Algunos “analobistas” (analistas – lobistas) señalan que las sanciones dejan campo libre a China para acaparar el mercado petrolero venezolano. Pero EEUU no necesita compartir migajas con China pudiendo desarrollar plenamente el mercado venezolano con un retorno a la democracia.
Ciertos dirigentes de sociedades subdesarrolladas – y en otras que no lo son tanto – se deleitan presumiendo torpeza y candidez en los norteamericanos. En generación tras generación se ha pronosticado el declive de la gran nación y los agoreros siempre salieron con los trastos en la cabeza.
Otros ingenuamente especulan sobre los cambios de administración en aquel país, y creen que allí se producen variaciones de fondo. Distintas administraciones norteamericanas difieren sobre el modo de enfrentar a sus amenazas, pero sin perder jamás conciencia de quienes son y cuánto peligro representan. Invariablemente y por sobre todo priva la seguridad nacional de aquello que algunos llaman imperio.
A lo sumo se establecen treguas – pero siempre con los ojos bien abiertos y la guardia en alto. Como bien lo dijo en su momento la inolvidable Golda Meir: “No se puede negociar la paz con alguien que ha venido a matarte”.
A orillas del Potomac a éste gobierno ya le tomaron la medida hace décadas: No solo es descaradamente hostil, sino que diligentemente se afana en alardear su amistad y alineación con cuanto bicho con uña en el mundo se la tiene jurada a la democracia norteamericana.
El descocado proyecto “bolivariano” siempre tuvo sus días contados – a pesar de cualquier situación coyuntural. Desde el comienzo del sainete la única interrogante es cómo y cuándo vendrá el desenlace.
En ese tema toda comparación con Cuba es espejismo. La Cuba actual es un zombi desdentado que nada aporta a Estados Unidos ni a nadie. Tras la crisis de 1962 quedó sola, castrada y postrada, murmurando anacrónicas consignas y hurgando entre miserables despojos del planeta: Un parásito seco, estéril y decadente, que a pocos interesa, abandonado a caer eventualmente por su propio peso muerto.
Pero Venezuela – con gigantescas reservas energéticas e incalculable potencial – es harina de otro costal: Para el mundo democrático la dificultad aquí nunca ha sido desplazar elementos inconvenientes sino lograr sustituirlos con gobernabilidad democrática sustentable.
Los arrebatos de revanchismo, intolerancia y petulancia en cierta oposición atentan contra toda gobernabilidad futura y se vuelven piedras de tranca hacia la libertad. Ante tanto bochinche el mundo se queda – por ahora – con lo malo conocido.
Antonio A. Herrera-Vaillant