se comportan “algunos” abogados cuando logran asumir las gerencias de recursos humanos, gestión humana o talento humano en las organizaciones y entidades del estado, e incluso en empresas privadas, y es extensivo a los consultores jurídicos. Y al tener bajo subordinación en esas corporaciones a abogados como funcionarios o trabajadores en otras áreas, se olvidan del código de ética del abogado y les resbala cumplir con la confraternidad que debe existir entre colegas, seducidos por el síndrome Stephen Candie y peor aún se sienten elevados con jactancia y prepotencia por encima de sus colegas y quieren demostrar que saben más (el sesgo cognitivo Dunning Kruger), porque son los jefes y exigen veneración. No les basta el normal respeto y la cortesía que le muestren los colegas que están bajo su dirección, sino que estos han de comportarse como serviles para llenarles el ego inflado que les suministra el síndrome de hubris que es la enfermedad del poder. Por otra parte, la conducta de muchos abogados en estos puestos gerenciales, se caracteriza incluso por el síndrome de némesis que al igual es un trastorno de personalidad que puede afectar a cualquier persona. Se caracteriza por generar un ego desmedido y desprecio por las opiniones y necesidades de los demás con carácter destructivo. A los hubris – némesis, no les basta con sentirse superiores y alardear de eso; sino que deben aplastar y destruir a quienes creen sus rivales. Tal es el caso del comportamiento déspota de Roxana (seudónimo), una abogada que por varios años se desempeñó como jefe de Talento Humano de una corrupta empresa del estado, creyendo que por su talante genuflexo hacia los jefes y en perjuicio de sus colegas abogados, eso le iba a dar méritos para mantenerse de forma vitalicia en el cargo y fue destituida con deshonor y salió manchada moralmente.

«Cuando subordinas tu valor personal al cargo que ocupas”.- Aunque esto es aplicable a todas las personas en todos los escenarios, lo recojo para el caso de los abogados que trabajan bajo dependencia y son tratados ignominiosamente por unos abogados jefes engreídos en sus cargos. Tratar a un colega abogado con impiedad, grosería, pedantería, altanería, jactancia, prepotencia, desconsideración desmedida, y una actitud de revancha como si les debieran pagar alguna desgracia personal; todo debido a la pasajera coincidencia de ser jefes de otros colegas abogados; es característico de una persona pobre de espíritu, que adicionalmente en su condición de abogado no respeta mínimamente el código de ética. Por otro lado vaticina el karma en contra, el bumerang o la justicia divina; además de que el colega herido y maltratado seguro los esperará para darles de su propia medicina, no por venganza sino por justicia; porque los escenarios cambiarán y los que por inconstancia de espíritu son déspotas con sus colegas, mañana pueden ser sus subordinados o encontrarlos de jueces o fiscales u otra jerarquía de poder y entonces pedirán cacao. “Mundus multas vices accipit”. Cuánta barbarie mental reina en los abogados que por su futilidad de conciencia por ocupar un puesto que les sube las ínfulas, no se ponen en los zapatos de los colegas, porque todo cargo pasa, todo momento de vanidad pasa; pero los colegas serán siempre sus colegas. Y ni se diga de la actitud prepotente y desconocedora de la justicia y del derecho, de algunos abogados en el rol de jefes de talento humano, donde se erigen como verdugos de los trabajadores y se limpian el trasero con el ordenamiento jurídico laboral, si con ello le jalan bolas y le rinden pleitesía al amo jefe, cuales esclavos espías Stephen Candie, porque en sus fantasmagorías mentales se creen el mismo jefe, al cual idolatran y lo justifican en sus injusticias.

Se espera que no todos los gerentes sean envidiosos, para que salga de ellos un consejo sensato al patrono.- Pero es el colmo de la miseria y es de un espíritu innoble e inmundo, cuando el patrono contrata a un abogado al cual le dice: Prefiero pagarte a ti y gastar en ti lo que sea y hacerles cansón y dilatorio el cobro de lo que aspiran y les corresponde en justicia en su liquidación a los trabajadores. Un abogado formado para la justicia y la equidad, un abogado ético, no aceptaría como cliente a un patrono que le plantea un trato en esos términos. ¿Entiendes Chucho Merengue?. Sino que llamaría a la conciliación. O sea, que patronos de esa casta, asumen a los trabajadores como enemigos y no como personas dignas que le hicieron sus aportes con su trabajo físico o intelectual para el crecimiento y provecho de la empresa. Porque la miseria humana, cuando se junta con el dinero, hace aflorar el monstruo que la persona lleva dentro de sí. Una advertencia de alguien sensato y centrado, más bien le aconseja al patrono que se evite la persistencia e insistencia de un problema «hasta las calendas griegas» que le trae a su vez un influjo pernicioso a la empresa y a su persona. Y que se evite: el gasto de esfuerzos, de dinero y de tiempo y llegue a un acuerdo digno con el trabajador que es el débil jurídico, que no se aproveche de su circunstancia de riqueza y que no se porte como un malandro con dinero, que no le deje a la empresa un karma por ser un vil incumplidor de sus obligaciones laborales y sea más bien un honroso pagador como patrono. Pues nunca, jamás el patrono por mucho que crea que le está indemnizando prestacionalmente al trabajador, ningún pago realmente satisfará el valor que implica el trabajo humano, que evolucionó de la esclavitud afrentosa a un salario afrentoso, y siendo igualmente pero en otros términos una esclavitud pagada para que el trabajador no logre despegar a una mejor economía. Muchas veces cuando se quieren sacar los clavos adheridos a una tabla en la pared, por querer sacar los clavos se nos viene la pared encima. Recuerde señor patrono, las múltiples tareas y actividades que los trabajadores han realizado para usted fuera de lo que estaban obligados y que nunca se les pagó.

«La humildad es el sólido fundamento de todas las virtudes».
Confucio

Dr. Crisanto Gregorio León
[email protected]

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