#OPINIÓN Torre de Babel #12Jun

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Ha sido bien oportuno que el Papa León XIV dedique algunas de sus primeras palabras desde la silla de San Pedro a pedir que: “Midamos el lenguaje, porque también se puede herir y matar con las palabras, no sólo con las armas.”

Su alerta llega en momentos que el debate público – sea donde sea y sobre el tema que sea – se degrada, envilece y exacerba hasta bajezas casi nunca vistas en términos de superficialidad, simplificación y caricaturización.

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Las discusiones van siendo cada vez más destinadas a destrozar moral y personalmente a quien disienta de una opinión expuesta que al análisis constructivo y superación de cualquier tema que se esté debatiendo.

Los medios masivos – en muchos casos por puro y mercenario sensacionalismo no hacen sino inflamar, ampliando cualquier incidencia, caracterizando las intenciones de los protagonistas y fabricando “celebridades a la medida” para cualquier discusión.

Pero la máxima culpa es de dirigentes públicos que abdican su responsabilidad como conductores y modelos para rebajarse en lenguaje y conducta al mínimo común denominador de sus más radicales, ignorantes y desinformados seguidores utilizando adjetivos, etiquetas y clisés como armas para descalificar adversarios reales o supuestos.

Cuando la demonización y deshumanización del adversario o disidente parte desde las cúpulas mismas del poder público – como lamentablemente se vive en diversos países del planeta – se desatan espirales de mutua violencia verbal que contaminan todo el entorno e impiden cualquier comunicación o concierto:

Se crean “realidades” virtuales suma-cero, que demasiadas veces degeneran en violencia física en sus más variadas expresiones.

Lo acabamos de ver en la hermana Colombia con el inicuo ejemplo de Gustavo Petro pero lleva décadas en ejercicio aquí mismo en Venezuela, y en demasiadas naciones del planeta, comenzando por Estados Unidos y Europa.

Con la vertiginosa evolución del mundo de las comunicaciones, complicada exponencialmente con las capacidades “creativas” de la inteligencia artificial, el planeta parece revertir a esos capítulos del Génesis sobre una bíblica torre que se construyó con soberbia y deseo de dominar y terminó en el surgimiento de diferentes idiomas para impedir que la gente se entendiese.

Todo ello para mayor beneplácito de los diversos totalitarismos que merodean el planeta – ya sean chinos, musulmanes, coreanos o cubanos – y andan cual lobos al acecho aprovechando cualquier oportunidad para imponer su oscuridad y total silencio en lo que ya se va volviendo una nueva y atormentante Torre de Babel.

Antonio A. Herrera-Vaillant

[email protected]

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